Historiador de carrera, el narrador argentino eligió el oficio de contador de historias
La literatura es un bosquejo raro; en la vida, claro, no los hay
, decía
Es autor de Blanco nocturno, Respiración artificial y La ciudad ausente, entre otros
Padecía ELA desde 2014
Sábado 7 de enero de 2017, p. 2
El narrador argentino Ricardo Piglia, referente de la literatura latinoamericana de los pasados 40 años, murió ayer a los 75 años en la ciudad de Buenos Aires, informaron medios locales.
Lector empedernido, estudioso de la literatura, crítico, editor, guionista de cine, profesor de literatura, Piglia padecía esclerosis lateral amiotrófica (ELA) desde 2014, que le provocó debilidad muscular progresiva.
Piglia fue siempre muy respetuoso de la palabra militancia
. En los años 70 del siglo pasado, cuando era militante en Vanguardia Comunista en su país natal, se adhirió al maoísmo, que para él suponía la adopción del análisis materialista de la producción literaria junto con el rechazo de la literatura comprometida, concebida como un instrumento de difusión del programa político
El autor de libros como Respiración artificial, Blanco nocturno y La ciudad ausente eligió el oficio de contador de historias como una manera de conjurar dudas y construir certezas. Aseguraba que la literatura es un laboratorio de la vida, donde podemos aprender, incluso, ciertas relaciones con el amor. “Cuando leemos novelas hacemos la experiencia de la vida a veces más intensa, más perfecta o más dramática.
La literatura, a diferencia de la pintura o la música, tiene la particularidad de no requerir una lengua distinta, es decir, un escritor hace su arte con los materiales más cotidianos. Por eso la persistencia de la literatura tiene que ver con la idea de experimentación. La literatura es una especie de bosquejo raro. En la vida, claro, no los hay. Uno vive el día a día sin guión. Por eso la literatura es una tentativa de algo que se supone que uno puede vivir
. (La Jornada 1/11/2005)
La vida se forma con historias
El escritor, a quien le gustaba sentarse en la acera de su casa con un libro en las manos, haciendo como que leía, para ver pasar a las personas que se dirigían a la estación de trenes de su natal Androgué, sostenía que el lector siempre ha estado presente en la literatura.
El interés y la intriga por el lector nunca dejaron de estar presentes, más allá de que con frecuencia han protagonizado el debate literario otro tipo de cuestiones, como las experimentaciones lingüísticas, la energía de la trama, la ruptura temporal. Me parece que la idea de interrogarse sobre el lector está ligada al fin de la noción de que la literatura tendría una esencia que permitiría identificarla en el objeto mismo.
El autor de El último lector se consideraba un testigo de su realidad: Suelo ver a la sociedad en relación con la responsabilidad; la veo como una serie de tramas, de relatos. Una experiencia muy importante es que estamos siempre contándonos historias y que la vida de cada uno se forma también con las historias que nos cuentan y que nos contamos en un día. La responsabilidad de un escritor es escuchar esos relatos que circulan en la sociedad y hacer de ellos el contexto de la literatura y el lugar dentro del cual ésta establece ese contacto con la realidad
. (La Jornada 21/1/2007)
Para Piglia, la literatura se relaciona con la sociedad ya narrada y la responsabilidad del narrador es saber escuchar esos relatos, que muchas veces funcionan como relatos de resistencia, críticos de la situación social.
Si tuviese que hablar de la cuestión tan complicada y solemne de la responsabilidad de los escritores, diría que una de ellas es estar atento a la circulación de historias y relatos
, señalaba.
En su ensayo Formas breves, el autor escribió que el arte de narrar es un arte de la duplicación; es el arte de presentir lo inesperado; de saber esperar lo que viene, nítido, invisible, como la silueta de una mariposa contra la tela vacía.
Ricardo Emilio Piglia Renzi nació el 24 de noviembre de 1941 en Androgué, provincia de Buenos Aires. Estudió historia en la Universidad Nacional de La Plata, aunque dedicó su vida a las letras. En 1965 se mudó a Buenos Aires, donde el prestigioso editor Jorge Álvarez le ofreció trabajo. Dos años más tarde ganó una mención especial del premio Casa de las Américas por su libro de cuentos Jaulario (luego publicado como La invasión). Allí aparece su álter ego Renzi, en un juego de espejos a partir de su nombre completo.
En 1975 se editó Nombre falso, su segundo libro de cuentos. Cinco años después, durante la dictadura militar, Piglia alcanzó trascendencia internacional con su primera novela, Respiración artificial, que puede leerse como una indagación sobre los enigmas de épocas convulsas y con la que marcó un hito en la literatura.
En 1988 publicó Prisión perpetua, que incluye dos novelas cortas, y cuatro años más tarde fue el turno de su segunda novela, La ciudad ausente, a la que Gerardo Gandini convirtió en ópera con libreto del propio Piglia.
Posteriormente vieron la luz Cuentos morales (1995), Plata quemada (1997), Blanco nocturno (2010) y El camino de Ida (2013).
Piglia fue galardonado en 1997 con el Premio Planeta por su novela Plata quemada, en medio de una demanda judicial presentada por otro finalista, que culminó con un fallo que señalaba que Piglia no debió postularse para la obtención del premio.
En 2005, recibió el Premio Iberoamericano José Donoso por su contribución a la literatura latinoamericana y aparecen sus ensayos Diccionario de la novela de Macedonio Fernández y El último lector, también recibió el premio de la Crítica de España en 2010, el Rómulo Gallegos en 2011 y el Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas en 2013. En 2015, Piglia fue reconocido con el Premio Formentor de las Letras por el conjunto de su obra.
(Con información de Afp y Dpa)