l inicio del año se exhiben los flancos débiles de la economía y la política en el país. Imposible separarlos. El entorno se transforma de modo rápido. Las condiciones cambian y provocan reacciones que tienden a impulsarlos incluso mientras se pretende contenerlos. Esta es también una cuestión de índole práctica y que se abre de par en par.
Las premisas bajo las que se operaba hace apenas unos meses, que daban ya claras muestras de intensa fatiga, ya no son válidas, aunque se persista en querer seguirlas. Las expresiones sociales de descontento crecen y tienden a salirse de su curso, ya sea por sus propias fuerzas o bien por manipulaciones que se ejercen desde los ámbitos del poder o por aquellos que quieren ampliar sus dominios.
Las condiciones internas se deterioran un día sí y otro también, y no resisten los embates que vienen del exterior. Estos últimos se van a intensificar y hay que actuar en consecuencia. Eso deberá ser guía para lo que se quiera hacer o tal vez de modo más realista para lo que se pueda hacer.
Las fuerzas que actúan hoy derivan de los procesos que ocurren en los mercados, movidos siempre por los grandes agentes económicos, que por una etapa ya larga están centrados en los negocios financieros, sean privados o del Estado, que finalmente son lo mismo.
Igualmente, tales fuerzas se ahondarán por las decisiones políticas que por ahora se están tomando en una alta y presuntuosa torre de la ciudad de Nueva York y que en días lo harán desde la Casa Blanca, en Washington.
Empresas como Ford, General Motors y Carrier ya han cedido a las presiones proteccionistas y no lo han de haber hecho sin obtener nada a cambio, pero esa cuestión es, para nosotros, por ahora irrelevante.
Donald Trump va ganando en la lucha de vencidas y puede usar todo tipo de trucos para doblar el brazo de los que no acepten las nuevas reglas comerciales y de inversión foránea que quiere imponer.
Pero lo verdaderamente relevante es que doblará con más violencia el brazo de la economía mexicana. Apenas es el principio. He insistido en estas mismas páginas en que a Trump hay que tomarlo no sólo en serio, sino de manera literal en los asuntos que nos involucran. De ahí en adelante se podrán definir las acciones posibles.
Sea cual fuere la explicación oficial, sea cual fuere la estrategia que llevó a adelantar la liberación de los precios de la gasolina, el alza decretada hace días y las que están previstas para las siguientes semanas tienen un severo impacto social. Las condiciones tenderán a dislocar de modo general la fijación de los precios en toda la economía y además esto ocurrirá en un entorno claramente recesivo en la producción, el empleo y los ingresos de las familias.
Las protestas, saqueos y muertos conforman un típico escenario en el que se mezcla el genuino descontento, la provocación y el oportunismo. Las proporciones de los elementos de esta mezcla nunca son claras. En eso no hay nada nuevo. Pero no se sabe dónde se para y cómo queda luego el territorio.
De todo eso surgen interpretaciones diversas, tantas como se pueda o quiera, para comprender los términos del conflicto, o bien tantas como se propongan desde distintos frentes. Lo que ahora ya se llama la posverdad, su origen y los mecanismos por los que se difunde, se manifiesta también de modo abierto en el caso actual del país y es un asunto crucial en las circunstancias ahora reinantes.
El gobierno complica las cosas con las decisiones que toma y cómo las explica. Un asunto que viene al caso es el reacomodo del gabinete. Se trata de las personas, pues esto es, ciertamente, relevante en la política nacional. Pero también de las formas, como admitir la ignorancia de los asuntos que competen al nuevo puesto que se acepta, el muy relevante hoy de las relaciones exteriores.
La conducción de los asuntos de gobierno exige muestras claras de que cuando menos hay idea de qué debe hacerse, en qué dirección seguir y las capacidades de gestión de las que se dispone. No se aprecia que ese sea el caso. En ese sentido hay que ubicar la inoportuna decisión del gobernador de abandonar el banco central.
Esta sociedad no puede zafarse de sus modos más básicos del quehacer político. Se reproducen las mismas conductas, basadas en instintos primordiales arraigados hasta el tuétano.
Pero el hecho es que las condiciones que enmarcan esos modos ya son otras: los políticos son repudiados, la apertura económica y financiera se transforma, la transición política ya fue y regresó, la sociedad es muy distinta y sus demandas también. Aunque en esa materia no ocurre como con los yogurts, que tienen fecha de caducidad.
Hay quienes dicen que el efecto Trump provocará un cambio en la gestión de la economía, que se volcará más hacia el mercado interno como fuente de crecimiento. Son personas sensatas, pero ese criterio no alcanza. Zafarse de los modos prevalecientes es imperioso. No se mira que haya una alternativa al respecto, no hay indicio alguno de que exista una estrategia política para definir un nuevo curso defensivo y propositivo. Gobernar es distinto de querer el poder y mantenerlo a toda costa. Pero esa es otra discusión. ¿Será?