n estos tiempos aciagos para el país, cobra particular significado la visita al Museo Memoria y Tolerancia. Se encuentra frente a la Alameda Central y forma parte del centro urbano Plaza Juárez, el vistoso conjunto arquitectónico que diseñó el arquitecto Ricardo Legorreta.
Busca difundir lo importantes que son la tolerancia, la no violencia y los derechos humanos, así como crear conciencia mediante la memoria histórica. Con énfasis en los genocidios y otros crímenes, advierten sobre el peligro de la indiferencia, la discriminación y las agresiones.
El recinto nos enfrenta a algunos de los acontecimientos más oscuros de la humanidad: el Holocausto judío, Camboya, Guatemala, la ex-Yugoslavia, Darfur y Armenia.
Las salas dedicadas al Holocausto judío brindan información de la manera como Hitler llegó al poder en Alemania, el lenguaje que utilizó y la manera en que manipuló a millones de alemanes para que apoyaran sus siniestras políticas en contra de judíos, discapacitados, homosexuales, gitanos y cualquier grupo o raza distinta a la aria
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Especial sevicia mostró hacia los judíos, a quienes les atribuía todos los males que ahogaban al país. Antes de iniciar el exterminio sistemático en los campos de concentración, los obligaba a salir de Alemania mediante la emigración forzosa. Si cambiamos el término judío por mexicano, vemos que son las mismas ideas que maneja el señor Trump hacia nosotros.
Con el tiempo, los nazis encabezados por Hitler transformaron la sociedad alemana estableciendo un estado policial. Eliminaron la libertad de expresión. El uso de la propaganda, el terror, la violencia y el racismo permitieron uno de los capítulos más terribles en la historia del ser humano. Trágicamente, ahora vemos que puede volver a suceder.
El museo cuenta con una dinámica museografía que incluye videos, maquetas, pertenencias de las víctimas e incluso un vagón de tren en el que fueron llevados los prisioneros judíos a los campos de exterminio nazi, entre otros. El recorrido por las salas que muestran los distintos genocidios en el mundo, en fecha tan cercana como el siglo XX, nos enfrenta a la barbarie de que es capaz el ser humano en cualquier momento y lugar.
Revivir estos sucesos nos permite ponernos en el papel de las víctimas, entender las circunstancias históricas que causaron estos hechos, identificar los roles de las víctimas y los victimarios, así como algo de enorme importancia: la omisión de los ciudadanos indiferentes y el poder de salvar que tienen los ciudadanos comprometidos con la humanidad.
El fuerte impacto que nos causan las salas dedicadas a los genocidios se suaviza al salir de ellas y encontrarnos flotando en medio del patio, un enorme cubo revestido de patrones vegetales diseñados por el artista Jan Hendrix. En su interior alberga el Memorial de los Niños y una cascada de 20 mil lágrimas de cristal, que simboliza a las millones de víctimas.
El proyecto lo realizó el despacho Arditti + RDT Arquitectos que diseñaron un amplio ventanal que enmarca impactantes vistas hacia los edificios localizados a su alrededor, logrando una armónica integración con la plaza. En su interior, el espacio se despliega alrededor de un patio central techado, en torno del cual se articulan los distintos componentes del edificio. Es muy bello, moderno y funcional.
En otra parte del recorrido ingresamos a una sala en la que podemos conocer la situación actual de la tolerancia en México y el mundo; se muestran en tiempo directo noticias generadas en toda el orbe relativas a los derechos humanos. Aquí mismo organizan talleres de debate y dan información sobre las maneras en que, como ciudadanos, podemos hacer una diferencia, involucrándonos siendo voluntarios o donantes a diversas causas.
Hay una agradable cafetería donde puede degustar un tentempié con un buen café o un té de tila para bajar la tensión y después pasar a la tienda que ofrece libros y objetos originales. Los ingresos se dedican a la defensa de los derechos humanos.
