ientras el gobierno de Estados Unidos se encuentra durante los 90 días del periodo de consultas a la sociedad sobre la llamada modernización
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y ha recibido una carta de las principales corporaciones agroindustriales y uniones de granjeros, advirtiendo al ocupante número 45 de la Casa Blanca que la negociación debe mantener o aumentar los beneficios que ellos, los ganadores del TLCAN en la agricultura, han conseguido, el gobierno de México tibiamente ha propuesto realizar cinco foros de consulta a la sociedad, y no ha dado a conocer cuál es su evaluación, ni cuáles sus propuestas.
México se sentará a la mesa de negociaciones en extrema debilidad. Obligado por Estados Unidos, con una economía vulnerada por la deuda pública, la devaluación del peso, la falta de inversión y la enorme dependencia de la economía vecina, situación construida a pulso por los gobiernos mexicanos trasnacionales. El gobierno mexicano tampoco ha realizado ningún ejercicio serio de análisis de los efectos del TLCAN en los distintos sectores y cadenas de producción con la participación de los sindicatos, las organizaciones campesinas, las cámaras industriales, la academia, los especialistas, la sociedad civil, para tener un punto de partida para sus propuestas. Así, el escenario de la próxima renegociación del TLCAN, en el cual las exigencias de Estados Unidos pueden ser aceptadas sumisamente por el gobierno de México, bajo la filosofía de que de lo perdido lo que aparezca, no augura ningún beneficio para la economía y la sociedad mexicanas.
Durante los 23 años de TLCAN la economía mexicana ha crecido sólo 2.6 por ciento anual, aunque por arriba del crecimiento de la población, que fue de 1.6 por ciento. La industria manufacturera y sobre todo los servicios son los que mayor dinamismo han tenido, en tanto que el sector agropecuario creció por abajo del promedio de la economía, a una tasa igual al crecimiento de la población.
México ha sido el perdedor neto del TLCAN y el sector agropecuario uno de los más afectados. Durante el periodo de transición del TLCAN la economía campesina productora de granos básicos se vio terriblemente golpeada. De la noche a la mañana por la negociación del TLCAN, o por la liberalización unilateral impulsada por el gobierno mexicano, los campesinos se encontraron en el mercado abierto, sin niveles de competencia en cuanto a rendimientos, infraestructura y subsidios ante la producción de Estados Unidos. Las importaciones estadunidenses a precios dumping, sin protección de aranceles o cuotas, inundaron sus antiguos mercados y no tuvieron a la Conasupo como mercado alterno, a la par que los apoyos estatales para la comercialización se orientaron a los grandes productores y a las empresas comercializadoras trasnacionales. Los precios internos al productor cayeron alrededor de 50 por ciento para maíz, frijol, trigo, sorgo, soya y arroz. El resultado fue que entre 1991 y 2007, de acuerdo con los Censos Agropecuarios, la familia campesina fue incapaz de sostener a 5.1 millones de trabajadores que participaban como parte de la fuerza de trabajo de la unidad familiar.
Los 2.8 millones de estos campesinos expulsados de la agricultura familiar pudieron colocarse como trabajadores eventuales en agroindustrias, la mayoría de ellas de exportación, como las productoras de moras, aguacates, jitomates, pimientos, en condiciones laborales algunas veces cercanas al trabajo esclavo, como han mostrado los jornaleros de Driscoll en San Quintín. Pero otros 2 millones no pudieron seguir en la agricultura y tuvieron que buscar empleos mal pagados y sin condiciones laborales en el país, o migrar a Estados Unidos, de donde ahora el presidente 45 amenaza con expulsarlos. El TLCAN fue el detonante de la cirugía demográfica en el campo.
No obstante, la balanza comercial agroalimentaria con Estados Unidos en los dos últimos años reporta un superávit de más de 3 mil y 5 mil millones de dólares, de manera respectiva, que enorgullece profundamente al gobierno mexicano. Las exportaciones de aguacate, fresas, frambuesas, zarzamoras, jitomates, pimiento, pepino y calabaza, caña de azúcar, ganado en pie y cerveza son los productos de punta y pueden considerarse ganadores del TLCAN, junto con las importadoras y comercializadoras de granos básicos, las productoras de ganado y aves, las trasnacionales mexicanas y extranjeras de alimentos y bebidas, en favor de quienes fue negociado el tratado. Desde la agricultura es inadmisible sacrificar aún más en aras de que el TLCAN se mantenga.