Cannes.
strenando presidente del país y bajo extremas medidas de seguridad, el festival más prestigiado del mundo llega a su aniversario número 70, con una programación nada previsible. A diferencia de lo que hacía Gilles Jacob, el anterior director artístico, su sucesor Thierry Frémaux no ha reunido a una colección de veteranos con fama de infalibles para la sección oficial. Al contrario, los nombres de los realizadores en competencia no son familiares más que para el auténtico cinéfilo.
De hecho, los únicos directores de amplia filmografía son el francés Jacques Doillon (Rodin) y el austriaco Michael Haneke (Happy End), siendo el segundo el único previo ganador de la Palma de Oro de todo el grupo. El también francés François Ozon (L’amant doublé) es conocido, pero no es ningún Ken Loach, digamos.
Los demás son cineastas que han destacado primero en las secciones paralelas antes de ser convocados a la primera división. Entre ellos, el francés Arnaud Desplechin, cuya Les fantômes d’Ismael ha tenido la difícil tarea de ser la película inaugural (fuera de concurso). Además, están los estadunidenses Noah Baumbach (The Meyerowitz Stories) y Todd Haynes (Wonderstruck); el ucranio Sergei Loznitza (Krotkaya) y el ruso Andrei Zvyagintsev (Nelyubov); los sudcoreanos Bong Joon-Ho (Okja) y Hong Sang-Soo (Ceu-hu); el griego Yorgos Lanthimos (The Killing of a Sacred Deer); el húngaro Kornel Mundruczó (Jupiter’s Moon); el alemán de origen turco Fatih Akin (Aus dem nichts), y el sueco Ruben Östlund (The Square), entre otros. Y para que no se quejen las feministas, participan tres directoras: la estadunidense Sofia Coppola (The Beguiled), la japonesa Naomi Kawase (Hikari) y la británica Lynne Ramsay (You Were Never Really Here).
Según se ve, la competencia es una apuesta por un cine joven, diferente, alejado de la norma. En consecuencia, lo que no hay es un gran estreno hollywoodense para complacer a las masas. Como en un año anterior, se pudo haber estrenado el más reciente horror de Los piratas del Caribe, o incluso una superproducción de un autor reconocido, como Dunkirk, de Christopher Nolan. Pero no. Frémaux no estuvo dispuesto a hacer concesiones en este año emblemático.
Ahora bien, la lástima es que no haya una sola película hispanoparlante o iberoamericana en toda la competencia. El cine mexicano ha debido conformarse esta vez con un solo largometraje –Las hijas de Abril, de Michel Franco– dentro de la sección Una Cierta Mirada. Según se sabe, Franco concursó hace dos años con Chronic y obtuvo el premio a mejor guion. Y dentro de las actividades especiales, se presentará un trabajo de realidad virtual titulado Carne y arena, dirigido por Alejandro González Iñárritu. Sólo dura siete minutos, pero promete ser todo un acontecimiento.
Fuera de la ya tradicional exhibición de los cortos premiados del pasado festival de Morelia, dentro de la Semana de la Crítica, no hay más material mexicano en todo el festival, excepción hecha de las películas que se proyecten dentro del Mercado. Vaya, ni siquiera en la sección Cannes Classics que, en esta ocasión, se ha dedicado muy coherentemente a festejar la historia del festival. Por otro lado, cabe notar que la Quincena de los Realizadores no ha programado un solo título mexicano desde que ha estado bajo la dirección de Edouard Waintrop.
Es evidente que todo ese estreno promisorio de películas de calidad se realizará bajo un clima de paranoia. Después de los atentados terroristas de París y Niza, se anunció que las medidas de seguridad en Cannes serían aún más rigurosas que el año pasado. ¿Cómo evitar un ataque camionero como los ejecutados en Niza y Berlín? Sólo estableciendo retenes a la entrada de las grandes avenidas, lo cual causaría aún más atasco de tráfico que el habitual. En fin, ya se reportará el estado de las cosas en los siguientes días.
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