Tijuana, BC.

En 15 años, Guadalupe Olivas Valencia, de 45 años de edad, fue deportado tres veces de Estados Unidos. La última ocurrió el martes 21 de febrero, una hora antes de que decidiera quitarse la vida lanzándose desde el puente El Chaparral, ubicado a menos de cien metros de la garita donde fue entregado a las autoridades mexicanas.

El delegado del Instituto Nacional de Migración (INM), Rodulfo Figueroa Pacheco, explicó que Olivas Valencia cruzó la frontera por los carriles vehiculares la noche del lunes y la mañana del martes fue entregado a México junto con un grupo de connacionales.

Un agente de repatriación humana del INM le aplicó una entrevista para allegarse de elementos de convicción de que se trataba de una persona de nacionalidad mexicana, ya que carecía de documentos de identidad.

Se comportó de manera normal; se le ofreció comida y acudir a un albergue. Además, como a todos los repatriados, se le ofreció apoyo médico, sicológico y legal, así como contactar a su familia vía telefónica. No aceptó y salió del recinto federal, dijo el funcionario.

Olivas Valencia había pedido asilo en Estados Unidos, pero le fue negado. La oficina de Inmigración y Control de Aduanas determinó expulsarlo de California, donde fue detenido, por la frontera con Tijuana, donde tenía familiares.

Originario de Los Mochis, Sinaloa, donde nació el 9 de octubre de 1971, Olivas Valencia era padre de dos hombres y una mujer, según su cuenta de Facebook.

En tanto, mientras tramitaba la recuperación del cuerpo, Cristina Valencia, madre del occiso, confirmó que el día de la muerte de su hijo se cumplieron tres años del fallecimiento de su esposa y negó la versión de que tenía otra mujer e hijos en territorio estadunidense.

Aclaró que Guadalupe no solicitó asilo por la violencia en Sinaloa, porque vivía en Tijuana, como el resto de la familia.

Cristina Valencia afirmó que su hijo habló con ella por última vez el domingo pasado. Estaba muy mal y nada más se despidió. No sé los motivos (del suicidio). Yo lo vi muy mal, dijo acerca del estado de ánimo de su hijo.

Al preguntarle si tenía alguna preocupación, respondió: Ya no puedo decir más. Ayer, en el Servicio Médico Forense, le entregaron los restos de su hijo, al que sepultará en Tijuana.

La familia reside en Tijuana desde hace más de 30 años. Cuando quedé sola me los traje chiquitos (a sus hijos); me fui a trabajar a Estados Unidos, por eso tenemos una casita aquí y doy gracias porque trabajé años allá, dijo.