El violinista, acompañado del pianista Julien Quentin, ofreció el soundtrack de su vida
Jueves 9 de febrero de 2017, p. a10
Acompañado únicamente de Julien Quentin al piano, el violinista David Garrett fue ovacionado en el Palacio de Bellas Artes la noche del martes, aunque minutos antes se dijo extrañado porque tuvo conocimiento de que había algunas personas molestas
por su debut en el recinto cultural más importante del país: ¿Por qué? La música clásica es mi verdadero hogar. Soy un músico clásico desde que era niño
, expresó.
El artista alemán, quien se ha presentado en México con conciertos en los que ejecuta temas de rock y pop con su violín –crossover–, en esta ocasión interpretó “el soundtrack” de su vida, según declaró antes de dar inicio con la Sonata para violín y piano en la mayor, de César Franck (1822-1890), seguida de Leyenda en sol menor Op. 17, de Henryk Wieniawski (1835-1880).
De lo solemne a lo festivo
Aunque la primera parte del Recital clásico –como denominó a esta serie de conciertos– transcurrió solemne, la segunda tuvo un ambiente un poco más festivo, pues el músico arrancó una que otra risa con las introducciones que hizo a piezas de compositores como Sergei Prokofiev, Fritz Kreisler, Piotr Illich Chaikovksi, Edward Elgar, ya fueran recuerdos de amigos, familiares, maestros, o de lecciones, de años de aprendizaje.
Además, mencionó detalles como que “una de las piezas más famosas de música clásica es Humoresque, de Antonin Dvórak (1841-1904), cuyas armonías en la sección media son casi idénticas a las de Viva la vida, de Coldplay”. El pianista francés interpretó los fragmentos aludidos de ambas piezas, tras lo cual el violinista preguntó en español y con una sonrisa: ¿Plagiada?
Los asistentes respondieron con una carcajada.
Garrett, enfundado en pantalones y saco negros que contrastaban con una playera blanca, platicó que siempre le preguntan cómo aprendió a “tocar rápido. Y mi respuesta es: ‘practica despacio’”, frase con la que el también modelo y actor dio pauta a la ejecución de El vuelo del abejorro, de N. Rimski-Kórsakov (1844-1908).
Sin embargo, fue la interpretación de Csárdás, de Vittorio Monti (1868-1922), con su instrumento Stradivarius A. Busch de 1716, la que le dio su primera lluvia de aplausos de la noche; minutos después Polonesa en Re mayor Op. 4, de Henryk Wieniawski (1835-1880), fue celebrada también con exclamaciones –¡Bravo!
–, las cuales fueron recibidas por el violinista con una sonrisa.
El preámbulo a La Ronde des Luttins, de Antonio Bazzini (1818-1897), despertó desde el principio expresiones de júbilo, que al final se convirtieron en una ovación que el público ofreció de pie. Fue entonces cuando algunos de los presentes se atrevieron a sacar sus teléfonos celulares para captar el momento, pues el personal de la sala se mostró siempre alerta de que no se hiciera uso de los aparatos durante el recital.
Mi verdadero hogar es la música clásica, creo que los que están aquí se dan cuenta. Lo que quiero decir es que es un privilegio pisar este recinto
, había expresado Garrett, quien, ante las muestras de devoción del público que agotó su primer concierto, regresó junto al pianista Quentin para interpretar una pieza más, fuera de programa.
Al término, mientras abandonaba el Palacio de Bellas Artes a paso apresurado, un asistente comentó a su acompañante Tiene talento el joven
.
El violinista alemán cumplió el miércoles con su segundo concierto. Tiene programadas tres presentaciones más los días 10, 11 y 13 de febrero en el mismo recinto.