Sábado 3 de junio de 2017, p. a16
Melodía, contrapunto y groove.
Ese es el autorretrato de un joven músico de quien el mundo hablará más conforme pase el tiempo y se acumulen sus obras.
Misha Mullov-Abbado es quien así se autorretrata.
Con esos tres elementos, dice, puedo comunicar las diferentes partes de mi personalidad, desde mi sensibilidad extrema hasta mi estado sentimental, la alegría y el éxtasis, la excentricidad y lo no convencional
.
Misha estuvo en México el 8 de abril con su Sexteto y dejó extasiada a una multitud que colmó el Antiguo Palacio de Medicina.
Ahí el Disquero adquirió su álbum New Ansonia, pues Misha y sus compañeros viajaron con ejemplares de ese disco y hace unos días apareció en iTunes su nuevo trabajo: Cross-Platform Interchange, lo cual conforma ya un corpus de obra que permite una análisis completo de un artista en pleno ascenso.
La Jornada no es el único medio que apuesta por Misha. Varias publicaciones europeas de prestigio dan por hecho que se trata de un músico fuera de serie y será muy pronto un referente.
Su fresco y sorprendente lenguaje artístico coloca su interpretación entre el jazz y la música de cámara.
De los tres elementos que eligió para crear música, los dos primeros son harto conocidos: melodía y contrapunto, si bien su conjugación no se da en maceta, pues la melodía suele apoyarse en patrones rítmicos y el contrapunto es materia de iniciados.
El tercer elemento distingue el estilo poderosísimo, encantador y con el que pasará a la historia Misha: groove.
Se trata de un vocablo de invención reciente (27 años en la línea del tiempo de la música, es vita brevis) y cuya naturaleza alude al ritmo pero en intensidad creciente. Groove equivale a sentir, pulsar, vibrar, expandir el sonido, hacerlo crecer como remolino. Esa sensación es única, equivale a huella dactilar.
El groove que posee Misha es irresistible, encantador, magistral. Mágico.
Ese término, groove enriqueció el vocablo clásico swing, cuyo significado y efectos conocen más los escuchas atentos.
Ambos, groove y swing, atañen a la sección rítmica de toda banda u orquesta y que incluye, en esa condición rítmica, por supuesto a la batería, pero también al bajo y al piano.
Ah, la combinación de juventud y sabiduría suele ser inusual pero en la banda de Misha es idiosincrasia. Todos los integrantes del sexteto son, a su tierna edad, maestros consumados:
Matthew Heard deslumbra con su sax alto, mientras James Davison escala notas increíbles en su trompeta, Sam Rapley hace respirar clepsidras en su sax tenor, Liam Dunachie espejea a Thelonious Monk en el piano, Scott Chapman deslumbra con su batería, convertida en instrumento barroco, y Misha dirige esas acciones de maestros desde el sonido cálido de su contrabajo acústico.
Es momento de reiterar que Misha es hijo de dos semidioses del Olimpo de la música: la extraordinaria violinista rusa Viktoria Mullova (Moscú, 1959) y de uno de los grandes directores de orquesta de la historia, Claudio Abbado (1993-2014).
En julio de 2015, Misha escribió en las notas al programa de su disco Ansonia: “no lo vi lo suficiente, aún así me proveyó de mucha inspiración musical. El día previo a su muerte le escribí una pieza: Heal me on this Cloudy Day, que hicimos sonar en su funeral”.
Es una obra de gran belleza y está incluida precisamente en su disco Ansonia: suena a eternidad y en ella participa Viktoria Mullova, cuyo violín parece flotar entre las nubes blancas de sonido.
El significado más profundo del término Groove tiene que ver con la intuición.
Se trata de una sensación intuitiva que comprende patrones rítmicos, ya suaves, ora intensos, y pone ciclos en movimiento.
Esa es la naturaleza íntima de las composiciones de Misha Mullov-Abbado y por eso fascina a las audiencias.
Sus hasta ahora dos discos son hermanos gemelos. Ambos inician con paz interior. Soliloquios en contrabajo acústico que nos ponen en órbita de inmediato.
En el primer disco, Ansonia, lo primero que se escucha, antes del primer riff de Misha, es el canto de las aves en el amanecer.
En el segundo, Cross-Platform Interchange, lo primero que escuchamos es el brillo del sonido de una campana tibetana tan pequeña y prística que cabe en los dedos de una mano: se coloca mediante tirantes en los dedos índice y pulgar y se entrechocan sus pabellones, que son una suerte de platillos metálicos y recibe el nombre de crótalos tibetanos (no confundir con los crótalos de madera de las bailarinas de flamenco, y sí parecidos a los crótalos de metal que utilizan las bailarinas de danza árabe), cuyo efecto causa paz interior. Esas campanas tibetanas, de hecho, se utilizan para practicar meditación.
Shanti Bell se llama la composición que abre el segundo disco de Misha, siendo shanti un término budista que significa precisamente paz interior.