ara mi sorpresa, mañana comienza en la Universidad Iberoamericana (Uia) la Jornada de la OEA y el Sistema Interamericano: derechos humanos, democracia y estado de derecho, que también cuenta con el auspicio del Instituto Matías Romero. Otro jalón en el frenesí de actividades impulsadas por Washington y su ministerio de colonias contra la independencia, la soberanía, el bienestar y la estabilidad política de la República Bolivariana de Venezuela. Cómo no me va a sorprender, pues esa universidad, sobre todo en el periodo del rector David Fernández Dávalos, ha hecho importantes esfuerzos por vincularse a las causas populares, a la defensa de los derechos de los pueblos indios, de los maestros democráticos, de la educación pública, de los luchadores sociales y de los derechos humanos en general, con énfasis en los sociales.
La OEA, hay que repetirlo, es un instrumento creado por Estados Unidos para justificar sus políticas de explotación, saqueo, intervención y golpes de Estado en América Latina y el Caribe. Dejando a un lado la retórica, recientemente la función casi única del organismo dirigido por el mercenario Luis Almagro es coordinar las acciones diplomáticas dirigidas a justificar y encubrir el plan de derrocamiento del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, concebido por el Comando Sur de las fuerzas armadas yanquis.
Unido a ello, la destrucción de la revolución bolivariana y el baño de sangre al chavismo, su revolucionario sujeto motor; apoderarse del yacimiento de hidrocarburos mayor del mundo y debilitar al conjunto de gobiernos que como Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador y Cuba sostienen posturas de independencia nacional, justicia social, unidad e integración latino-caribeña.
Si no fuera por su utilidad para los egoístas y genocidas intereses del imperio ningún acto académico se ocuparía de la OEA, a menos que fuera para denunciar sus crímenes, argumentar todo el daño que ha hecho contra nuestros pueblos y explicar por qué su mejor destino, cuanto antes, es el basurero de la historia. Pero no es ese el caso de la jornada que inicia el viernes en la Uia. Allí están programadas dos mesas sobre La Situación en Venezuela y llama la atención que entre sus participantes no haya uno solo de tantos académicos relevantes comprometidos con la revolución bolivariana en México, Venezuela, América Latina, Europa y Estados Unidos.
Justo el lunes 5 este diario publicaba una declaración de apoyo al presidente Nicolás Maduro y rechazo a los planes intervencionistas de Estados Unidos en Venezuela, firmada por intelectuales y académicos de relieve mundial de más de 30 países. Endosada por Pablo González Casanova, Víctor Flores Olea, John Saxe-Fernández, Ana Esther Ceceña, Emir Sader, Samir Amin, Atilio Borón, Frei Betto, Martha Harnecker, Theotonio dos Santos, Joao Pedro Stedile, Roberto Fernández Retamar, Michael Lebowitz y Silvio Rodríguez, entre otros cientos, el documento no deja duda sobre el firme apoyo que conserva la Venezuela bolivariana y chavista entre la comunidad intelectual.
Sin embargo, ni ellos ni ninguno de los que piensan como ellos estarán presentes en la Uia, sino al contrario, académicos de reconocida trayectoria contra el gobierno de Maduro. Vaya diversidad y pluralidad de ideas. Parecida a la que mantiene la mayoría de los medios de comunicación de México en relación con Venezuela, repetidores del mendaz y cínico libreto de Colonial News Network, expresión para referirse a CNN que tomo prestada de mi querido amigo John Saxe-Fernández.
Muy modestamente me permito sugerir que por más derechista y neoliberal que sea el gobierno de México, lo que estaría en su mejor interés y no se diga del pueblo mexicano, sería tratar de enfriar la creciente hostilidad contra Venezuela que se está respirando en los círculos oficiales, empresariales y mediáticos del país. México siempre fue un líder latinoamericano por su política de no intervención, respeto a la soberanía de los demás países y apego a la solución pacífica y dialogada de los conflictos. Ganó un inmenso respeto precisamente cuando votó contra la expulsión de Cuba de la OEA y no rompió relaciones diplomáticas con la isla.
Sería doloroso ver que la Asamblea General de la OEA en Cancún se convierta en un campo de batalla entre los gobiernos de Venezuela y México, en lugar de un espacio propiciatorio del diálogo, vía única existente como alternativa a la guerra civil en la patria de Bolívar, por eso tan defendida por el papa Francisco.
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