Opinión
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Aire que el aire lleva
N

ostalgia de la poesía gaditana de Rafael Alberti cuando llega a Buenos Aires. Y le canta al aire, en estas semanas ecocídicas de contingencia ambiental en Ciudad de México.

Arrebol,/ revolverá de arreboles/ o en un moreno girasol,/ farol entre los faroles./ Ya aparece,/ ya se escapa, ya se eleva,/ ya anochece o amanece/ desde el fondo de una cueva,/ ¡Aire, que la lleva el aire!/ ¡Aire, que el aire la lleva!

Qué de añoranzas con el telón de fondo de esta “contingencia ambiental (La Jornada, 23/5/17) casi permanente en Ciudad de México y el territorio nacional salpicado de protestas por la construcción de megaproyectos, el establecimiento de mineras y otras obras dañinas para el medio ambiente y el tejido social de las regiones afectadas” todavía a punto de cumplirse un siglo el poeta entrañado con lo Andalus cantaba:

El primor,/ la gracia de los primores,/ como una brisa quebrada/ contra el junco de una flor o un relámpago de flores/ Alada brisa salada./ Brasa viva,/ pájaro que ardiendo vuela/ lumbre que embiste y se esquiva/ como un toro de candela/ libre y a la vez cautiva.

Qué de contrastes con estas contingencias ambientales en la capital del país y áreas conurbadas en la situación tremendamente compleja que vive el país en el ámbito ecológico que difícilmente podrá resolverse por medio de una ley, toda vez que es consecuencia de un modelo de desarrollo equivocado, de la corrupción imperante en las oficinas públicas, estrategias improvisadas y una patente ausencia de voluntad política en todos los niveles de gobierno y la aplicación de la legislación existente y vigente a poderes fácticos por lo visto incontrolables (ídem).

“Cuántas veces. Oh Cádiz, te habré visto/ unida al coro blanco de tus puertos,/ casi en el aire, címbrate toda,/ sobre el óvalo azul de tu bahía./ Bailan desnudos tus antiguos hombros,/ bailan desnudos tus combados brazos,/ bailan desnudas tus caderas largas,/ tu grácil vientre y tus preciosas piernas.”

Fernando Césarman, mi entrañable maestro y amigo, ha gritado desesperado que el impulso de muerte freudiano está colocado en el ecosistema, esto ha generado lo que llama una situación ecocídica. Son de mencionar en esta línea sus libros Ecocidio permitido, Paisaje roto, Ecocidio la destrucción del ambiente, Crónicas ecológicas, Neblumo, La piel de la tierra, Yo naturaleza, Ecocidio urbano, La nueva espada de Damocles. Iván Restrepo y Homero Aridjis han denunciado a su vez la carencia del agua y del aire. La ciudad sin agua y sin aire. El cuerpo de los citadinos empieza a resentir los estragos de esta contingencia; somnolencia, ahogo, infecciones, etcétera, etcétera. Somos agua los que la tenemos al alcance. Sufrimiento cotidiano de los que carecen de ella. Agua para beber, para limpieza, limpiar la tierra. Muchos viven con el agua a gotas, marginados del agua. Termino con Rafael Alberti, como volar sin dormirse en el vuelo y no pisar la tierra;

“Diestra en quebrar la delgada cintura,/ en repicar los platillos sonoros;/ como volar sin dormirse en el vuelo,/ en no pensar al pisar en la tierra./ Ven, que te sueñan tus gracias remotas./ Las gaditanas sonrisas no han muerto./ Del barandal de los finos balcones/ cantan abiertas sus sales floridas.”