Sábado 17 de junio de 2017, p. a16
En los estantes de novedades discográficas esplende un diamante: Frank Zappa. Joe’s Camouflage, la más reciente de las recopilaciones póstumas realizadas por Gail Zappa (1945-2015), esposa del músico.
La serie de recopilaciones Joe
se inició en 2004 con el volumen Joe’s Corsage y contiene material igualmente muy valioso y revelador, pues rescata los demos y ensayos de lo que sería el disco debut de Franz Zappa (1940-1993) en 1966: Freak Out, con su banda The Mothers of Invention.
Toda la serie lleva el vocablo Joe en honor al archivista musical Joe Travers, gracias a cuya dedicación, curaduría y esmero, tenemos materiales inéditos en torno a una de las figuras centrales de la cultura rock.
Resulta inevitable: hablar de Frank Zappa implica un ejercicio de homenaje, crítica, veneración y proselitismo, todo al mismo tiempo, porque tenemos en él al ejemplo transparente del artista de quien todos hablan pero pocos realmente conocen.
Inclasificable. Ese es la etiqueta para quienes gustan encasillar.
Humor. Es el elemento distintivo de la música de Frank Zappa. Un sentido del humor muy peculiar, raro, excéntrico, único. Pariente de Groucho Marx, Lewis Carroll, Franz Kafka, Allen Ginsberg. Su sentido de la ironía es fantástico. Es tan genial que amerita un chistorete: decir nonsense al hablar del arte de Frank Zappa no tendría sentido. (jejeje).
Vivaz. Cualidad zappiana por excelencia. Lo suyo es el alegre desmadrito, como en la secundaria y es su manera de desplegar su genialidad.
Su gusto por las combinaciones instrumentales tipo combos lo aproxima a, por ejemplo, Carla Bley en su exuberante disco Social Studies, de 1981 y en particular a la pieza maestra de ese álbum: Reactionary tango. Ahí se dan la mano Carla Bley y Frank Zappa, en un territorio de la música donde ironía, gozo, dificultad técnica extrema y calidad musical habitan el único territorio donde todo eso es posible: el territorio de la libertad.
Regresemos a la serie Joe: el segundo volumen que lanzó el archivista musical Joe Travers se tituló Joe’s Domage, un álbum en vivo lanzado (también póstumamente a Zappa) en 2004.
El tercero de la serie Joe está ahora en los estantes de novedades discográficas y es el mejor de todos: Joe’s Camouflage, lo último que hizo en vida Gail Zappa.
Entre los muchos valores de este álbum es que se trata de un ensayo. A quienes hemos tenido el privilegio de asistir a ensayos, de pronto no sabemos qué es mejor, si el ensayo o el concierto.
(Por cierto, la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Ofunam) abre al público sus ensayos de los sábados a las 10 de la mañana, no se los pierdan. La recomendación viene al caso por lo siguiente:)
Y no sabemos si es mejor el ensayo que el concierto porque en el ensayo nos podemos meter hasta la cocina. Es como si James Joyce nos mostrara sus borradores de Ulises.
Además, los ensayos suelen ser muy divertidos. Los músicos forman una especie única, de la cual Darwin se sentiría muy satisfecho.
Durante las sesiones de preparación, asistimos a la construcción de las frases, a la manufactura de las melodías, al acomplamiento de los instrumentos entre sí.
Este disco entonces, Joe’s Camouflage, es sumamente divertido.
Muestra un ensayo, y fragmentos de otros ensayos, del grupo Camouflage, una de las varias bandas que tuvo Zappa después de su inigualable The Mothers of Invention.
El que la banda Camouflage no haya logrado grabar el disco que ensayaron, ensancha el valor de este álbum, pues tenemos aquí el material, hasta hoy inédito, y en su condición embrionaria.
Tampoco el grupo duró. Tenemos los materiales ahora gracias a que el guitarrista, Denny Walley, se ocupó de grabar en casete las sesiones de ensayo, mientras era también protagonista.
La riqueza y variedad de los materiales se enaltece con la participación de Novi Novag, quien ejecuta la viola de manera insólita. Un escucha desaprevenido juraría estar oyendo un riff de guitarra.
Ahora que dije riff, entre las virtudes, innumerables, de la música de Frank Zappa está la condición ya dijimos libertaria de sus obras. No sigue el camino fácil, cómodo y conocido de temas motívicos, desarrollo y riffs, sino inventa senderos asombrosos por su identidad variopinta. Ah, no renuncia tampoco a la presencia de alguno que otro momento parecido a un riff, o un breake, a los que tienen acostumbrados los grupos de rock a sus acólitos.
Las notas en el cuadernillo del disco son deliciosas. Están redactadas en el más puro estilo Frank Zappa: aliteraciones, juegos de palabras, irreverencias, chistoretes, nonsense, invenciones varias.
De repente suelta: se trata de algo que nunca imaginamos: una banda falsa que toca una música falsa
, que interrumpe sus decires a cada momento, como se hace durante un ensayo de orquesta, y entre broma y serio van armando algo que no es nada parecido a, sino que es en la realidad una obra maestra.
He aquí, entonces, una obra maestra inédita del maestro Frank Zappa.