Encierro de Barralva bien presentado, pero de escaso juego
Confirmó su alternativa Paco Ureña, que dejó ir al mejor toro
Lunes 13 de febrero de 2017, p. a35
Luego de ver el desfile de bellos reyes de astas agudas
de la ganadería queretana de Barralva, varios del encaste español Atanasio Fernández, uno se pregunta cómo fue posible que el público tolerara más de dos décadas el torpe concepto de trapío de la nefasta empresa anterior. Aunque bien visto, más que tolerar novillos por toros simplemente dejó de asistir a la plaza y se acostumbró a tres o cuatro toreros-marca con sus toritos de la ilusión y faenas de relumbrón, con el consiguiente debilitamiento de la afición a la fiesta.
La escasa asistencia registrada ayer en el coso de Insurgentes en la decimoquinta corrida de la temporada a cargo de la nueva
empresa –manos a mano sin sentido, dos diestros importados y uno nacional– corroboró que al grueso del público ya no le interesa ver toros con edad y trapío, sino a diestros importados que toreen bonito reses pasadoras, reduciendo al toro de lidia a simple comparsa de una estética de escaso o nulo sustento ético.
En otro cartel cuadrado –los redondos son con dos artistas de importación– hicieron el paseíllo los mexicanos Arturo Saldívar –27 años de edad, seis de matador y 28 corridas el año pasado– y Sergio Flores –26, cuatro años cinco meses y 29 tardes en 2016–, que en la cuarta corrida le cortara las orejas a Cumplido de El Vergel, y como estímulo fue incluido por la empresa en esta desalmada terna, completada por el murciano Paco Ureña –34 años, 10 de matador y 26 tardes– que confirmó su alternativa.
Para frustración del público y de los ganaderos Álvarez Bilbao, Ureña dejó ir al abreplaza No que no, con 528 kilos, el mejor del encierro, que recargó en un puyazo y llegó a la muleta con un magnífico lado derecho que a gritos pedía una faena con más mando, intensidad y estructuración. Para colmo pinchó en tres ocasiones. Acertadamente el juez Jesús Morales ordenó arrastre lento a los despojos de ese buen toro. Con su segundo, claro y con la cara a media altura, Ureña volvería a acusar el mismo defecto.
El primero de Saldívar, Eso y más, con 538 kilos, alto de agujas, tumbó a ambos picadores, desacostumbrados ya a castigar toros con fuerza. Muy dispuesto toda la tarde, Arturo consiguió incluso algunas tandas con la diestra a un astado incierto y deslucido. Y con su segundo, que recargó en una vara y a punto estuvo de cogerlo en un cite, logró meritorias series de naturales y volvió a fallar con el acero.
Lo más torero de la tarde corrió a cargo del tlaxcalteca Sergio Flores, con cabeza, corazón y cojones para dar y prestar, pues lo que es capaz de hacerles a los toros parece que no tuviera dificultad. Su primero, Comadroso, con 508 kilos, precioso ejemplar enmorrillado, clavó los pitones en la arena dando una vuelta de campana, golpeándose la columna y resintiéndose en el último tercio. Flores decidió bregarlo y cuidarlo con esmero, instrumentando pases con la diestra que parecían imposibles.
Y al cierraplaza Mi Lic, de 545 kilos, Sergio lo recibió con templadas verónicas y bella media, ordenando que apenas fuese picado, por lo que llegó a la muleta con algo de recorrido aunque sin calidad. De nueva cuenta afloró la poderosa tauromaquia de Flores, que a base de colocación y mando consiguió valiosas tandas por ambos lados, adornos y hasta una dosantina en toriles. Y cuando ya tenía la oreja del toro dejó un pinchazo arriba, media tendida y un golpe de descabello, escuchando la ovación de la tarde.
Definitivamente no se merecen nuestros buenos toreros jóvenes ese trato malinchista y acomplejado por la importadora nueva
empresa.