Opinión
Ver día anteriorMiércoles 16 de agosto de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Involución
E

l panorama expuesto por la reciente asamblea del priísmo arroja lecciones de difícil aprendizaje para sus cuadros medios y directivos. Por lo pronto, les sería conveniente reconocer una buena variedad de hechos aunque no les sean placenteros. Uno que se antoja inmediato es que, muy a pesar del casi generalizado como intenso apoyo mediático recibido, los esfuerzos cupulares por dinamizar sus tribulaciones serán de corta duración y nula profundidad. El tránsito de ello entre la ciudadanía en poco cambiará el deterioro de su imagen, el enojo generalizado o la simpatía de sus tradicionales votantes. La sensación que flota tras el barullo está impregnada de urgencias y donde los desplantes de sus adalides se esfumarán en cercano plazo. Cada vez es más clara la involución priísta hacia otros –y por muchos de ellos añorados– tiempos heroicos. Durante tales años, por suerte ya idos, el presidente era visto como un denso e intocable coágulo de poder, del cual devenían mandatos inapelables. A la sociedad, en contraparte, se le pensaba como una masa a la que había que conducir, con hálitos patrimonialistas y desde arriba. A cambio de tal mansedumbre, los de abajo se hacían merecedores de llamarse, en las abundantes bulas públicas, como pueblo amado, aunque, eso sí, sujeto de poquiteras prebendas.

Al priísmo militante y, más aún al de élite, apenas le alcanzan las energías para verse a sí mismos. Y eso vale para su ideologizado, sino es que avejentado, entorno dirigente. El resto de las punzantes realidades en derredor les provocan mínima atención y, menos aún, estudio a conciencia. Contemplar panoramas complejos les parecen tópicos secundarios, materias de especialistas, aventuras de idealistas o de críticos empedernidos. La sociedad con sus problemas perentorios desesperados la miran desde lejos; los empeños presentes en el continente americano, desde el norte a la Patagonia, o, por extensión obligada el mundo entero con sus guerras y ambiciones desatadas, se convierten en fantasmales figuraciones, una pérdida de tiempo ante las urgencias de oportunidades de negocios en el presente. No hubo en toda la asamblea algo que se pareciera a una tentativa innovadora. Menos se oyeron propuestas de avanzada que pudieran empatar a México con lo que se construye en otros lugares o naciones. Tampoco se alertó de ricos procesos en marcha, tales como el candente asunto de las pensiones básicas universales tan apoyadas por los dirigentes de las grandes empresas tecnológicas. Intentos de salida para la aguda fase de concentración de la riqueza, la destructiva desigualdad o la actual trampa pensionaria privada. Poner a debate partidario los muchos experimentos al respecto, desde lo que sucede en Finlandia hasta Alaska, pasando por ciudades de California o las valiosas ayudas para casas en Irán son, por ahora al menos, de imposible tratamiento entre las élites locales. Apenas les da, a los priístas del poder, el ánimo para medio balbucear incrementos a los salarios mínimos que, aquí, aseguran la pobreza.

El asunto central de toda la batalla mediática desplegada fue dotar al Presidente de la capacidad decisoria para nombrar al candidato del PRI. Pero, sobre todo, para llamar a un emergente ante el reconocimiento de la carencia interna entre el priísmo. Se acabaron las socorridas especulaciones recientes que fantasearon con la imposibilidad de decidir en solitario. Las juiciosas recomendaciones de abrirse a la base o someterse a un proceso participativo, al menos de la militancia, fueron exiliadas de la actualidad. La tradicional subordinación del priísmo militante a tan penoso tratamiento partidista fue zanjado de manera tajante. Muchos columneros de consigna, académicos cercanos al priísmo y articulistas cuyas palpitaciones coinciden con esa forma de tradición autoritaria a la que tildan de pragmática, todavía dan al PRI oportunidades de triunfo en 2018. Alegan que con algo de maña para dividir o pulverizar a sus oponentes y recurrir a los apoyos laterales (ilegales) pueden, con su prometido 30 por ciento de los votantes efectivos, ganar. Descartan las abundantes muestras de una decadencia indetenible y consistente debido al documentado abandono de los votantes. En el Edomex, muy a pesar de todas las trapacerías para empujar su campaña, el PRI fue derrotado. El papel de esquirol del PRD y su publicitado candidato fue grotesco. El dispendio que llevó a cabo esa fracción del PRD de Neza, sigue saliendo a la superficie de manera indetenible.

La estrategia del PRI para fincar su posicionamiento difusivo posterior a la dichosa asamblea, también regresa a tiempos idos: la disyuntiva entre estabilidad y populismo. Una bifurcación tramposa que trata de ocultar la enorme ineficacia desplegada en sus muchos gobiernos y la rampante corrupción aparejada con la sólida cubierta de impunidad, estigmas inocultables de ese aparato partidario.