stados Unidos ha lanzado una feroz guerra no convencional contra los gobiernos revolucionarios y progresistas, y los movimientos populares de nuestra América. Añeja en la doctrina militar del Pentágono y también conocida como guerra de cuarta generación, se ha nutrido y desarrollado con recientes experiencias como las revoluciones de colores y la primavera árabe. El blanco principal del ataque es la Venezuela bolivariana, contra la que el imperio y los gobernantes de la región que le sirven, desatan su furia y frustración.
Luego de una ofensiva de meses para derrocar al gobierno del presidente Nicolás Maduro, Trump declaró que no descarta la opción militar
en Venezuela, en medio de bravatas contra Corea del Norte y de haber creado un gravísimo conflicto en el área. Gracias al rapto belicista del magnate, los gobiernos que lo acompañan en la aventura antivenezolana se han visto obligados a rechazar una salida militar y a reiterarlo durante la gira del vicepresidente Mike Pence por la región. Dirigida a cerrar el cerco contra la patria de Bolívar, Pence ha tenido que dedicarla en parte al control de daños luego de la alarma originada por la declaración de su jefe. Aunque con tres días de retraso, hasta los contrarrevolucionarios de la MUD debieron barruntar una risible condena.
Maduro, buen conocedor de la prepotencia del imperio, replicó con firmeza y con una gigantesca marcha chavista por la paz y la medida de realizar un ejercicio cívico-militar armado en todas las zonas de defensa integral para los días 26 y 27 de julio. Venezuela tiene cientos de miles de combativos milicianos voluntarios, además de las bien entrenadas y armadas unidades regulares.
El chavismo ha derrotado en dos décadas, uno tras otro, todos los intentos de poner fin a su experiencia de transformación, liberación nacional y social e impulso a la unidad e integración latino-caribeña. Una de las más creativas y revolucionarias que ha habido en el mundo. La paz y la observancia de la democracia participativa y protagónica es parte fundamental de su filosofía. Votos sí, balas no, su consigna.
El más reciente esfuerzo desestabilizador de la derecha endógena está encuadrado en la operación Venezuela Freedom 2 del Comando Sur de las fuerzas armadas yanquis. Tras cuatro meses de violencia fascista, de prender fuego a 29 personas, de las que murieron nueve; de la obsesiva quema de hospitales y guarderías, almacenes de alimentos y medicinas, mobiliario público, oficinas gubernamentales y cientos de negocios privados, la derecha ha sufrido una gran derrota con las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente y los decretos que ésta emite. Al lograr más de 8 millones de votos, el chavismo estuvo muy cerca de alcanzar su más alta votación histórica y la oposición quedó desmoralizada.
Al extremo que, sin solución de continuidad, pasó de la violencia fascista y de afirmar que no dejaría las calles hasta la salida de Maduro, a inscribir a toda prisa 196 candidatos para las elecciones regionales.
La derecha es antidemocrática por naturaleza, pero en su estrategia apela principalmente al golpismo sin dejar el camino electoral. Si pierde en las urnas, grita fraude; pero si gana, se ensoberbece y trata por todos los medios de imponer su agenda neoliberal subordinada a Washington y al capital internacional.
En un salto mortal, gira ahora hacia los comicios, pues el chavismo le arrebató la calle entrado julio, donde ya es incapaz de reunir más de cuatro gatos, como se vio en la famosa toma de Venezuela
o en la hora cero
, que se suponía sufriría el gobierno chavista el 30 de julio. No obstante, la operación David, desmantelada por la fuerza armada y los servicios de seguridad bolivarianos, demuestra que puede haber nuevos coletazos de violencia a la desesperada.
Por mucho que Estados Unidos y las fuerzas del neoliberalismo y la antipatria insistan, a escala internacional, en el apoyo a la contrarrevolución. Por más que las corporaciones de la mafia mediática continúen vertiendo las más escandalosas y descocadas mentiras sobre la revolución bolivariana. No obstante que el capital financiero y la derecha endógena continúen la cruel guerra económica. Nada de eso podrá doblegar el apoyo del pueblo venezolano a su gobierno constitucional. Y es lo decisivo. Venezuela, además, no está sola, como demuestran la reciente visita a Cuba del presidente Maduro y las crecientes expresiones de solidaridad que recibe de pueblos y gobiernos independientes.
Twitter:@aguerraguerra