2018: pronóstico difícil
as elecciones presidenciales despiertan la pasión política y llevan a todo el aparato a sus límites extremos. Hace ¡craaack! En los pasados 50 años ha habido elecciones difíciles, instancias amenazadoras, desenlaces viciosos. Nunca como ahora hay elementos para esperar una gran tensión que incluso amaguen a la estabilidad y a la paz social.
La elección de presidente provoca una gran expectación. Nuestro sistema es presidencialista y la ley, la costumbre y el imaginario colectivo, lo dotan de un gran poder, incluso de un aura mágica. El Presidente designa a 3 mil cuadros superiores de la administración pública. El primer domingo de junio del año próximo se elegirán a nueve gobernadores y a más de 3 mil representantes populares. Con razón el pueblo le llama la grande
a esta contienda.
En varios de los comicios sexenales se ha llegado a una tensión casi intolerable, para recordar lo reciente en 1988, 1994 y 2006. En 94 se habló de un choque de trenes, es decir, se temía de una confrontación violenta entre el gobierno y sus opositores. Al principio de ese año estalló una rebelión en Los Altos de Chiapas y semanas después el candidato del PRI fue asesinado. Por fortuna las cosas fluyeron.
Nunca en la historia contemporánea llega México en condiciones más difíciles que en este trance. El desencanto general se debe a una impunidad de las peores fechorías públicas y privadas. La violencia nos satura de noticias sobre matanzas, extorsiones, secuestros y robos. La horrible noticia del enfrentamiento en el penal de Acapulco pronto será borrada por evidencia de hechos criminales aún peores. Las condiciones extremas de tensión social se están dando al aumentar la pobreza, la miseria y la desigualdad. Las instituciones no tienen ni respeto ni credibilidad. El INE es un peligro para México, como escribió Sergio Aguayo. La conciencia de que no tenemos democracia y que las elecciones son fraudulentas es una certeza social indisputable.
México es percibido como el país más corrupto e inseguro entre los 35 socios de la OCDE. El Presidente no tiene capacidad como árbitro, su índice de aprobación es el más bajo que se recuerde (entre 8 y 12 por ciento). Los analistas consideran que se está preparando un fraude a escala nacional, como el que se dio en el estado de México. La oposición genuina está creciendo y crecen además los movimientos de repudio y protesta que carecen hasta cierto punto de control. En estas circunstancias excepcionalmente malas habría que imaginar por lo menos tres escenarios de desenlace. Eso intentaré en mi próxima colaboración.
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