Hay que tener un plan B por si nos deportan, expresan estudiantes indocumentados
Domingo 15 de enero de 2017, p. 7
A unos días de que Donald Trump asuma la presidencia de Estados Unidos, jóvenes universitarios y profesionistas indocumentados, conocidos como dreamers, enfrentan un escenario de incertidumbre y temor
, pero también afirman: tenemos claro que no vamos a permanecer en silencio ni en las sombras
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Sara, Pamela, Mauro y José tienen en común haber crecido en el país del norte, tener estudios universitarios, carecer de papeles y elaborar, desde la elección de Trump, lo que llaman un plan B, por si nos deportan, por si nos separan de nuestras familias y por si es necesario volver al país en que nacimos, pero que no conocemos
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En entrevista con La Jornada, Mauro Trejo, de 23 años y estudiante de criminología en Nueva York, destaca que, como muchos de los jóvenes indocumentados, no nos fuimos voluntariamente a otro país, a otro cultura; la mayoríamos éramos muy pequeños cuando llegamos a Estados Unidos, allá crecimos y lo sentimos como nuestro hogar
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Tras participar en el seminario Dinámicas Demográficas y Políticas Migratorias, convocado por El Colegio de México en colaboración con el Instituto Jaime Lucero de Estudios Mexicanos, de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, afirma que han superado muchas barreras, desde el idioma, las dificultades de la integración, y ya en la adolescencia, darse cuenta de que no eres como tus amigos y compañeros de clase, que a ti se te considera de otra forma sólo porque eres indocumentado
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José Caballero, de 31 años y estudiante en la Universidad de Columbia, creció en Los Ángeles, California, adonde llegó desde su natal Uruapan, Michoacán, con dos años de edad. “Crecí pensando que era un estadunidense, pero en el sexto o séptimo grado de la escuela te das cuenta que no lo eres, porque ves que tus amigos pueden sacar el permiso de conducir, que están pensando a qué universidad quieren ir y conseguir una beca, y tú no puedes hacer nada de eso.
“Al terminar la preparatoria me fui a buscar un empleo como cualquier indocumentado, y pensé: ‘¿qué diferencia hay entre el que acaba de llegar ayer y yo, que crecí en este país?’, ninguna”.
Sin embargo, agrega, me di cuenta de que lo mío era la escuela. Y cinco años después regresé. Mi reto académico fue aspirar a todas las universidades a las que sé que no pertenecemos por ser indocumentados, como Harvard, Yale y Columbia. Las dos primeras me rechazaron, pero en Columbia logré que me aceptaran en 2013; el problema fueron los obstáculos económicos, porque al carecer de papeles no puedo solicitar ninguna beca
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Las mismas dificultades enfrentaron Pamela Morales y Sara Martínez, quienes lograron ingresar a sus estudios universitarios pese a tener un estatus migratorio de indocumentadas.
Estudiante de Trabajo Social en la Universidad de Austin, Texas, Pamela, de 20 años, reconoce que como indocumentados “siempre tenemos que tener un plan B, C y D, pero ahora con la llegada de Trump se generó mucho temor e incertidumbre.
Sara, de 27 años y experta en tecnología médica, advierte que aunque sabemos que en México puede haber un lugar para nosotros, también constatamos que para quienes ya han regresado su inserción ha sido difícil, y resulta absurdo que por no tener un documento ahora se nos diga que tenemos que dejar nuestro hogar; por eso no estamos dispuestos a quedarnos callados y desaparecer
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