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El público puede escuchar mi música con distracción, celebra

Ennio Morricone continúa con su extensa gira de conciertos
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El 21 de septiembre hará una parada clave en ParísFoto Eniac Martínez
 
Periódico La Jornada
Sábado 8 de julio de 2017, p. 9

Roma.

A los 88 años, Ennio Morricone, uno de los compositores más célebres y amados de la historia del cine, mantiene su creatividad y lucidez pese a la agotadora gira de conciertos programados, con los que desea sorprender a su público.

Me pidieron dirigir mi música. Es que yo no soy un verdadero director de orquesta, no dirijo la música de otros compositores. Me gusta escuchar mi música y ver la reacción del público, explicó en una charla en su estudio romano.

Después del importante concierto de ayer en Roma, que forma parte de la gira mundial iniciada el año pasado para celebrar 60 años de carrera, el maestro como lo llaman en Italia, tiene programado exhibirse en varias ciudades italianas para seguir por Europa con una parada clave el 21 de septiembre en París.

Es que en el cine no se puede oír con atención la música, por los diálogos, los ruidos, los efectos especiales; todo eso distrae a la gente. La música hay que escucharla. Los conciertos permiten al público escuchar mi música, sólo mi música, asegura.

Secretos y anécdotas

El compositor de más de 500 bandas sonoras, que ha escrito melodías únicas como el silbido de El bueno, el malo y el feo (1966) o el magnífico solo de oboe de La misión (1986), resulta, ante todo, un señor afable y disponible, que cuenta anécdotas y secretos con el mismo ritmo musical de sus composiciones.

“La música de La misión nació de una obligación. Tenía que escribir un solo de oboe, se desarrollaba en América del Sur en el siglo XVI y tenía la obligación de respetar el tipo de música de ese periodo. A la vez tenía que escribir una música que representara también a los indios de esa región. Todas esas obligaciones me encadenaban (...) Pero también lograron que saliera algo claro”, cuenta.

El autor de música de filmes de amor, políticos, sociales, de miedo y, naturalmente, western, sonríe cuando se le compara con compositores clásicos como Rossini o Mozart, también muy prolíficos.

El hecho de que haya podido componer música con total libertad, y tan diversa, ha sido posible no sólo porque contaba con la técnica, sino porque era necesario que yo cambiara cada vez mi traje compositivo. El filme lo requería. Me acomodaba y cada vez resultaba diferente, explica.

Morricone reconoce que las composiciones para cine suelen ser más fáciles, pegajosas, respecto de algunas de las 100 piezas de cámara o contemporáneas que ha escrito.

Entre sus autores preferidos figuran Stockhausen, Boulez, Luigi Nonno, Aldo Clementi, Petrassi –mi maestro, dice–, así como Stravinsky, Bach y Palestrina Monteverdi. Siento olvidar algunos, pero ellos, conscientemente o no, han dejado huella, admite.

El compositor, quien ha trabajado con los mayores directores de cine y productores de Hollywood, entre ellos Huston, Siegel, Polanski, Fuller, además de Leone, Pasolini, Bertolucci, Argento, Pontecorvo y Almodóvar, es en efecto un artista emblemático del siglo XX, que debe su éxito sobre todo a la sabia combinación de imagen con melodía.

¿Cuál ha sido la receta? No hay receta. He intentado muchas. Traté de inventarme una manera de escribir música melódica llena de pausas. Casi que monosílabas o tres sílabas juntas y luego una pausa. Como un pensamiento que va y vuelve, que se repite en forma diferente. Siempre quise cambiar, aunque al final siempre me parezco a mí mismo.