Sábado 29 de julio de 2017, p. a16
En los estantes de novedades discográficas esplende un documento jovial, cuya frescura prevalece a pesar del transcurso del tiempo, como suele ocurrir con lo deveras valedero.
Snowflakes are dancing, es el título. El autor: Tomita.
Esos dos datos son suficientes para que el lector interesado consiga esta joya discográfica.
Mismos datos que se amplifican en la carátula del disco así: “Snowflakes are dancing. Virtuoso electronic Performances of Debussy’s Beautiful Tone Paintings by Tomita”.
Y abajo, con letras grandes y amarillas sobre un fondo negro: High Performance
Pero el dato que más llamó la atención del Disquero viene impreso de manera exquisita en cuanto a diseño, guiño y evidente inteligencia editorial: audiophile recording
, en minúsculas, al fondo del cubo-rectángulo que se forma en el lomo de los estuches de los discos compactos musicales, como en el fondo de un estanque donde la vista funge a manera de la piedra que produce un movimiento vibratorio y expansivo.
Grabación para audiófilos. ¿qué es un audiófilo? Un neuras, un sofis, un esnob, un exquisito. También: un degustador, un conocedor, alguien que cultiva a conciencia el sentido del oído para mayor placer.
Lo que rodea al audiófilo son discos de acetato, bocinas inglesas, noruegas o polacas, hechas con maderas nórdicas. Usa tornamesas, claro, y la aguja del tocadiscos es de diamante y los plugs de los cables que conectan a sus bocinas de alto rendimiento son de oro y esos cables son especiales, conocidos como cables monster
y la disposición de las bocinas en la estancia es más que estratégica, calculada y luego modulada mediante ensayo y error, hasta lograr el efecto de escuchar, por ejemplo, la Quinta Sinfonía de Beethoven con Carlos Kleiber dirigiendo a la Filarmónica de Berlín, cerrar los ojos y tener frente a sí a orquesta, director y el brillo de los instrumentos a toda vibración.
El amplificador que usa un audiófilo es una reliquia tecnológica: un ampli McIntosh que todavía usa bulbos y que reproduce el sonido de una manera escalofriante, asombrosa, nítida. Ah, olvidaba decir que el Grial del audiófono es el sonido de la música en vivo, capturado en casa.
Ese tema es harto interesante. Al Disquero le importa mucho porque su anhelo de compartir el placer y el amor por la música, encuentra en los avances tecnológicos la forma más efectiva de comunicación.
Debo decir de entrada que defiendo, argumento y sostengo la convicción de que la escucha de música es un acto simple, íntimo y al mismo tiempo compartido y que no es necesario contar con un equipo de sonido carísimo ni sofisticado para disfrutar a plenitud la música.
Disfruto intensamente una grabación para audiófilos en un equipo de sonido hipersofisticado que un disco compacto reproducido en un aparatito de sonido sencillo y elemental. Por igual en bocinas Polk Audio, Bowers and Wilkins, amplis Harman Kardon que en un equipo estereofónico básico.
El vasto territorio de la melomanía comprende los extremos de esa sofisticación y el acto básico de escuchar una joya jazzística en el teléfono celular, lo cual resulta anatema para los audiófilos radicales (el propio término audiófilo ya suena a complejo o falsa ilusión de tener sangre aria), quienes se juran que en su vida escucharán música en tales aparatejos. Ignoran, por ejemplo, que un teléfono celular se puede conectar a un buen equipo de sonido y los resultados son increíblemente sorprendentes.
En fin, que la existencia de Spotify, Apple Music, Deezer y los que aparezcan esta semana, posibilitan al Disquero a acrecentar la hoguera de la pasión por la música, pues hoy más que nunca no hay pretexto para privarse del disfrute. Ah, además, quita la preocupación al Disquero de recomendar discos que no se consigan en las tiendas de discos, pues hoy casi todo es conseguible en Internet, y cada vez con mejor calidad de sonido.
Lo anterior no fue ningún rodeo. Nuestro tema es Tomita, en una grabación que aparece como rescate en muchos sentidos: muy pocos lo conocen, otros tantos apenas se acuerdan de él, mientras la calidad de su música, su carácter afable, ameno, divertídisimo e hiperdisfrutable, rodean esta modalidad de novedad discográfica.
Snowflakes are dancing fue la obra maestra de Isao Tomita, quien nació en Tokio en 1932 y murió en esa misma ciudad el 17 de mayo pasado sin que el mundo se conmoviera, a pesar de que el disco que ahora nos ocupa por su re-edición digitalizada para audiófilos, hubiese vendido millones de copias.
Isao Tomita es el continuador de Walter Carlos (quien cambió de sexo y continúa su trabajo ahora como Wendy Carlos), quien sí goza de mayor popularidad merced al genio de Stanley Kubrick, quien sí entiende de música y trabajó con el entonces Walter Carlos en la música para su filme La naranja mecánica. Los discos de Walter y Wendy Carlos (que son la misma persona, con distintos nombres) con música de Bach siguen causando furor entre audiófilos y simples mortales como el autor del Disquero.
El disco que hoy nos ocupa, Snowflakes are dancing, es un bello homenaje a Claude Debussy.
Mediante un instrumento maravilloso, llamado Sintetizador Moog, Isao Tomita deconstruye y vuelve a construir la música impresionista/impresionante del compositor francés y nos delinea en la mente los óleos debussyanos con magia, simpatía y furor.
El sintetizador Moog es invención del ingeniero Robert Arthur Moog (1934-2005) y todavía hay locos geniales que siguen aprovechando sus posibilidades infinitas, como Max Richter, viejo conocido del Disquero.
A diferencia de muchos músicos que utilizan los sintetizadores para realizar efectos especiales
, el maestro Isao Tomita de manera zen se concentró a tal punto que escribió y construyó, nota por nota, los 10 pasajes originalmente orquestales y pianísticos de Debussy, utilizando un sintetizador analógico y no digital (capítulo también que nos llevaría una plana entera, la discusión entre lo analógico y lo digital).
No estamos, como muchos pensarían, frente a arreglos
para sintetizador ni efectos especiales
, sino ante una re-escritura de la obra de Claude Debussy y el resultado es magistral, muy divertido (robots amigables y llenos de ternura, campanas, silbos), ideal para audiófilos y simples mortales como el autor del Disquero.
Busque usted gentil lectora, amable lector, en Spotify, Apple Music, Deezer, YouTube o, mejor, en discos, la música de Isao Tomita. Le garantizo que si no le agrada, por lo menos se divertirá mucho.
Es más, inventémonos un buen eslogan para animar a todos a escuchar la obra de este gran maestro japonés: Tome Tomita Temporalmente Todo el Tiempo en este Tramo de nuestro Tránsito Temporal.
Arigato.