Jesús Vargas publica biografía de la militante de izquierda; se cumplen 40 años de su muerte
La Roja ha sido dejada fuera de la historia de México
, indica el investigador en entrevista con La Jornada
Fue pionera para el reconocimiento del voto femenino, fundadora del Partido Comunista Mexicano y participante en la organización de sindicatos mineros de su natal Chihuahua
Sábado 11 de febrero de 2017, p. 2
Consuelo Uranga nació en el pueblo de Rosales, Chihuahua, en 1903 –que en ese año tenía unos 2 mil habitantes– y murió en la Ciudad de México en 1977, un día después de haber cumplido 74 años.
Ella fue una mujer sobresaliente, pionera del voto femenino, militante de izquierda antidogmática y sin prejuicios, que se adelantó a su tiempo.
Uranga se distinguió por su inteligencia y arrojo, su enorme capacidad para comunicarse, descifrar y apreciar los problemas y anhelos de los trabajadores, así como por su inquebrantable constancia en las luchas político-sociales del pueblo de México.
Sin embargo, su figura ha sido dejada fuera de la historia de México
. Su nombre sólo es reconocido por las feministas del país y entre algunos viejos comunistas, explica el historiador e investigador Jesús Vargas Valdés en charla con La Jornada.
Autor del libro biográfico Consuelo Uranga: La Roja, publicado por Nueva Vizcaya Editores, Vargas se propone con ese trabajo revalorar y rescatar del olvido la figura y las luchas en las que participó la solidaria militante, de cuyo fallecimiento se cumplen 40 años.
Como activista, explica el historiador, Consuelo participó en la campaña electoral de José Vasconcelos, fue pionera para el reconocimiento del voto femenino y fundadora del Partido Comunista Mexicano (PCM); en la organización de sindicatos mineros de su estado natal, su encuentro con David Alfaro Siqueiros e Ignacio Asúnsolo fue determinante para que tomara la decisión de trasladarse a la capital del país.
Luchó al lado de los trabajadores petroleros de Veracruz y Tabasco, distinguiéndose como una de las organizadoras de la huelga y de la constitución del mismo sindicato. Apoyó a las brigadas españolas republicanas que recorrieron el país solicitando solidaridad, durante la Guerra Civil española.
Luego de su expulsión del Partido Comunista Mexicano, junto con Valentín Campa y Hernán Laborde, quienes fueron vinculados injustamente con el asesinato de León Trotski, fundó –con ellos– el Partido Obrero Campesino de México.
Participó activamente en la huelga minera y caravana de Nueva Rosita, en 1951, en la campaña electoral en favor de la candidatura de Miguel Henríquez Guzmán y en las posteriores protestas por el fraude electoral. Estuvo presente en la masacre de la Alameda Central, en 1952, perpetrada por el Ejército Mexicano, que reprimió un mitin. También apoyó a Rubén Jaramillo. En 1968, Uranga participó en las manifestaciones del movimiento estudiantil.
De modo metafórico, apunta Vargas, digo que el Partido Comunista Mexicano la expulsó de éste y de alguna manera también la expulsó de la historia. Consuelo pertenece a una generación de mujeres activistas mexicanas como Benita Galeana y Nelly Campobello, quienes sobresalieron por su compromiso social. No fue una dirigente en el sentido convencional del término, sin embargo, supo descifrar perfectamente las claves del comportamiento de la gente donde quiera que se encontraba. No fue dogmática, ni admitía los prejuicios de la izquierda. Fue una verdadera revolucionaria, no sólo como militante del partido, sino también como madre y mujer. Nunca reclamó para sí misma ningún reconocimiento. Fue una mujer a la que relegaron porque no se disciplinó frente a las consignas que el PCM recibió en su momento de la Unión Soviética
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Esta biografía de Uranga contó con el apoyo documental y el aval de su hija Valentina Campa, concluye Vargas Valdés. Integra un breve cuento, un ensayo escrito por Uranga, sobre cuando, huyendo, el presidente Benito Juárez, dejó en custodia el Archivo de la Nación a los pobladores de Congregación, Hidalgo, comunidad de Coahuila, y el discurso que pronunció con motivo del Día Internacional de la Mujer en 1965. “Espero que el libro provoque entre los jóvenes la inquietud por conocerla, especialmente entre las investigadoras comprometidas con el rescate del nombre y trayectoria de las mujeres importantes del país, entre quienes Consuelo no fue una rojilla más, sino quizá la más roja y la más entrañable”.