ace unos años comentamos la aparición del libro El agua y la Ciudad de México-De Tenochtitlan a la megalópolis del siglo XXI, obra fundamental para conocer a fondo el problema del líquido en nuestra macrourbe. Lo editó la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El autor es el arquitecto Jorge Legorreta, quien falleció hace un lustro dejando un vacío en la batalla por restituir y preservar ese recurso esencial. Su abastecimiento se encuentra en grave riesgo por los desastres que hemos llevado a cabo en su manejo y utilización.
La tragedia comenzó desde la conquista, cuando se destruyeron las obras hidráulicas que habían realizado los mexicas en Tenochtitlan. No llevaba ni un siglo de vida la ciudad que se levantó sobre las ruinas de la urbe prehispánica, cuando se comenzó a sacar el agua de los lagos que le daban vida a la prodigiosa cuenca.
En cuatro siglos desecamos cinco lagos; esta riqueza hídrica se alimentaba del agua de 45 ríos, 12 de ellos perennes, de manantiales y del abundante líquido que cae del cielo. Los caudales de ríos y manantiales se entuban, enviándolos al drenaje, en donde se mezclan con las aguas negras y se sacan de la cuenca.
El libro nos da a conocer que la Ciudad de México tiene el mayor de los abastecimientos de líquido del mundo: 72 mil litros por segundo, equivalentes a 360 litros diarios por habitante. Paradójicamente, padece también de los más elevados déficit de agua potable para sus habitantes, estimado en casi 5 millones de sus alrededor de 22 millones de pobladores.
Un par de años antes de morir publicó otro libro trascendental: Ríos, lagos y manantiales del Valle de México. Acuciosa investigación acompañada de planos y fotografías antiguas y actuales, que muestra las aguas límpidas y cristalinas de ríos y manantiales que sobreviven y su dramático fin en los drenajes.
El arquitecto-urbanista nos lleva por todos los ríos, la mayoría, convertidos en avenidas: Río Churubusco, Río Consulado-Circuito Interior, Viaducto Miguel Alemán, ríos Mixcoac, Becerra, Tacubaya, San Joaquín, Barranca del Muerto y Miramontes. El agua que corre en las entrañas de estos afluentes nace limpia y es perfectamente aprovechable. Como dijimos antes, de los 45 ríos, 12 son perennes, esto es, que conducen agua las 24 horas del día, los 365 del año. A esto hay que agregarle el líquido que brota imparable de tres manantiales: Fuentes Brotantes, Santa Fe y Peña Pobre, que tienen el mismo desgraciado final: el drenaje.
Nos habla también de las presas, de los pocos lagos que milagrosamente subsisten y del notable proyecto que quedó inconcluso, que inició hace alrededor de 45 años Nabor Carrillo, con el nombre de Proyecto Texcoco. Aunque no se concluyó, gracias a esa obra terminaron las tolvaneras. Los que no se cuecen al primer hervor seguro recuerdan cuando la ciudad se cubría de un polvo espeso que impedía la visibilidad y causaba múltiples enfermedades.
Los dos últimos capítulos del libro son esperanzadores porque proponen soluciones factibles. Cuando lo reseñamos comentamos que era una obra esencial, que gobernantes y legisladores deben tener como libro de cabecera y... actuar.
Ahora la UAM organiza el Foro Desarrollo Urbano y Planeación con el tema del agua y merecidamente lo dedica a la memoria de Jorge Legorreta. Se va a llevar a cabo en el campus Azcapotzalco el próximo martes 23, a partir de las 10 de la mañana, con la participación de destacados especialistas. Esperamos que esto dé lugar a que el libro que está agotado pronto se redite.
Otra faceta del arquitecto Legorreta era que tocaba los bongós muy bien y gozaba del buen comer y beber. Escribió una sabrosa obra con el título: Guía del pleno disfrute de la Ciudad de México.
Vamos a tomar un copetín en su honor a una de sus recomendaciones: la cantina La Mascota, que se encuentra en Mesones 20, esquina Bolívar. recomendada para sectores medios desamparados y turistas arrepentidos de la posmodernidad. Botanas y buen servicio
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