ormidos o engañados, seguimos con explicable interés el pasado proceso electoral de la potencia del norte. Soñamos que su democracia gastada podría asegurar todavía elecciones democráticas y libres. Pero no fue así. Los intereses del imperio más poderoso impusieron, porque así convenía ahora, el proyecto político de los republicanos sobre el proyecto de los demócratas.
Con gran sorpresa e incredulidad vimos descontentos cómo triunfó, según dijeron, la elección de la prepotencia y la soberbia, del odio y del racismo en la persona de un magnate, el más fiel representante del imperialismo más poderoso. Y se sacudió el mundo entero. ¿Qué viene ahora?, nos preguntamos todos.
Algunos mexicanos, ingenuos o con falsas esperanzas, se preguntan todavía si el Trump soberbio y racista de campaña podrá llegar a ser diferente al Trump nuevo presidente, al recordar que en la madrugada de su elección ofreció, quien sabe por qué, diálogo y respeto a todas las naciones del mundo, y también que gobernará para todos los estadunidenses. Pero por nada retiró las humillantes ofensas y amenazas que lanzó directo sobre el rostro limpio y digno de todas las mexicanas y mexicanos.
Trump no cambiará, lo sabemos todos. Pero no es él el problema. Son los intereses intocables del imperialismo los que le han impuesto su proyecto político de soberbia y también los que le dictan lo que debe gritar con amenazas, como lo hizo.
Los mexicanos conscientes sabemos muy bien que este señor presidente tratará de cumplir una a una las amenazas que lanzó en contra de nuestro México, porque son parte del proyecto para el que lo eligieron. Ante esto, no tenemos más que prepararnos para poder responder con la fuerza de la soberanía, la independencia y libertad que hemos conquistado, a todo lo que su gobierno imperial quiera imponernos.
Nos dicen que altos funcionarios como representantes de México, se preparan para un posible encuentro con el nuevo presidente electo. Ante esto, nuestro México ofendido les pregunta ya desde ahora: ¿qué palabra llevarán con autoridad para hablarla en su nombre? ¿Serán capaces de exigirle con firmeza que retire, primero, las ofensas y amenazas que lanzó en contra de nosotros, mexicanas y mexicanos, para que pueda realizarse después el diálogo respetuoso que ha ofrecido?
¿Tendrán la fuerza y dignidad para decirle no al muro de ignominia y de vergüenza que pretende construir para cerrar el paso a nuestros migrantes, porque él los considera delincuentes? ¿Sabrán exigirle, en cambio, nuevas relaciones laborales verdaderamente justas a favor de los mismos, advirtiéndole, además, que las remesas ganadas por ellos con derecho son, por esto mismo, intocables? ¿Le exigirán también la urgencia de revisar el cuestionable Tratado de Libre Comercio de América del Norte, acordando nuevas relaciones comerciales, justas y equitativas que deben darse entre naciones vecinas?
Ante todo esto, vemos con indignación cómo los dirigentes de los partidos políticos que se han venido turnando en el poder por tantos años, para mal de México, están ya buscando con descaro lograr las alianzas posibles entre ellos, hasta las que antes se consideraban imposibles, para mantenerse en el poder los que lo tienen, o para recuperarlo, aunque con nombres diferentes, los mismos que tuvieron que dejarlo por un tiempo.
Parecieran no importarles a estos políticos mexicanos las nuevas amenazas que nos vienen del actual imperio. O peor todavía, dan signos de que no creen que nuestro México tiene la fuerza, la historia de lucha, la experiencia, la conciencia necesaria y los recursos para levantarse por sí mismo y ser el México independiente, libre y soberano que necesitamos.
Es la hora de decidirnos a construir nosotros mismos el sueño mexicano
que asegure una vida digna para todos. Construyamos nosotros el muro verdadero de justicia y dignidad que impida, por sí mismo, que nuestros connacionales sigan arriesgando sus vidas en aquellas tierras de humillación y de atropello. Pero esto exige lograr que aquí mismo, en la Patria grande, puedan encontrar, en adelante, las condiciones de vida que hasta ahora se les ha negado. Esto es posible porque tenemos con qué hacerlo. Pero para lograrlo es urgente frenar y castigar tanta corrupción y tanto robo. Como también prohibir todo tipo de bono extraordinario, secreto
o navideño
, que intenten asignarse, al cual no tienen ningún derecho y, además, sería un abuso más y nuevo golpe al pueblo que, dicen, los ha elegido.
Abramos nuevamente los oídos al grito: basta
de este México injusto, desigual, de creciente corrupción e impunidad y de tanta mentira sistemática sin el menor pudor. Grito que se sigue levantando desde el corazón de estas montañas del sureste mexicano, en nombre de todos los pueblos originarios de México. Es un grito que fue primero una exigencia, y que ahora se ha convertido, además, en una advertencia obligada e inevitable. Aún estamos a tiempo, después será muy tarde.
La noche ya pasó. Despertemos y comprometámonos con el futuro de la Patria, ante la nueva amenaza que nos están gritando, con voces nuevas, desde los intereses capitalistas del imperialismo.
*Párroco de San Andrés Apóstol y presidente de Jtatic Samuel, por una sociedad más justa AC