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La felicidad en los países nórdicos
U

n estudio reciente demostró que los habitantes de Noruega son los más felices del mundo. En el Informe mundial de felicidad 2017, realizado bajo los auspicios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se demostró que ni la lejanía geográfica ni el clima frío de ese país o la soledad atribuida a los pobladores de esa nación han impedido que obtenga los mayores índices con los que se mide el bienestar.

Los países escandinavos, o sea, Noruega, Dinamarca, Finlandia y Suecia, se encuentran entre los diez primeros lugares, globalmente hablando, al momento de hacer esa evaluación, y aparecen junto con Islandia, Holanda, Suiza, Australia, Canadá y Nueva Zelanda. Entre los latinoamericanos, México ocupa el lugar número 25 de esa clasificación, después de Costa Rica, Chile, Brasil y Argentina, lo que representa un cambio significativo y un deterioro gradual y constante de los factores que son considerados en esa interesante medición de las Naciones Unidas, pues en el año 2015 nuestro país ocupaba la posición número 14 frente a la baja considerable que hoy obtuvo.

Los elementos principales que fueron analizados para hacer las mediciones son la seguridad, la libertad, la honestidad, la generosidad, los niveles de educación y de salud, los ingresos de las personas y la confianza en el gobierno. Cuando las naciones como la nuestra padecen de serios problemas de inseguridad, de desigualdad, de corrupción e impunidad, de incompetencia y de desconfianza en los gobernantes y en muchos empresarios, entonces la situación y la imagen entran en una fase descendente de descomposición social que siempre, mientras no haya cambios profundos, amenazarán la paz y la tranquilidad.

El caso de los países nórdicos es impresionante y un ejemplo para los demás, pues en el curso de 40 o 50 años pasaron de ser regiones pobres y aisladas, a la integración mundial en el comercio, la tecnología, el crecimiento de las inversiones, la apertura de más y mejores oportunidades de empleo, la eficiencia productiva y la reducción de la corrupción a los niveles más bajos que actualmente existen en el planeta. Al mismo tiempo, la sindicalización de los trabajadores aumentó a tasas que hoy alcanzan 80 y 90 por ciento de todos los que laboran en cualquier actividad.

Noruega, un país con tan solo una población de alrededor de 5 millones de personas, tiene el fondo de pensiones más grande del mundo, con 850 mil millones de dólares, algo verdaderamente impresionante. La política social se diseñó con un enfoque humanista, pensando en otorgar una vida digna a todas las personas cuando se retiran para que puedan vivir en paz y con tranquilidad personal y familiar. Asimismo, tienen programas en salud y educación gratuita muy avanzados, que se pagan con impuestos elevados, pero que cuidan y atienden a todos los habitantes, desde proteger a los niños y jóvenes, hasta los que están en la vejez y a aquellos con incapacidades incluso de salud mental.

Los países escandinavos son muy igualitarios, nacionalistas y soberanos, pero con una gran apertura a la integración económica, comercial y política con el resto de la comunidad global. El distinguido economista Robert H. Heilbroner escribió en 1980 en el New York Review of Books, refiriéndose al análisis histórico de la milagrosa transformación en el caso de Suecia, lo siguiente: Las minas de fierro, la producción de papel para editar periódicos, la industria automotriz, la fabricación de muebles y de barcos para la transportación marina, entre muchas otras actividades, le otorgaron a Suecia el impulso para acelerar su emergencia como una rica nación industrial. El uso eficiente y honesto de los excedentes generados por sus exportaciones, construyeron ese impresionante estado de bienestar.

Es muy interesante analizar la evolución de estos países, porque su paso de naciones pobres a ricas fue tan rápido, en unas pocas décadas, que siempre se ha considerado una costumbre de mal gusto exhibir la riqueza en las naciones nórdicas. Incluso existe una anécdota que vale la pena mencionar, de que los agentes o corredores de bienes raíces tienen dos tipos de automóviles, uno Mercedes Benz, Porsche o BMW y un Volkswagen o su equivalente. El primero es para su uso privado o familiar y el segundo para atender a sus clientes o asistir a citas de negocios.

Un gran contraste con lo que sucede en nuestros países, donde ostentar la riqueza se convierte en símbolo de poder, de arrogancia y muchas veces de arbitrariedad. Esta situación me obliga a recordar una experiencia que viví a finales de 2005, cuando el entonces presidente Vicente Fox y su esposa Marta Sahagún nos invitaron a cenar en su casa de Los Pinos, a cuatro dirigentes sindicales con nuestras esposas, además de los secretarios del Trabajo y de Economía de su gabinete. Esta anécdota la cuento en mi nuevo libro: Antes de la próxima revolución.

Al final de la cena, Fox hizo una pregunta acerca de qué podíamos proponer para ayudar a México a salir de la crisis, del estancamiento y de la creciente pobreza. Ante el silencio de los invitados, tomé la palabra para sugerir que el gobierno debería estudiar con más cuidado el caso de los países nórdicos para entender cómo cambiaron sus estrategias económicas, salieron del atraso y se convirtieron en naciones desarrolladas que cuentan con un gran respeto e imagen en el mundo.

Mencioné, como lo he dicho reiteradamente, que todos ellos cuando decidieron cambiar la estrategia de desarrollo, mejoraron la eficiencia productiva, incrementaron los niveles de consumo e inversión por medio de mayores salarios y prestaciones, crearon un sistema de educación y salud gratuitos que se pagan vía impuestos aplicados correctamente, aumentó el grado de sindicalización y redujeron dramáticamente los niveles de corrupción.

En conclusión, les comenté a Fox y a todos los presentes, que estudiando grandes experiencias mucho podríamos avanzar para adaptar aquellas medidas que pudieran ser factibles en México. La respuesta no se dio como era de esperarse, ya que todos me veían con sorpresa, hasta que Marta Sahagún rompió el silencio y, cándidamente, por llamarlo de esa manera, me dijo: Bueno Napoleón, esos países están muy lejos, a lo cual terminé comentando: Con el debido respeto, no estoy hablando de distancias geográficas, sino de casos de éxito a seguir o adaptar, a lo cual ya nadie contestó.