a falta de equidad en la pasada elección del estado de México nos recuerda un viejo cuento de tiempos del circo romano. El emperador informó que habría una lucha a muerte entre un cristiano y un león; las reglas de la pelea eran que el cristiano debería estar enterrado hasta el cuello y sin arma alguna, mientras el león estaría entrenado y suelto. Al iniciar la desigual disputa, el león corrió para devorar al contrincante. Por algún motivo derrapó y pasó por encima de la cabeza del cristiano, que aprovechando esto lanzó un mordisco a las partes nobles del animal, quien se revolcó de dolor. Entonces el emperador y el público presente lanzaron un grito al unísono: ¡Juega limpio... respeta las reglas..... no sabes perder!
Cualquier observador medianamente objetivo y razonable reconoce que la elección del estado de México fue sucia, desigual e ilegítima. El fraude por demás demostrado y expuesto públicamente, se fraguó en tres etapas: antes, durante y después de la elección. En un primer tiempo se crearon las condiciones para contar con árbitros a modo, se utilizaron los recursos del estado para comprar a los electores, se movilizaron las estructuras del gobierno federal encabezado por Peña Nieto, del gobierno estatal con Eruviel Ávila y de los municipios mediante los alcaldes priístas, para acompañar y apoyar al candidato de la coalición gubernamental Alfredo del Mazo. Las campañas sucias estuvieron a la orden del día: llamadas en la madrugada a los ciudadanos dizque a nombre de Delfina Gómez, candidata de Morena, para provocar enojo en los votantes; volantes, espectaculares y mantas acusando a la maestra de cometer delitos en Texcoco, cartas apócrifas del Instituto Electoral local y Fepade pegadas en las puertas de miles de casas en los municipios del Edomex.
El día de la elección se pusieron en práctica múltiples maniobras, algunas ya históricas y otras nuevas: acarreo de votantes, compra del voto, relleno de urnas; grupos de provocadores para infundir miedo y desalentar la votación. Los ciudadanos observaban cómo a las casillas llegaban grupos de votantes acompañados por coordinadores con listado en mano; afuera de las mismas había personas que iban tomando nota de los que llegaban a votar, luego se pasaba el reporte de quienes eran los faltantes y se enviaba gente para acarrearlos a votar. Es fácil reclamar a los votantes movilizados que acataran la consigna de votar por el PRI, sin embargo, es tanta la necesidad, la pobreza, el temor a las represalias, que optan por someterse.
Por ello, es ingenuo afirmar que el voto es libre, sólo porque se emite bajo un protocolo de supuesta secrecía dentro de la mampara. La coacción se da desde antes. De aquí que la mayoría de los votos priístas se haya dado en donde las poblaciones son más pobres e indefensas.
Es obvio que el priísmo y el gobierno apuestan en este momento, al desgaste y al olvido de la población, como lo han hecho siempre. Pero en la actualidad podemos ver que sus tácticas son cada vez más expuestas, visibles y cínicas, lo que ha provocado una pérdida de confianza y prestigio entre la ciudadanía. Aún con sus maniobras, el PRI perdió 50 por ciento de los votos que obtuvo en la elección pasada. El gobernador del estado perdió incluso en su municipio natal, Ecatepec. Como lo advierte Alberto Aziz, el PAN y el PRD obtuvieron en votos, 1 por ciento menos que en la elección de 2011.
Después de la elección se puso en práctica el aparato estatal y todas sus instituciones electorales, para impedir a toda costa el adecuado recuento de los votos. Para muestra, un botón: en el distrito de Naucalpan, con la sola apertura de 98 paquetes electorales, se acreditaron alrededor de 7 mil votos negados a Morena. ¿Cómo se lo explica usted? En esta etapa del proceso se exhibieron inmediatamente las contradicciones: en cinco municipios donde supuestamente arrasó el PRI, se dio un porcentaje de participación de los electores totalmente inexplicable, de 64 a 66 por ciento, cuando el promedio estatal es de 52 por ciento.
Hoy como nunca, los observadores internacionales, incluyendo medios de comunicación como el New York Times, advirtieron de una elección ilegítima que tendrá consecuencias para la operación del propio gobierno, si este se impone sobre la voluntad popular.
Este gigantesco rechazo al priísmo y sus aliados, tiene una explicación clara, sustentada en la situación desastrosa que impera en el estado de México, que después de 80 años de priísmo está cada vez peor en todos los indicadores: inseguridad, corrupción, pobreza y destrucción ambiental, entre otros. Da miedo ir al estado de México
decía un joven abogado, Adrián Sergio, después de cuatro asaltos en tres meses en las combis que circulan en Ecatepec. Los habitantes de los 45 municipios han sufrido durante años de los constantes atracos en las calles, combis y camiones; otros, con más recursos, se indignan al tener que pagar una cuota excesiva en la supervía, ya que saben que además de su costo, están subsidiando la corrupción.
En este escenario, es evidente que la llamada transición democrática ha fracasado. Que las reformas electorales que supuestamente lograrían la equidad en las contiendas, han sido burladas, que los órganos electorales no tienen credibilidad alguna, que la indignación crece hasta límites insospechados y que los gobiernos se sustentan en un apoyo cada vez más débil de la ciudadanía. Obviamente, el gobierno entiende este hartazgo y aún así aplica la política de ganar como se pueda, porque sabe que de otra manera no puede lograrlo. Este apego al poder y a los negocios que bajo su manto generan, deja en vilo no sólo el presente sino el futuro de nuestro país.