a Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es un logro épico. La institución ha sido más, pero mucho más, que un centro educativo que transmite y produce conocimientos. Sus alcances son épicos porque, conforme a una de las definiciones del vocablo que consigna el diccionario de la Real Academia Española, ha tenido continuidad en dar frutos grandiosos o fuera de lo común
.
El enorme doctor Miguel León-Portilla, investigador emérito de la UNAM y con vitales 91 años, nos recuerda el significado profundo que tiene en la vida de México el centro de estudios. Lo hizo pocos días después de haber sido investido doctor honoris causa por la Universidad de Sevilla. El autor del clásico Visión de los vencidos tiene en su haber más de 30 doctorados que le han sido otorgados por sus investigaciones sobre los pueblos originarios de México. A la nueva generación de unamitas recomendó: “Disfruten su estancia, piensen que ésta es su casa. Así como su madre fue quien los formó física y moralmente, la universidad, que se dice es el alma mater – alma, viene de alimentar–, es la madre nutricia, la que nos da alimento. Aprovechen ese alimento”.
Disfrutar el peregrinaje universitario y todo lo demás vendrá por añadidura. El aprendizaje debiera ser continuo descubrimiento gozoso, no algo tedioso, utilitarista y obligatorio. Por tanto, el proceso cognitivo no puede, no debe, estar separado de lo lúdico. Disfrutar es percibir o gozar los productos y utilidades de algo
. Los ciclos escolares concluyen cuando el estudiantado llega al final del bachillerato, licenciatura y posgrado, pero el aprendizaje nunca termina para quienes internalizaron que los estudios son un periplo que, de caminarlo, siempre nos revelará más horizontes.
Sí, la UNAM es generosa alma mater, madre que alimenta, que ha nutrido generaciones y generaciones, que de otra manera habrían quedado en la orfandad nutricia. El banquete cognitivo es amplísimo. Lo conforman los planes de estudio de cada carrera, pero también la suculenta oferta cultural de la institución: cine, teatro, deportes, museos, conferencias y coloquios, catálogo editorial, jardines y espacios para conversar y debatir, contacto con quienes tienen distintas concepciones de la vida y sueños. Todo esto es para disfrutar, y en la marcha cognitiva, que trasciende la acumulación de conocimientos, ir cincelando el ser humano que, a la vez, forja y es forjado por los demás.
León-Portilla enfatiza el valor que debiéramos dar a un vocablo que denota una condición que, por desgracia, es inaccesible para millones de personas en nuestro país: La palabra universitario es una palabra que honra
. Sí, honra, y en retribución hay que honrarla. Es decir, nos urge rescatar el sentido y la práctica de la responsabilidad que se adquiere cuando se es parte de una comunidad privilegiada. Tener la posibilidad de saber más en una sociedad como la mexicana, cuyos porcentajes de jóvenes en edad universitaria que por distintas y trágicas razones tienen vedado el acceso a los estudios, conlleva tomar conciencia de solidaridad y servicio para quienes han tenido clausurado el horizonte de disfrutar a la madre unamita.
Una cosa es la escolarización y muy otra el proceso educativo. Es frecuente que acontezca la primera sin que fructifique el segundo. El enfoque memorista, bancario, según Paulo Freire, solamente transmite información y espera respuestas correctas a preguntas cerradas. La educación incluye transmisión de conocimientos, o mejor, incentivar para la búsqueda de información que acreciente el conocimiento de algo, pero también construye personalidades democráticas. El resultado de un proceso educativo auténtico tiene que mostrarse en la creación de ciudadanía, personas que conjugan derechos y responsabilidades a la vez que valoran la diversificación como característica de las sociedades.
El doctor Miguel León-Portilla también tuvo palabras para los docentes e investigadores, mujeres y hombres, que disfrutan/laboran en la UNAM: A mis colegas les digo que es un privilegio estar aquí
, dijo al resaltar las labores de investigación, docencia y difusión de la cultura que se realizan y que son claves para el país. “Yo digo que si la UNAM no existiera, México no sería como es”. Las generaciones que han defendido el proyecto cultural encarnado por la UNAM abrieron un espacio que en reiteradas ocasiones han querido acotar los adversarios de la democratización educativa. Por ejemplo, al paso del tiempo se agiganta la lucha de quienes en 1929 pugnaron con denuedo y lograron la autonomía universitaria. En otros momentos cruciales, herederos y herederas de la estirpe autonomista han defendido, y acrecentado, la herencia forjada contra los poderes anhelantes del control de la UNAM.
El privilegio al que hizo referencia el maestro León-Portilla debiera ser bien aquilatado. Sobre todo en momentos como los que vive la nación mexicana. La UNAM tiene que vigorizar su vocación de ser un activo y reserva moral del país, que contribuye con frutos que van a contracorriente del cinismo y desfachatez que por todas partes quieren hurtar la esperanza de un futuro más generoso para la ciudadanía. Sí, son tiempos en que con más fuerza tiene que levantarse, como en la visión de José Vasconcelos, el Espíritu.