alifico como un golpe infame al pueblo y al gobierno de Cuba, de parte del presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, el hecho de anunciar su determinación de revertir las medidas de apertura política, diplomática y económica que concretaron en momentos históricos los presidentes Barack Obama y Raúl Castro Ruz, con aspiración a la eliminación del bloqueo del que ha sido víctima Cuba durante más de 50 años, y con el anhelo de la devolución de Guantánamo, aunque estos dos últimos temas no hubieran quedado explícitamente comprometidos en los primeros acuerdos.
El discurso pronunciado hace unos cuantos días por el presidente Trump como justificación de las medidas regresivas que pretende imponer a Cuba, es una copia al carbón de lo más irracional, fanático y sectario del anticomunismo de los años de la guerra fría.
El anuncio de la decisión unilateral de cancelar el turismo, las inversiones y las remesas hacia la isla, lo mismo que de la eliminación de la cooperación de gobierno a gobierno, son flagrantes medidas de presión que se enmarcan en una épica regresión, pues abandona los métodos diplomáticos y abandera el regreso a las sanciones que caracterizaron la peor época del bloqueo; condicionando, además, el regreso a las negociaciones a que Cuba se transforme en lo que desean las corrientes más recalcitrantes y ultras de la comunidad cubana que reside en Estados Unidos que, con tal de agredir al gobierno cubano al que se oponen, al parecer poco les importa afectar al pueblo que vive en la isla, con las medidas restrictivas que proclaman.
Es lamentable que Donald Trump cancele la prudencia política y la mesura diplomática tan aconsejables en toda confrontación, cuando en verdad se busca llegar a buenas negociaciones, convenientes para las partes en pugna, como ocurrió con Barack Obama y Raúl Castro. Por ello se impone evaluar la crucial importancia de lo que está siendo abandonado por parte del presidente estadunidense, quien antes de pensar y de asumir actitudes bélicas, el gobierno que él encabeza debería practicar una actitud de prudencia, mesura, alta política y buena diplomacia. Una buena ruta sería convocar a una reunión cumbre binacional, con carácter urgente, para revisar, puntualmente, los acuerdos firmados, en los que, por cierto, la actual embajadora estadunidense en México, Roberta Jacobson, tuvo un desempeño de la mayor importancia, en las negociaciones binacionales con los políticos y los diplomáticos cubanos, y que bien podría contribuir de nueva cuenta, positivamente, a restablecer el orden, ante el reciente y penoso anuncio del señor Trump.
En segundo lugar, debería verificarse el cumplimiento de los compromisos contraídos por ambas partes, poniendo sobre la mesa sus respectivos calendarios y hojas de ruta, con el fin de proseguir en los avances hacia la plena distensión, teniendo como medios la activación de los flujos económicos, sociales y culturales, hacia la normalización de las relaciones en todas las áreas, entendiendo que se trata de un proceso gradual, pero que debe ser permanente, para ir perfeccionando, ordenando y sistematizando los avances, en cuanto a las actitudes, medidas y políticas públicas de ambos países, para lograr el fin, que es la fructificación y el progreso derivados de los acuerdos tomados, y de los nuevos que deberán tomarse, con las correspondientes acciones que de éstos devengan, para que arribe, en serio, el desarrollo y el progreso ansiados.
Lo que no es correcto ni justo, y por ende no es aconsejable, es que se retorne a la barbarie de las agresiones salvajes, verbales y concretas, cuando ya se había arribado a una política de buen entendimiento, y a sendos acuerdos, inteligentes, entre países otrora irreconciliables, de cara a la modernidad democrática que se vive en casi todo el mundo, y en busca de más justicia y más libertad.
Luego entonces se imponen la prudencia y la mesura, el raciocinio, las buenas maneras y el cumplimiento de los compromisos plasmados en los acuerdos pactados, para seguir avanzando y para evolucionar en la búsqueda de más acuerdos y de más progreso en la aplicación de los mismos, con un Sí a la evolución tan deseada y con un No a la involución tan dañina por retrógrada.
Sin soslayar el análisis de la revolución cubana, justo es recordar, ahora, que en Cuba, país respetable y de grandeza, de luces y de sombras, pero ejemplo en muchos aspectos, se ha librado una enorme lucha emancipadora a lo largo de los últimos 60 años. Negar los formidables logros cubanos de las ultimas cinco décadas sería tan grave y tan injusto como ignorar los rezagos y los retos que tiene que afrontar el país hermano. Nos alegran y estimulan sus éxitos y nos entristecen y duelen sus fracasos, sus errores, la cerrazón o las agresiones de las que son objeto. Por ello mismo, quienes hemos vivido cercanos al proceso de evolución de la revolución cubana debemos expresarnos para decir No a las agresiones a Cuba, y para decir Sí a la evolución de Cuba en todos los órdenes.
Independientemente de la posición que se asuma en torno de los importantes temas de los derechos humanos y políticos, que por supuesto deben otorgarse a plenitud en todo el orbe, y han de confirmarse en la isla, lo mismo que en el tema de la apertura económica hacia adentro y hacia afuera, a las inversiones financieras, y a los derechos de las y los cubanos para vivir con mayor bienestar, e incluso en el delicado asunto que se refiere a la libertad de los presos políticos, a los que se ha referido el señor Trump, para justificar su nefasto revés.
El tiempo actual es para estar alertas y atentos, y la circunstancia presente es para defender a Cuba como defendemos a México, ante determinaciones tan negativas como esta de Donald Trump, a quien le decimos: ¡Alto a las agresiones a México y a Cuba!, al tiempo que recomendamos, respetuosamente, a Cuba: ¡Sigan adelante con sus reformas y con su apertura para alcanzar las metas de bienestar y desarrollo a las que aspiran, en un marco de apertura ante el mundo!
Siempre será mejor un puente humanitario y justiciero, con visión innovadora y de largo aliento –como deseamos los mexicanos– que un nefasto, dañino y perverso muro imaginario en la frontera caribeña de Estados Unidos, como el que en concreto y de acero pretende Trump construir en los límites con México.
A Beatriz Paredes Rangel, excelente política y diplomática, por sus magníficos desempeños como embajadora de México en Cuba y en Brasil.
* Heriberto M. Galindo Quiñones ha sido embajador en Cuba; cónsul general en Chicago y diputado federal en dos ocasiones.