e acuerda de cuando las aeronaves de México
eran propiedad del gobierno y solían llegar puntualmente a su destino? Como tantas otras cosas, cuando pasaron a manos privadas se echaron a perder... tal fue el caso también de los puertos aéreos (aeropuercos
les llaman algunos...)
Pero de un tiempo acá las cosas cambiaron: si estaban mal ahora están peor...
Con buen humor, como una prevención para no montar en cólera, aquella ejecutiva de una trasnacional, antes de despegar, juntó sus manos y dijo en voz no tan baja:
El retraso nuestro de cada día, Señor, dánoslo hoy...
Mi vecino de asiento en mi último vuelo, viajero muy frecuente, presumía de haber llegado a la cifra de 36 vuelos seguidos con retrasos más o menos largos. Supongo que el día que su vuelo llegue a tiempo no lo va a creer.
Siga así
, le dije, y a lo mejor le dan una medalla a fin de año.
Lo cierto es que yo no canto mal las rancheras y, al paso que vamos, a lo mejor lo alcanzo.
¡Empiezo a sospechar que los muy jóvenes de hoy no saben lo que es que un vuelo llegue a tiempo!
Lo curioso es que las líneas
suelen echarle la culpa a congestiones aeroportuarias, generalmente de la Ciudad de México, aunque el vuelo sea de Guadalajara a Monterrey (que tuvo dos horas de retardo), pero en los aeropuertos informan que 64 por ciento de los retrasos son imputables a las empresas voladoras.
Mi regreso de Monterrey tuvo otra demora parecida, pero esta vez fue porque a la hora de salir no había tripulación
y se tuvo que esperar a que llegara no se sabe de dónde.
No cabe duda de que ello es muestra de la pésima organización y la voracidad que lleva a ahorrarse la contratación del personal necesario.
Una diputada por Jalisco, chiquita de estatura, pero de grandes vuelos, víctima también de esta prevaricación, ha emprendido algunas arremetidas contra tales usos y abusos, y parece que su gestión empieza a crecer. Tal vez valga la pena de que, todo el que pueda, aporte su granito de arena. El daño que causan tales voraces empresas resulta ser mayúsculo: independientemente de los contratiempos particulares que a veces son graves, en su conjunto la enorme pérdida de horas-hombre (o mujer) constituye un grave daño que, si bien no se percibe, afecta al conjunto de la sociedad.
No se trata de un problema con una empresa privada que, a fin de cuentas, puede hacer lo que quiera con sus bienes, se trata de un servicio público de primera importancia y es obligación del Estado cuidar que se ofrezca en la forma correcta.
Tal vez sea un buen ejemplo de que la privatización desabocada que padecemos debería de rectificarse y, en algunos casos, como éste, echar marcha atrás.
Lo mismo podría decirse de los aeropuertos y otros servicios que han pasado a manos privadas y se ha perdido de vista que son precisamente eso: servicios públicos.
Tómese esto como una tímida sugerencia para la Asamblea renovadora del PRI que se está cocinando para agosto, además de que supongo que deberían de tomarla en cuenta todos los partidos que se dicen ser defensores de la generalidad de la población, aunque los tilden de populistas
. Finalmente no hay que tenerle miedo a las palabras, máxime cuando provienen de sectores muy conservadores.
Para Mirza Flores Gómez