El dimitente al TSJ
Discrepancias constitucionales
Enfriamiento de relaciones
ra el proyecto de su vida, al que le había dedicado 20 años de su labor profesional, por el que había forzado polémicas situaciones con tal de mantener el control y seguir al frente del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de la Ciudad de México, pero aún así, Édgar Elías Azar cuelga la toga y se va lejos, muy lejos de la capital mexicana.
Esta vez las cartas estuvieron sobre la mesa. Para el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, la Constitución Política de la Ciudad de México resulta, tal vez, el logro político de mayor calado de su gobierno; para Elías Azar el texto era cercenar, de raíz, sus planes, incluyendo su posible relección en 2018.
Dentro y fuera del TSJ se dice que ese era el acuerdo que Elías Azar seguiría en la presidencia del máximo organismo impartidor de justicia de la capital, para concluir el proyecto de la Ciudad Judicial, que no sólo eran edificios y juzgados, sino una concepción muy centralizada de la impartición de justicia.
El acuerdo era con el jefe de Gobierno, que para entonces, el último trimestre de 2015, no adivinaba el derrotero que tomaría el texto constitucional de esta ciudad, aseguran quienes sostienen que el proyecto fue diseñado a largo plazo y tenía que ver con una visión conjunta de lo que se pretendía en materia de justicia legal.
Nos cuentan que la decisión del presidente del TSJ de impugnar la Constitución Política de la Ciudad de México fue discutida en varias ocasiones dentro de las instancias de gobierno de la capital, que de muchas maneras se explicó la importancia que le daba –el gobierno central– a la ley general de la ciudad, pero, aunque hubo momentos de duda, al final Elías Azar presentó su renuncia al cargo.
Para el gobierno de Miguel Ángel Mancera la situación era muy complicada. Impugnar el texto que él, el jefe de Gobierno, respaldó y había ordenado que se publicara, era más que peligroso, no sólo en lo que a las lides políticas corresponde, sino a la nueva planeación de la impartición de justicia que propone la Constitución y que rompe con el modelo centralista que se ha vivido hasta ahora.
Dicen que el tema fue motivo de varias reuniones en las que unos y otros guardaron sus posturas; reuniones que también fueron enfriando la relación Miguel Ángel Mancera-Édgar Elías Azar, hasta que por fin se hizo un silencio que culminó con la impugnación que presentó el magistrado presidente, el 10 de este mes.
A esa acción surgieron dos reacciones: la primera fue el disgusto y el rompimiento con el gobierno de Miguel Ángel Mancera, y la segunda el cobijo que Elías Azar recibió del gobierno federal, con el que se alineó para impugnar la Constitución local, y que lo propuso como embajador en Países Bajos.
La situación de Elías Azar en el gobierno de la ciudad resultó entonces insostenible, y si nadie le pidió la renuncia, según nos cuentan, la hostilidad en su contra era evidente, por lo que puso sobre el escritorio de Mancera su renuncia.
El asunto no ha terminado, falta que en el Senado se apruebe su nombramiento como representante de México en aquellos fríos países. Por lo pronto, la renuncia le fue aceptada, y en esa ruta ya no hay retorno.
De pasadita
Buena se las hizo la diputada local Janet Hernández a los reporteros encargados de cubrir la información de la Asamblea Legislativa de la ciudad. De pronto, y con cara de what!, los informadores recibieron un presente de la legisladora. Se trató de una cubeta, con todo y palangana, envuelta en papel celofán. Algunos comunicadores se ofendieron, otros soltaron tremenda carcajada, pero de lo que nadie tuvo memoria era que ayer fue el Día Mundial del Agua, y que Janet se ha propuesto trabajar en favor de una distribución equitativa del líquido desde hace mucho tiempo. ¡Aguas!