Su nacionalismo no tiene cabida en el siglo XXI, sostienen
Domingo 22 de enero de 2017, p. 6
Como patriotero, populista y proteccionista calificaron ayer internacionalistas y embajadores el discurso de Donald Trump al tomar posesión como presidente de Estados Unidos.
El embajador Jorge Eduardo Navarrete expresó que en su alocución, Trump planteó básicamente lo mismo que había señalado en la campaña y en la etapa de transición. Si bien fue una retórica en la que no se escucharon insultos, el fondo de sus ideas no varió.
Nos promete un país proteccionista con todas sus letras, pero en un sentido mercantil propio del siglo XVIII o el XIX, en que Estados Unidos debe tener primacía sobre el resto del mundo y sin importar quién venga detrás. Pero su nacionalismo ya no tiene cabida en el siglo XXI, enfatizó.
Consideró que el gobierno del empresario no es una buena noticia para nadie ni dentro ni fuera del país del norte. El desencanto llegará pronto si es que hay alguna ilusión, subrayó el ex embajador en Alemania.
Iliana Rodríguez, investigadora del Tecnológico de Monterrey, dijo que el discurso del mandatario fue populista, patriotero y proteccionista. Estuvo dirigido a quienes votaron por él, que son trabajadores blancos que buscan recuperar la dignidad que les ha robado la trasnacionalización de los capitales.
A México, la postura del nuevo presidente estadunidense, le dice que si existe alguna posibilidad de negociar, ésta será bajo sus reglas e intereses, así que el gobierno no tendrá mucho margen de maniobra y deberá ser muy inteligente para proteger los segmentos que han beneficiado al país.
Eduardo Rosales, investigador de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la UNAM, señaló que el planteamiento de Trump está plagado de verdades a medias y mentiras completas. Por ejemplo, de lo primero ha dicho que el empleo ha caído en Estados Unidos, cuando en realidad ese es de los pocos logros de Barack Obama, el presidente saliente.
Aunque no abordó de manera directa el tema del muro, puntualizó que debemos estar conscientes de que su construcción sí se llevará a cabo y que es inevitable que México lo pague de una u otra forma.
También dio por hecho la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, aunque no está claro si el equipo de México nombrado para ello sea el idóneo para convencer a sus contrapartes.