Opinión
Ver día anteriorJueves 12 de enero de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad Perdida

Renta básica a capitalinos

Oposición tricolor

Recursos, pretexto

L

a posibilidad de que en la Ciudad de México se dé a todos sus habitantes una renta básica va mucho más allá de una simple propuesta de partido. Es, y debe entenderse de esa manera, una especie de vacuna contra muchos de los males que padece el país, que cada vez se va haciendo más urgente en la capital.

Esta visión, la que plantea que debe haber cierta cantidad de dinero para quienes viven en la capital, está de acuerdo con las formas de pensar de los militantes de algunos de los partidos políticos que regularmente no aceptan este tipo de propuestas, y por eso, aun en contra de sus convicciones, al son que les tocan sus dirigencias, han puesto en peligro este que podría ser un derecho que adopten diferentes países de América Latina, como indicó Alicia Bárcena, secretaria general de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en un mensaje al Encuentro Internacional sobre la Constitución de la Ciudad de México.

Pero el asunto parece no importar, principalmente a los agentes del priísmo, que buscan negar la posibilidad a la gente de la ciudad. El argumento que se levantó en contra del posible derecho fue que los dineros que tendrían que gastarse por esa medida eran del tal tamaño que el gobierno de la ciudad no podría soportarlos. Hubo otros, pero ese fue el más contundente.

La intención del gobierno de Miguel Ángel Mancera es, porque aún no han logrado tirar la intención, dotar a la gente de la ciudad, de manera gradual –primero a los más necesitados–, de un mínimo vital que evite que la delincuencia pueda levantar como argumento que exculpa: el hambre.

Pero además, y aunque no pueda compararse, la medida, estampada en la constitución de la Ciudad de México, dará certeza de que los trabajos que se han dado en la Asamblea Constituyente miran hacia un futuro con formas novedosas, pero justas, o que buscan acercar la justicia a quienes menos tienen. Pero eso no parece impactar la conciencia del priísmo, que pretende no moverse.

Claro que los dineros es el tema, el pretexto. Desde luego, ahora el cinismo se ha convertido en un argumento políticamente correcto, y no se requiere de la memoria ni la experiencia para recordar que siete gobernadores del PRI están acusados de diferentes delitos, todos del orden económico, y la suma de los dineros faltantes en las entidades va más allá de 150 mil millones de pesos, cifra que bien podría aliviar algunas de las preocupaciones que aquejan a los miembros de ese partido.

Pero hay más, y eso parte de la imaginación tricolor, que advierte en ese derecho un éxito tal, que sólo se podría comparar al de las ayudas para la gente de la tercera edad que tuvo que retomarse en los estados de la República, y las inversiones en ello, desde luego que impidieron que los gobernadores se llevaran más. Si la renta mínima se logra en la Ciudad de México, y cunde en el país, se le habrá dado otro pellizco a la bolsa que los gobernadores, por ejemplo, manejan a discreción.

Será muy difícil que se apruebe la medida. La derecha en pleno no la acepta, pero aún hay tiempo para trabajar y conseguir lo que ahora parece imposible.

De pasadita

Y ahora, una de vaqueros, o mejor dicho, otra del gasolinazo.

Martes, poco después de la medianoche. En la estación de gasolina ubicadas en Insurgentes y Yucatán, que ha dejado de llamarse Pemex para darse a conocer como Hidrosina, empresa que dirige Paul Karam, de quien se dijo fue investigado por omitir el pago de impuestos, llega un automóvil a cargar combustible, tras de él una motocicleta color blanco sin placas manejada por una mujer, que estaciona la unidad junto a la bomba de aire. De la parte posterior desciende un hombre con pantalón verde olivo, camuflado, saca un arma y se va sobre el conductor del auto.

Cuando menos cuatro despachadores de la gasolinera miran cómo el hombre del auto es asaltado. Los de la moto despojan con rapidez al del auto y abandonan el lugar. De frente a los hechos una cámara, ningún policía; el delito se consumó con toda impunidad; 24 horas después la policía no sabe nada, o no quiere saber nada.