En un contexto de cambios se concibió la sala, cuya razón de existir está dentro de todos
Sábado 31 de diciembre de 2016, p. 4
Es 1976. La década de los años 70. ¿Qué hacía, quién era, en qué momento vital se hallaba cada uno de los probables lectores de esta historia de la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl? La Fenice (que perdería el planeta a principios de 1996 en un incendio), el teatro de la Scala de Milán, el Concertgebouw de Ámsterdam, el Teatro del Metropolitan Opera House, las grandes salas de conciertos del mundo tienen una historia ligada a innumerables generaciones de músicos y de amantes de la música.
Es 1976. Es la era de los pantalones acampanados. Del look afro en las cabelleras de los jóvenes, largas aún, extendidas por la Era de Acuario. La cultura punk empieza a escandalizar, desde Londres. En el cine Roble de la ciudad de México transcurre la 10 Muestra Internacional de Cine. En la cartelera lucen los estrenos de New York, New York, con Liza Minelli y Robert de Niro; los planos secuencias de Brian de Palma en Carrie; los ojos del tamaño del mundo de una niña en Cría cuervos, del español Carlos Saura y Geraldin Chaplin; de La trilogía de la vida, de Pier Paolo Pasolini; de Mary Poppins; de El último tango en París, mientras en el cine Regis Johnny tomó su fusil. El dólar se cotiza en 25 pesos mexicanos y la palabra crisis
es el santo y seña en la nación, mientras llegan aquí los primeros vuelos comerciales del Concorde.
El 27 de febrero, la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) inicia su primera temporada de 1976, consistente en siete pares de conciertos que se realizan de febrero a abril. El lunes 26 de abril, Diego Valadés, director general de Difusión Cultural, da posesión a Héctor Quintanar como nuevo director titular de la Orquesta Filarmónica de la UNAM (Ofunam), en sustitución de Eduardo Mata.
Concluye así una etapa fundamental, la de su consolidación, en la vida de la Orquesta Filarmónica de la UNAM, fundada en 1936 como Orquesta Sinfónica de la Universidad y transformada en 1972 en Ofunam por Eduardo Mata, quien la dirigió desde 1966, elevó su calidad y formó un público ávido y la necesidad de una sala de conciertos idónea.
Con el rector Javier Barros Sierra, Eduardo Mata convierte a la entonces Sinfónica de la Universidad en una orquesta de primer nivel. Los conciertos en el Teatro de Arquitectura empiezan a poblarse paulatinamente de un público que presencia el crecimiento artístico vertiginoso de su orquesta. Ya insuficiente el Teatro de Arquitectura para el número creciente de espectadores, los conciertos de la Sinfónica de la Universidad, más tarde Filarmónica de la Universidad, se trasladan entonces al auditorio Justo Sierra los viernes por la noche, y los domingos ocurre un éxodo consecutivo similar: primero el teatro Metropolitan, luego el Teatro de Bellas Artes y finalmente el teatro Hidalgo.
Era tan pletórico el público universitario que hay imágenes indelebles en la memoria: Eduardo Mata dirigiendo en el auditorio Justo Sierra lleno a más no poder, incluso jóvenes sentados en el podio, junto al director. Varias generaciones de escuchas recibimos ahí nuestra formación. En la oficina del director general de Difusión Cultural, Gastón García Cantú, Eduardo Mata y Carmen Cirici hablan entonces de la necesidad de construir una sala de conciertos para la orquesta universitaria; ya hay un público y una gran orquesta, que piden y merecen, ya, una sala de conciertos dedicada a la música. Es 1967, el proyecto madura, se piensa en algún lugar ubicado en el campus universitario para edificar la nueva sala. Sobrevienen los sucesos de 1968, Barros Sierra renuncia. El proyecto queda en el tintero. Ocho años después de concebida la idea se dan las condiciones para la construcción de la sala de conciertos, trabajos que dan comienzo a principios de 1975.
A partir del primero de mayo de 1976, fecha en que empezó a ser efectivo el nombramiento de su sucesor en la Filarmónica de la Universidad, Eduardo Mata fue nombrado Asesor Musical de la Dirección General de Difusión Cultural y director honorario de la Ofunam.
El 15 de diciembre de 1976, después de 38 horas de deliberaciones, la junta de gobierno de la UNAM elige al doctor Guillermo Soberón rector de esta casa de estudios para un segundo periodo, que comprenderá del 3 de enero de 1977 al 3 de enero de 1981. El Consejo Universitario aprueba el presupuesto para 1977: 5 mil 830 millones de pesos. La UNAM tiene una población de 150 mil estudiantes.
El primero de diciembre de 1976, Luis Echeverría Álvarez entrega la banda presidencial a José López Portillo. Juan José Bremer asume entonces la Dirección General del Instituto Nacional de Bellas Artes.
En el mundo, el 24 de marzo Eva Perón es derrocada por el régimen militar del general Videla. El 9 de septiembre muere en Pekín Mao Tse Tung, líder de la República Popular China desde su fundación, en 1949. España inicia monarquía. En Estados Unidos, James Carter –Gerald Ford es presidente– gana las elecciones presidenciales el 2 de noviembre y los demócratas aumentan su mayoría en el parlamento. En Italia, mientras tanto, por vez primera en la historia de la República Italiana los comunistas obtienen las presidencias de cuatro comisiones en la Cámara Baja. Desde Sudáfrica se informa que fuerzas cubanas encabezan una ofensiva en el sur de Angola para eliminar a los guerrilleros prooccidentales.
En 1976, la Ciudad de México cuenta con 13 millones de habitantes y es la cuarta más poblada en el mundo, después de Nueva York, Tokio y Shangai. En casa suele escucharse música en aquellos armatostes llamados consolas
que ocupaban el lugar de honor, y un espacio considerable, de la sala doméstica. A los grandes adelantos tecnológicos que asombran a todos (que no consistían sino en la posibilidad de escuchar varios discos consecutivamente, apilados en el brazo superior a la aguja de la tornamesa) se añade ahora el furor por los tocadiscos de pilas
, aparatos portátiles para escuchar los pesados acetatos por doquier.
Al cumplir sus primeros 40 años de existencia, este 2016, la sala de conciertos Nezahualcóyotl está adherida al alma de varias generaciones de músicos y amantes de la música. No sólo la pléyade de luminarias y la lista interminable de grandes músicos y la multitud de ejecutantes y atrilistas que han desfilado por su foro tienen que ver con esa historia; las experiencias vividas en butacas por miles y miles de personas habitadas, han marcado una historia personal a todos y cada uno de sus protagonistas.
El repaso documental que aquí iniciamos busca el reflejo en cada lector: volcar hacia la experiencia individual de cada quien la historia de la sala Nezahualcóyotl, cuya razón de existir está dentro de cada uno de todos.
La educación sentimental, las experiencias anímicas, el sentido existencial que ha significado y significa la mejor sala de conciertos de América Latina para cada uno de nosotros es el sentido mayor que puede tener –recordar es vivir– la tarea de ubicar año por año, concierto por concierto, la historia de la sala de conciertos Nezahualcóyotl. Una experiencia multitudinaria desde lo íntimo. Una historia que empieza esta noche, que es jueves, es 30 de diciembre de 1976 y se ha iniciado el concierto.