e presenté contigo, querido Gael, esta vez estabas consciente. Despertaste del coma y la bala que te hirió permanece alojada en tu cuello. Te conté que ya había estado aquí, en el hospital.
Soy Sayuri, tu abogada.
Tú, sentado, con la cabeza vendada y el cuello inmovilizado, me mirabas guardando silencio, mientras la enfermera colocaba tu cuerpo sobre el sillón.
Comencé por decirte lo que hemos hecho en el Fray Francisco de Vitoria para lograr una mejor atención hospitalaria, hablarte de la necesidad de apoyar a tu familia en temas como hospedaje y alimentación... Luego hablé de cómo va la investigación, de la necesidad de sancionar a los policías responsables de la agresión a la normal.
Tú, con la tráquea deshecha, alimentándote con una sonda conectada a tu vientre, moviste una mano asintiendo.
Sí, te dije, hay que buscar justicia. Comenzaron a correr lágrimas sobre tu rostro mientras, haciendo un esfuerzo sobrehumano para hablar, intentabas decir lo que pasó: ellos tenían armas, nosotros sólo piedras
. Después tu voz se fue apagando, seguías llorando, pero entendí; perfecto entendí en tu rostro la rabia y el dolor mientras decías la palabra impunidad.
* Abogada del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria