casi una semana de finalizar la 70 edición del festival de Cannes y una vez disipado el humo de la contienda, el punto de vista no ha cambiado: la sección oficial se veía mucho mejor sobre el papel que en pantalla. Varios cineastas tenidos por infalibles o, por lo menos, promisorios –Bong, Haneke, Haynes, Lanthimos, Loznitsa, Mundruczó, entre otros– presentaron sus películas más débiles. El efecto fue de decepción generalizada. Tal vez el nivel no fue tan bajo, pero las expectativas fueron muy altas, sobre todo en contraste con la calidad de la competencia del año pasado.
Si sumamos las contadas películas meritorias de Cannes a las poquísimas de la Berlinale, se deduce que 2017 será un año de pobre cosecha cinematográfica, a menos que las cosas mejoren de manera significativa para el circuito de festivales de otoño.
Por otro lado, la gran controversia del festival fue el caso Netflix. ¿Realmente pueden concursar títulos que no se estrenarán en salas, sino en su plataforma digital? Una discusión un tanto bizantina, si tomamos en cuenta la velocidad con la que ese tipo de servicios se ha impuesto como la forma más práctica –no la mejor– de ver cine. Además, no es la primera vez que Cannes echa mano de productos destinados para la televisión. Recordemos que en 2013 compitió la película Behind the Candelabra, de Steven Soderbergh, un día antes de exhibirse por el canal HBO en Estados Unidos. Y nadie dijo nada. Los exhibidores franceses en esa ocasión se quedaron calladitos.
En todo caso, tanto Okja, del coreano Bong JoonHo, y The Meyerowitz Stories, de Noah Baumbach, se apreciarán pronto en Netflix, cosa que no ocurriría si nos atuviéramos al ritmo normal de distribución y exhibición nacionales. Son películas que perderán poco en su paso a la pantalla doméstica, la verdad.
Por lo pronto, aunque las producciones de Netflix no obtuvieron premios, la televisión pareció haber ganado la partida en Cannes. Prueba de ello es que dos cineastas de prestigio, previos ganadores de la Palma de Oro, Jane Campion y David Lynch, presentaron en funciones especiales algunos episodios de sus más recientes trabajos para la televisión de cable: Top of the Lake: China Girl y Twin Peaks, respectivamente.
Quien sí aprovechó todo el potencial de un nuevo medio fue Alejandro González Iñárritu. Su instalación de realidad virtual titulada Carne y arena, recreación vívida de un cruce de indocumentados por el desierto, fue vista por relativamente poca gente, pero fue uno de los sucesos más comentados del festival. Pocas veces se tiene la oportunidad de ver el nacimiento de una nueva forma de expresión dramática.
La realidad también se impuso al carácter festivo del aniversario por el tema del terrorismo. Desde el primer día se hizo evidente que el acceso a las salas y el Palais del festival sería un proceso lento y minucioso de revisión, cuestión que se acrecentaría después del atentado de Manchester. Incluso, eso motivó la cancelación de los fuegos artificiales con que se pretendía coronar la Soirée del 70 aniversario.
Sin embargo, la consecuencia más grave de la paranoia es que muchos compradores de Estados Unidos, al igual que el año pasado, cancelaron su asistencia. Por tanto, el Mercado del Filme se reportó lento y poco activo, fenómeno también debido a un alza generalizada de los precios. Ante la polarización del mercado y el dominio del blockbuster hollywoodense, los distribuidores pequeños no estaban tan dispuestos a arriesgarse.
Si bien la organización del festival no tiene nada qué ver en el asunto climatológico, obviamente, sí pudo presumir una edición muy soleada y calurosa, donde las lluvias se ausentaron de principio a fin. Tal vez fue lo único que se pudo festejar sin reservas.
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