a economía nacional desde 1982 viene creciendo a 2.4 por ciento promedio anual, y por más cambios de gobierno y promesas de campaña (que volveremos a escuchar dentro de poco), no se retoman las condiciones de crecimiento que se dieron desde fines de los años 30, hasta 1981, cuando la economía creció a 6.2 por ciento promedio anual.
La economía se abrió al comercio internacional, al ingresar en 1986 al Acuerdo General de Aranceles y Comercio (lo que hoy es la Organización Mundial de Comercio). En 1990 se abrió la cuenta de capitales de la balanza de pagos, permitiendo la libre movilidad de capitales. Ello ha ido acompañado de las políticas macroeconómicas de estabilidad, que priorizan la austeridad fiscal, las altas tasas de interés, la estabilidad cambiaria, y se le han sumado las reformas estructurales de privatización y extranjerización de las empresas públicas. Tales políticas actúan en favor del capital financiero y en detrimento del sector industrial, agrícola, como de la generación de empleos formales, y de los salarios. Ello ha reducido la participación del Estado en la economía, e incrementado la desigualdad del ingreso. Los flujos crecientes de entrada de capitales, derivados de la extranjerización de la economía, como los que se canalizan a la Bolsa Mexicana de Valores y adquirir deuda pública (dados los diferenciales de interés entre México y Estados Unidos), llevan a la banca a expandir el crédito, el cual va sobre todo al consumo, o a la especulación, y poco a la inversión productiva, debido a que el mercado interno mantiene bajo crecimiento, dados los recortes presupuestales, como los bajos salarios y la desigualdad del ingreso. Ello ha llevado a que la demanda se traduzca en crecimiento de importaciones, y en presiones sobre el déficit de comercio exterior, lo cual recicla la entrada de capitales y frena el crecimiento económico. Al copar las importaciones el mercado nacional, se contraen las ventas de las empresas nacionales, así como la generación de empleo, lo que restringe su ingreso, e incrementa sus niveles de endeudamiento.
La economía nacional no tiene condiciones internas para el crecimiento. Ha venido dependiendo del comportamiento del precio internacional del petróleo, como de las exportaciones manufactureras, y de la entrada de capitales. Tales variables están actuando en forma negativa, y la dinámica de las exportaciones está en juego ante las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Las exportaciones manufactureras a Estados Unidos no han representado motor de crecimiento alguno, dados los altos componentes importados de éstas, los cuales seguirán. Sólo serán cambiados los insumos provenientes de China y del resto de Asia, por los que Washington quiere imponer en las negociaciones. México no tiene capacidad productiva para incrementar el valor agregado nacional de lo que produce, ni hay política industrial encaminada a ello.
En consecuencia, lo que ha frenado el crecimiento económico es: la apertura comercial, el libre movimiento de capitales, las altas tasas de interés, la disciplina fiscal, el hecho que se priorizó por mucho tiempo la estabilidad cambiaria, que llevó a que el peso estuviera apreciado y se redujera más la competitividad nacional. A ello se suma la creciente desigualdad del ingreso, dada la economía informal, los bajos salarios y la reducción de las prestaciones laborales, que reduce el mercado interno, aumenta la capacidad ociosa y desestimula las decisiones de inversión. Al favorecer la política económica al sector financiero y al rezagar al sector productivo, se ha incrementado el diferencial de niveles de rentabilidad ofrecidos por éstos, llevando a que los flujos de inversión se canalicen a lo financiero y no al crecimiento productivo, por lo que menos crece la economía y más se agudiza la concentración del ingreso.
Para retomar el crecimiento se tiene que priorizar la generación de empleo y el sector industrial y agrícola, como la distribución del ingreso. Ello requiere revisar la apertura comercial, como la libre movilidad de capitales, para poder bajar la tasa de interés, expandir el gasto público en favor de tales objetivos. Asimismo, se tiene que revisar el comportamiento de la banca y del sector financiero, los cuales deben ser funcionales a la generación de empleo, y al sector productivo.
Difícil es que un partido o candidato plantee dichas propuestas en la próxima campaña presidencial que se avecina, dado que ninguno cuestiona las políticas económicas predominantes, para ser bien vistos por los dueños del dinero. Al seguir la economía con la misma política económica, proseguirá el bajo crecimiento, el subempleo, la economía informal, los bajos salarios, la creciente desigualdad del ingreso, y el clima de violencia y delincuencia que crece en todo el país.