ersonalmente desconfío de quien tiene fobia a los gérmenes, no bebe alcohol, no fuma y no toma café. Hitler tenía hábitos similares, valga la analogía, aunque ésta no explique nada. Pero, además, Trump debe su fortuna al negocio inmobiliario, que está ligado, quiérase o no, a varios de los sectores más corruptos en Estados Unidos: los sindicatos de constructores y transportistas de materiales de construcción, con frecuencia y desde hace muchos años ligados a mafias relacionadas con el narcotráfico, trata de blancas, contrabando y demás. Alguien debería investigar con lupa ese pasado de Trump; seguro que algo turbio y deshonesto sale, como sugiere la novela de Justin Scott cuyo título en español fue La venganza (1991), referida precisamente al mundo de la mafia de Nueva York y a los constructores, entre los que citó, aunque fuera de soslayo, al mismo Trump.
Al margen de lo anterior, lo menos que se puede decir del presidente de Estados Unidos es que es inestable, caprichudo, narcisista, voluntarioso, paranoico (Obama está detrás de las protestas en mi contra
), atrabancado y un auténtico y mediocre aprendiz de política, principal razón por la que nunca debió llegar a la Casa Blanca. El conjunto de estos y otros defectos del republicano permite caracterizarlo como despótico, y un gobierno despótico es el único que, en opinión de los antiguos legisladores estadunidenses, podría prohibir la libertad de expresión como ha sido contemplada en la Primera Enmienda de la Carta de Derechos de ese país que, entre otras garantías, establece la libertad de expresión y de prensa. La actitud y las descalificaciones de Trump a New York Times (NYT), CNN, NBC, CBS y otros medios de gran prestigio en el mundo no sólo atenta contra la libertad de prensa, sino que es una invitación a inhibirla por aquellos que se identifiquen como el pueblo
del que esos medios son enemigos
, según la acusación del déspota a mediados de febrero. Cabe recordar (vuelvo a las analogías) que por ahí empezaron Hitler y su poderoso ministro de propaganda, Joseph Goebbels. Lo que siguió es conocido por todo el mundo, pero no puede pasarse por alto que, a diferencia de la época del nazismo en Alemania y países conquistados, en los tiempos actuales es impensable que el déspota se salga con la suya. Nótese si no que el NYT ya se enfrentó a su denostador y, en lugar de callarse, ha aumentado sus críticas al gobernante. En Hollywood ha pasado algo semejante.
De Hollywood podrán decirse muchas cosas, incluso que buena parte de su producción cinematográfica es mediocre, pero no se puede negar que muchos de sus escritores, guionistas, actores y actrices se han enfrentado a Trump como en los años 50 del siglo pasado lo hicieron contra el macartismo. Recuérdese que las listas negras
del senador Joseph McCarthy fueron enfrentadas por más de 500 profesionales del cine que formaron el Comité de la Primera Enmienda, entre ellos los muy famosos Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Gregory Peck, Katharine Hepburn, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Gene Kelly, John Huston, Orson Welles, Thomas Mann y Frank Sinatra, o periodistas como Edward R. Murrow (ver Wikipedia). Contra ellos y en favor del macartismo comparecieron (denunciando a sus colegas), según esta misma fuente, Gary Cooper, obviamente Ronald Reagan y Robert Taylor, además de cineastas como Walt Disney, Elia Kazan y Robert Rossen. Algunos tuvieron que exiliarse y prácticamente desaparecer del mundo cinematográfico. Ahora, por fortuna, las cosas también son diferentes. Ahí están Robert de Niro, Meryl Streep, Robert Downey Jr, Mark Ruffalo, Scarlett Johansson, Julianne Moore, Miley Cyrus, Salma Hayek, Diego Luna, Gael García, Cher y muchos más. Y contra ellos, el nefasto Jon Voight (padre de Angelina Jolie), Aaron Carter, Jesse James y otras figuras menores del mundo del espectáculo y los deportes, todos ellos muy reaccionarios.
Muchas universidades e intelectuales del vecino país del norte se han solidarizado también con los inmigrantes y los musulmanes repudiados por el déspota y se han expresado contra los agravios que ha sufrido México como país, aunque nuestro
gobierno sostenga tibias y ambiguas posiciones al respecto. Entre esos intelectuales los hay incluso de las más famosas universidades privadas y elitistas de Estados Unidos (de la Ivy League) como el MIT, Harvard, Princeton, Yale y varias más. También se han pronunciado intelectuales de España y de otras naciones de América Latina. Noam Chomsky ya había destacado, desde noviembre del año pasado, que Trump era muy ignorante y muy peligroso y que haber votado por la señora Clinton, aunque no era la mejor candidata, hubiera sido preferible en muchos sentidos que hacerlo por el magnate inmobiliario, y se lanzó directo contra el chivo en cristalería
llamado Slavoj Zizek, que para mí, inexplicablemente, ha resultado un filósofo muy atractivo para muchos jóvenes, quizá por sus estridencias. Entre éstas, por cierto, estuvo aquella en que dijo que si él pudiera votar lo haría por Trump pues, aunque lo horrorizaba, conduciría a una crisis de fondo que devolvería a los dos principales partidos de ese país a sus orígenes (parece broma, pero no lo es; véase El Huffington Post, 5/11/16).
Para rematar, no puede omitirse que Trump es belicista, aparentemente más de lo que pensaba Zizek el año pasado en referencia a Hillary Clinton, una fría guerrera
. El presidente gringo ha propuesto un incremento histórico
del gasto militar de 54 mil millones de dólares adicionales, a costa del presupuesto para la diplomacia estadunidense. Es tan escandaloso lo que está haciendo el magnate-presidente que hasta George W. Bush lo critica, no sólo por su política belicista, sino también por las medidas adoptadas contra los inmigrantes, los musulmanes y los medios de comunicación ( La Jornada, 28/02/17).
Pronto, espero, el discurso y las acciones de Trump decepcionarán todavía más a muchos de los que votaron por él convencidos de que serían salvados de su marginación y pobreza. Si sigue en aumento la inconformidad y la oposición a Trump, podría ser destituido. Ojalá.