El ex zaguero recuerda el incidente que le costó un par de roces con su compadre
Le tocó participar en más de 10 encuentros Chivas-América con la playera rojiblanca
Con Ricardo Peláez, hoy directivo de las Águilas, nos dimos codazos y golpes al por mayor, afirma
Viernes 17 de febrero de 2017, p. a13
Con la playera rojiblanca a Claudio Suárez le tocó vivir más de 10 clásicos Chivas-América. Hay uno que no se le olvida, el del Verano de 1999 por el incidente chusco
que incluyó. Hoy le da risa, pero en su momento lo transformó, dejó de ser el futbolista apacible, hizo un coraje monumental que le costó un par de roces con Ricardo Tuca Ferretti, su timonel.
La relación con Ferretti era añeja. No fue la habitual técnico-pupilo, rayaba en la amistad, más aún desde que se hicieron compadres, al menos así lo llamaba el Tuca. Explica Claudio que bautizaron a un perro, de esos que parecen no tener dueño y rondan los campos de entrenamiento, ya ni recuerda el nombre que le pusieron, la cosa es que a partir de ahí éramos compadres
.
Entre los buenos augurios del público tapatío el equipo hizo el viaje a la Ciudad de México. “Cuando llegamos al aeropuerto, había mucha gente esperándonos, como siempre; aficionados que aguardan horas para recibir a sus ídolos, también mucha prensa.
Uno cruzaba la zona de arribos nacionales y para abordar el autobús que nos llevaba al hotel de concentración había que caminar hasta el otro extremo, casi al área de vuelos internacionales
, relata.
“A mí me atrapó la afición y la prensa; avancé lento por ir atendiendo y cuando por fin llego al lugar, el autobús ya se había ido. El Tuca había dado la orden de partir; no me esperaron y me molesté mucho. Algunos aficionados que caminaron junto a mí, incrédulos, me decían: ‘¡Cómo!, ¡te dejaron!’; se reían, les parecía gracioso, y a mí más coraje me daba.
“Algunos se ofrecieron para llevarme al hotel, pero les dije ‘no se preocupen, voy a otro lado’. Tomé un taxi y me fui a Texcoco, a 40 minutos del aeropuerto; soy de ahí y decidí ir a ver a mis papás, a mis hermanos. Al rato me llama Alberto Coyote; era mi compañero de cuarto, me preguntó dónde andaba y qué había pasado.
“De inmediato reclamé: ¿por qué me dejaron? ‘Es lo que le dijimos al Tuca, que faltabas tú, que esperara, pero dio la orden’. Yo seguía indignado, encerrado en mi enojo, y le advertí: ‘no voy a ir, para qué me abandonó’. Coyote me habló de nuevo tras la cena, le cuestioné si el técnico ya había preguntado por mí, me respondió que no, pero que, desde luego, estaba consciente de mi ausencia.
“Coyote, necio, insistió, ‘ya vente’, y yo igual: ‘No, ¡que se vaya a volar!’ Al rato me volvió a marcar: Ya preguntó por ti... Eran como las 11 de la noche, dijo que me dejara de cosas y finalmente me convenció. Llegué como a la una de la mañana y Alberto me pasó el recado: ‘Que en cuanto llegaras vayas a verlo’.
“‘Tuca ya estoy aquí’, le telefoneé desde el cuarto. ‘Quiero hablar contigo’, respondió. Total, empezamos a discutir, le reclamé, él aseguraba: ‘te fuiste a otro lado’, y yo defendiéndome. Al final me preguntó si estaba bien, le dije ‘sí, y ahí muere’”.
El domingo “jugamos al mediodía, ¡lo bueno que ganamos 1-0! Todos felices y yo era el tema, me hacían bromas... Ricardo nos dio día libre el lunes, pero el martes en el entrenamiento me anunció: ‘Estás multado’. Otra vez empezamos a pelear.
“‘¡Es que tú siempre quieres atender a todo mundo!’, me gritó. Y yo: bueno, pon seguridad para que la gente no se acerque, o dime: tienes tanto tiempo... Finalmente me perdonó”.
El ex zaguero recuerda también los clásicos por el forcejeo con Ricardo Peláez, hoy presidente deportivo del América. Siempre nos dimos con todo, nos mentábamos la mamá, codazos y golpes al por mayor. Luego nos encontrábamos en la selección y ni nos hablábamos, hasta que comprendimos que era parte del juego. Luego él pasó a Chivas y así empecé otra amistad
, concluye Suárez.