punto de iniciar la llamada modernización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)
, los negociadores mexicanos ensayan nuevas concesiones a cambio de que el tratado sobreviva. A pesar de que México ha sido el perdedor neto del acuerdo trilateral, los funcionarios mexicanos buscan convertir la necesidad en virtud y presumen tener una posición de fuerza y varias cartas de negociación. Lo cierto es que la apertura del tratado ocurre forzada por Estados Unidos, bajo la amenaza de cancelarlo si no satisface sus demandas.
A principios de los años noventa, México transformó su modelo económico para integrarse de lleno a la economía del norte de América. Para lograr este objetivo el país sacrificó al menos la soberanía y seguridad alimentarias, la economía campesina, la pequeña producción agrícola, la regulación del mercado, el crecimiento del mercado interno, el salario y las conquistas sociales de los trabajadores, la pequeña y mediana empresa, el aprovechamiento de los recursos naturales, y apostó a una integración regional en beneficio exclusivo de las trasnacionales. Ahora que Estados Unidos amaga con cancelarlo, el gobierno mexicano no cuenta con salidas de emergencia, y se esfuerza por salvar el modelo.
Algunos empresarios y funcionarios del gobierno han pensado utilizar como instrumento de presión las exportaciones agrícolas de Estados Unidos a México. El voto de los granjeros del Medio Oeste fue decisivo para el triunfo del presidente Donald Trump, pero este sector es uno de los más interesados en mantener el tratado.
México actualmente obtiene de Estados Unidos 30 por ciento del consumo de máiz, y 86 por ciento del consumo de soya, a pesar de que la producción nacional aumentó en los dos casos. Las compras de maíz y soya importadas ascienden a casi 4 mil millones de dólares anuales, que aunque no son significativas en la balanza comercial global, representan el ingreso de un buen número de agricultores estadunidenses y las ganancias de las trasnacionales que los comercializan. Empresarios y gobierno han iniciado la tarea de buscar nuevos proveedores en Argenina y Brasil.
Antes del TLCAN la integración de la producción de cereales y oleaginosas entre México y Estados Unidos era muy baja. México controlaba las importaciones de estos productos considerados básicos a partir de permisos previos de importación, que daban acceso únicamente a los volumenes faltantes. El sistema de regulación y abasto del mercado interno operado por Conasupo, controlaba el precio a los productores rurales para que no fueran presa de los acopiadores locales, y el precio a los consumidores urbanos y rurales. A partir de la entrada del TLCAN todo el sistema de regulación se abandonó, lo mismo que a productores y consumidores. El presidente Zedillo en 1996 cedió las funciones del Estado a las trasnacionales mexicanas y extranjeras. En el periodo del TLCAN se perdieron dos millones de empleos en el sector agropecuario y las unidades de producción de maíz medianas desaparecieron.
El mercado de cereales y oleaginosas está fuertemente concentrado a escala mundial. Así por ejemplo en el maíz, Cargill, Archer Daniels Midland (ADM), Corn Products International, Maseca y Minsa se hicieron con el negocio; en el acopio y comercialización de soya y otras oleaginosas nuevamente participan Cargill, ADM, Bunge.
Encontrar proveedores en Argentina y Brasil para cereales y oleaginosas implica realizar un análisis de los costos de transporte, pero el cambio de país de origen de las importaciones puede no tener efectos significativos.
Por ejemplo, la exportación a México de maíz proveniente de Estados Unidos, se realiza mediante la infraestructura de Cargill en los puertos de Louisiana o Texas. Cargill Estados Unidos por medio de la financiera Cargill obtiene los recursos para la exportación a Cargill México. Los granos exportados entrarán por el puerto de Veracruz que está siendo modernizado por Cargill y utilizarán la infraestructura del gobierno estatal concesionada por 30 años a Cargill, quien distribuirá el maíz importado entre las agroindustrias, los fabricantes de alimentos balanceados, los ganaderos y avicultores, los molinos y tortillerías ubicadas en todo el país. Si en vez de importar el maíz de Estados Unidos, Cargill México decidiera importarlo de Brasil o Argentina, ocurriría el mismo proceso a través de las subsidiarias Cargill en esos países. A final de cuentas y provenientes de casi cualquier país el mercado de granos y oleaginosas está controlado por las trasnacionales.