Repudian oradores ‘‘las ofensas del vecino del norte’’
‘‘El muro de la intolerancia se derrumba con el mazo de la dignidad’’, dice el gobernador Domínguez
Se ‘‘desempolva’’ el espíritu patriótico
Lunes 6 de febrero de 2017, p. 4
Querétaro, Qro.
Tiempos infaustos vive la República, que se pensaban ya en el pasado. Tiempos de amagos imperiales frente a los cuales la clase política nacional aprovecha el centenario de la Constitución para la más encendida reivindicación nacionalista. Nadie nombra a Donald Trump, pero todos saben que es el origen de los males que amenazan a la nación y repudian su actuación y aspiraciones ‘‘mesiánicas’’.
Apretujados en el Teatro de la República, recinto histórico donde se promulgó hace un siglo la Carta Magna, el gabinete en pleno, diputados, senadores, ministros de la Corte y demás clase política acuden a una ceremonia cargada de nacionalismo que parecería nostálgico en épocas de globalización, si no fuera por la amenazante presencia del magnate en la Casa Blanca.
‘‘El muro de la intolerancia se derrumba con el mazo de la libertad y la dignidad. Los afanes imperiales se doblegan ante la unidad gallarda y digna de la República’’, arenga el gobernador queretano, Francisco Domínguez Servién.
Era apenas el principio de casi dos horas de uniformidad nacionalista, con apenas unas tímidas referencias a la agitada situación social que enfrenta el país y sus vaivenes macroeconómicos, por ahora casi dejados a un lado.
La ceremonia transcurre bajo la mirada vigilante de la jerarquía castrense, que comparte el estrado con la protocolaria representación de los poderes de la República, una veintena de gobernadores y con los secretarios de Estado más allegados a los afectos presidenciales: el canciller Luis Videgaray, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, y el responsable de la política interior, Miguel Ángel Osorio Chong.
Diputado de extracción panista que por ahora preside la Cámara de Diputados, Edmundo Javier Bolaños clama por la unidad nacional ‘‘frente a las ofensas del vecino’’ y para ‘‘exigir respeto de la misma forma que nosotros respetamos’’. Unidad nacional para desempolvar el ‘‘espíritu patriótico’’ y posibilitar que el jefe del Estado mexicano ‘‘tome decisiones responsables que defiendan la dignidad y la soberanía de nuestro país’’.
Y en esos empeños de la clase política se dota a la soberanía nacional de una veneración casi religiosa y se confiere a la Constitución, con su centenaria historia, el fundamento de esa unidad tan necesaria cuando soplan los primeros vientos de una inminente confrontación con el país vecino.
En nombre de los gobernadores, el morelense Graco Ramírez equipara la coyuntura con tiempos cuasi apocalípticos emanados del populismo: ‘‘En los Estados Unidos de Norteamérica, en la última elección que compró promesas, en la última elección donde los ciudadanos compraron promesas, mediante argumentos mesiánicos acaban convirtiendo las buenas intenciones en el camino al infierno’’.
Con mucha mayor mesura, el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Luis María Aguilar, también habla de soberanía, de autodeterminación, de igualdad jurídica de los estados, para concluir que la solidaridad internacional con México en esta coyuntura es palpable. Es muestra de que el país puede sobreponerse ‘‘a los más grandes retos y aun a las tragedias más inesperadas’’.
Último orador antes de la intervención presidencial, el senador Pablo Escudero, del Partido Verde Ecologista de México, no podía ser ajeno a los empeños nacionalistas: ‘‘El mundo de hoy no permite dar por sentados ni restar valores a principios, como los que defiende y postula nuestra Constitución. No lo permite frente a los nacionalismos, los comunitarismos, los extremismos. México dice hoy al mundo que aquí sigue y seguirá vigente la convicción humanitaria de los mexicanos frente a los riesgos reales de regresión autoritaria y humanitaria en otras latitudes’’.
A Escudero se le veía satisfecho: la celebración del centenario de la Constitución era el primer acto oficial en el Teatro de la República, como recinto propiedad del Senado. Un legendario inmueble apenas rescatado de la voracidad mercantil inmobiliaria para restituirlo en su carácter histórico al patrimonio nacional.
Rescate precedido de una inversión de 100 millones de pesos para atajar cualquier pretensión mercantil. Este domingo 5 de febrero fue el recinto que albergó a los poderes de la República para cumplir el ritual de celebración de la Carta Magna.