La noche del sábado habitués, artistas y políticos compartieron al ritmo de seis orquestas
Sonaron los temas clásicos de las grandes bandas, así como mambo, son y cumbia
Lunes 31 de julio de 2017, p. a10
La celebración de los 80 años del salón Los Ángeles tuvo de todo: nostalgia, alegría, gozo, encuentros amistosos, cachondeo, emoción y ese toque de gracia espiritual que nunca falta en un lugar emblemático. Fueron seis orquestas las que amenizaron el primero de dos saraos, para conmemorar un lugar solaz y de esparcimiento para todas las clases sociales.
La Big Band de Ramón Cedillo comenzó la fiesta animando la pista con música de las grandes bandas estadunidenses. Patrulla americana, Collar de perlas y Polvo de estrellas fueron las primeras piezas que el público bailó.
Las notas musicales corrían alborozadas entre la gente que se agolpaba en la vetusta pista de encino. En las mesas, artistas plásticos, periodistas, políticos, funcionarios y catedráticos platicaban, mientras otros se animaban a bailar con los habitués.
Sin tregua
Cuando apareció la Orquesta de
Pérez Prado el ambiente ya estaba prendido. En la pista no había tregua, la temperatura subía, los mamboletos izaban los brazos, movían la cadera y coreaban estribillos: 1, 2, 3, 4, 5... ¡maaaaaambo!
, ¿Qué le pasa a Lupita? ¡No sé!
. También hubo cumbia. Y así.
Al emocionante grito ¡Larga vida al salón Los Ángeles!
, siguió la poderosa Héctor Infanzón Big Band, que rebosó talento. Bastó escuchar la suite rumbera El arenal, el bolero La botica y el danzón dedicado al salón para ilusionarnos con este insólito proyecto. Los finos y esmerados arreglos de Infanzón y la ejecución ideal del conjunto proyectaron un fondo diferente a la fiesta y anunciaron el nuevo discurso de la música bailable en México.
Al entusiasmo siguió un cierta decepción. Son 14 y la Sonora Matancera no estuvieron a la altura. La formación actual del primero no es ni la sombra de lo que fue. Sin la presencia de su líder, Tiburón Morales, divierte y anima un poco, pero hasta ahí.
La Sonora Matancera ya no lo es. Al morir el último de sus fundadores divagó y aún con el intento de su actual director, Javier Vásquez, por darle una nueva orientación y mantenerla en pie no ha emprendido el vuelo. La plantilla es distinta y ninguno de sus nuevos integrantes ha podido llenar el espacio que dejaron sus creadores. No se escuchan, por ejemplo, la línea rítmica marcada por Papaíto desde sus timbalitos o esos coros prodigiosos de Yayo El indio y Caíto. Ni que decir de los cantantes que le dieron lustre e hicieron época. A pesar de eso, la gente los recibió y despidió entre aplausos.
Fabuloso
, describió el ambiente la embajadora de Estados Unidos en México, Roberta Jacobson, quien captó la atención de fotógrafos y cámaras de televisión. Como el piso de Los Ángeles está parejo, no reconoce de alcurnias, al poco rato saltó a la pista y derrochó estilo.
La expectativa de la concurrencia, en especial de la que aguantó hasta pasada la media noche, recayó en la Sonora Matancera.
Estos serán hijos de la Matancera, pero no tienen el ritmo de aquella, y el cantante ni que compararlo con Daniel Santos, Leo Marini, Celio González o Bienvenido Granda, esas eran voces cuidadas
, señaló Emilio Galindo, septuagenario que instaló techos y estructuras. Recordó que escuchó por primera vez en vivo al grupo en el Blanquita, por 1964
.
El miércoles, a partir de las 19 horas, estarán el Conjunto África, Los Campeones de Carlos Campos, la orquesta Antillana, Acerina, Pepe Luis y su Orquesta Universitaria, entre otros.