Mas si osare un extraño enemigo...
e tanto cantarlo y cantarlo resulta imposible que en estos momentos no venga a nuestra mente la poca letra de todo el Himno Nacional que la inmensa mayoría de los mexicanos sabemos.
Supongo que entre más viejos, más experiencia tenemos en esta práctica. Además, quienes estábamos en la escuela primaria, máxime si era oficial, allá por el año de 1954, cuando cumplió 100 años y la tarea de enseñarnos toda la letra escrita para el caso por el potosino Francisco González Bocanegra, con la sola excepción de las estrofas dedicadas a Iturbide y a Santa Anna.
Pero no faltaron los malosos que aun estas estrofas eliminadas tuvimos la paciencia de aprenderlas para hacer enojar a los profes.
De adulto supe que el propio Benito Juárez había conminado a que no se aplicara censura alguna a la letra del Himno, pero no le hicieron caso.
De cualquier manera, al tener noticia de tantas agresiones foráneas, aunque hasta la fecha sean solamente de trompa pa’juera, no dejan de retumbar en mi ánimo algunos de los más exaltados versos del Himno.
Pero lo cierto es qué más hacer: ya puse una bandera en mi coche, y en el celular, en la ventana de mi estudio, en la casa de ustedes, sigue ondeando un lábaro pequeñito como todos los días del año, mismo que renuevo religiosamente en vísperas de cada 15 de septiembre. Ya no compro en ciertas tiendas y tiempo hace cancelé mi cuenta en el banco estadunidense, ¡pero, no sé qué más hacer! Está haciendo falta un llamado gubernamental a acciones que, sin perder la sensatez, redunden en beneficio de la patria. ¡Es el momento en que se requiere que la Presidencia, de una manera franca y firme, se ponga al frente de los mexicanos y nos diga qué hacer!
Mas, desafortunadamente, lo único que oímos es si subirá o no el precio de la gasolina…
Creo que es conveniente recordar que, entre más comodidades tiene un pueblo más cobarde es. Pegarle al bolsillo de una trasnacional bien identificada con nuestros enemigos es lo que más fácilmente puede hacerse –y lógicamente, éste ha sido el llamado de las redes sociales que, con buena intención, sienten ganas de colaborar y no quedarse con los brazos cruzados–, mientras nos siguen insultando y amenazando. Pero sigo pensando que es conveniente hacer algo más que entusiasme a la ciudadanía.
Curiosamente, hay más iniciativa entre algunos empresarios que entre ciertos partidos políticos. Los hay, por caso, quienes han hecho un llamado a traer sus inversiones de fuera para atender a quienes desean comprar adentro. Si Estados Unidos no quiere a nuestra gente, tampoco debería contar con el dinero que se lleva, que no es poco.
También procede no dejarnos asustar con el petate del muerto del tan llevado y traído TLCAN: piénsese que, desde su implantación, la desigualdad socioeconómica mexicana ha crecido exponencialmente, lo mismo que la inseguridad y los gastos militares y policiacos. En realidad, los beneficiados han sido pocos. Por otro lado, es curioso que se hable de regresar paisanos y no de rebotar agentes estadunidenses, con todo y el Plan Mérida, y despreocuparnos por invertir vidas y dinero en servir de filtro a migrantes y droga que viene del sur…
En fin: no son más que pensamientos provocados por no saber bien a bien qué hacer.