El costo de la locura
éxico destina uno de los menores presupuestos del mundo a las enfermedades mentales, lo que se refleja en un alto costo para la sociedad en materia de salud, equilibrio familiar y baja productividad, ya que 26 por ciento de la población ha sufrido cuando menos un evento de trastorno mental en su vida, lo cual le impide trabajar y vivir sanamente.
Mientras Estados Unidos y Europa canalizan más de 5 por ciento de sus inversiones en salud a la atención de enfermedades mentales, en México se destina menos de uno por ciento a éstas, lo que representa un médico por cada 100 mil habitantes, nivel semejante al de los países africanos pobres.
Resultado de esa baja inversión, explica Jesús Ramírez-Bermúdez, destacado especialista en neurosiquiatría, con conocimiento integral y enciclopédico del problema, las enfermedades mentales no se han atendido adecuadamente, lo que se mide mediante diversos indicadores, entre los que se encuentra el suicidio. En México los suicidios aumentaron 61 por ciento entre las décadas de 1980 y 1990 del siglo pasado, mientras en Estados Unidos disminuyeron 5.3, en Japón 14.3 y en China 17.2, de acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud. Además, mientras en 1990 se suicidaban en nuestro país 5 hombres por cada 100 mil habitantes, en 2002 aumentó a siete varones por cada 100 mil habitantes.
Para colmo de males, ese tipo de enfermedades tienen una connotación negativa, casi de tabú, dentro de la familia y la sociedad. Al trastornado mental se le ataca, se le esconde y no se registra, como si la familia mexicana fuera perfecta. Este es otro fenómeno que también influye en el bajo nivel de tratamiento de las enfermedades mentales.
De los males mentales, 14 por ciento son trastornos de ansiedad, 7.8 por uso de alcohol y drogas, 7.2 por depresión, 3 por déficit de atención, 1.9 por trastorno bipolar y uno por esquizofrenia. Esas enfermedades son de las más representativas.
El trato a los enfermos mentales en México es reflejo del que el gobierno da a la sociedad, lo cual nos habla del desprecio de los políticos a los ciudadanos en materia de salud.