En Un monstruo de mil cabezas, que se estrena el viernes, la batalla es lícita e ilícita
En el cine mexicano casi nunca se retrata a mujeres valientes, sino como decorado
Sí las hay en el país, pero no se les toma de referentes, señala
Se narra la impunidad de corporativos
Miércoles 7 de diciembre de 2016, p. 9
Sonia Bonet es un personaje ordinario que hace cosas extraordinarias
. Es una mujer, madre de dos adolescentes y una esposa que puede darlo todo por su pareja. Vive en la colonia Narvarte de la Ciudad de México.
Acorralada por la desidia y la corrupción de una aseguradora médica que pretende incumplir con un costoso contrato que obtuvo para atender a su esposo, hará lo que sea para conseguir que atiendan a su marido y pueda seguir viviendo.
La de Sonia, encarnada por la actriz Jana Raluy, es la historia de una mujer cuyo marido tiene un cáncer grave y para mejorar su calidad de vida requiere un tratamiento específico que la aseguradora médica le está negando, por clasificarlo como experimental. Desesperada, emprende una batalla, lícita e ilícita, contra este molino de viento
, cuenta a La Jornada el cineasta Rodrigo Plá, quien este viernes estrenará su reciente trabajo: Un monstruo de mil cabezas, excelente thriller mexicano que vale la pena no perderse.
Filme de muchas lecturas
Plá, director de cintas como La Zona, Desierto adentro y La demora, cuenta que este filme es una historia con muchas lecturas, pero es evidente que nos interesan los personajes complejos más allá de su género. No obstante, llama la atención porque casi nunca en el cine mexicano se retrata a una mujer con voluntad, apasionada, con energía y fuerza. Suelen ser como el decorado... de relleno, y acá es el personaje principal, cuyo periplo es la búsqueda de su justicia
.
Rodrigo, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica y cuyos cortos y largos han sido premiados en festivales internacionales (como el Óscar Estudiantil al mejor cortometraje extranjero, obtenido en 2001), asegura que el de Sonia es un personaje que me encanta porque se equivoca; es decir, tiene sus propios valores y principios acerca de la vida. En el transcurrir del filme se descubre en ese lugar incómodo porque ha trasgredido sus propios principios; sabe que se ha equivocado, y el error es parte presente de ella, le da ambigüedad y la hace interesante
.
–¿En México existen esas mujeres? –se pregunta al realizador.
–En nuestro país las hay, sólo que no suelen tomarse de referencia para hacer películas. En Un monstruo... se habla de varias cosas. Por eso cuando las cintas tienen suerte existen diferentes niveles de lectura.
Se expone cómo las grandes corporaciones rigen sobre los estados, los controlan. Cómo trabajan con impunidad, con abusos sobre la gente y, como no hay gobierno que las regule, hay excesos. La cinta habla de la intimidad de esos personajes y cómo se encuentran ante la indefensión y la vulnerabilidad de un Estado fallido.
Pero reconoce que en la película también está el cuestionamiento de tener, por ejemplo, una arma en casa. Es como los justicieros que han surgido recientemente. Al final ella se equivoca y ya no hay vuelta atrás, porque hay muchas cosas que pasan por su cabeza, como la injusticia, pero también se suma la condición de su familia. Quiebra emocionalmente. Se bloquea y emprende una batalla imposible contra la aseguradora
.
Contaron la historia en el ámbito de la seguridad privada, pero existe el ciudadano ordinario que se enfrenta a la gran burocracia, en la que la gente deja de serlo y se vuelve números y estadísticas
.
Anécdotas, no conceptos
Las cintas, asegura Rodrigo, no se construyen con conceptos, sino con anécdotas puntuales
. Lo anterior lo comenta por el origen de Un monstruo de mil cabezas.
“En los chats sobre artículos de salud vimos que la gente comparte sus experiencias, y de ahí las robamos y las incorporamos a nuestra historia... Cuando regresamos al país (luego de hacer La demora) queríamos asegurarnos, ver si íbamos al IMSS o a un seguro privado. Nos importaba el tema de la salud, que es responsabilidad del Estado, pero vimos que esas empresas privadas se convierten en un negocio que no está bien regulado, de manera que es como pedir a un tiburón que no coma a un pez pequeño. La naturaleza de esas corporaciones es hacer dinero.”
La cinta, plena de block points, de ganchos que jalan al espectador hacia adelante, seduce por sus líneas, su foto y su sonido (diseño de Alejandro de Icaza).
El elenco lo forman también: Sebastián Aguirre Boëda, Daniel Giménez Cacho y Úrsula Pruneda. El guión es de Laura Santullo. La fotografía de Odei Zabaleta. Edición de Miguel Schverdfinger. Los productores son Sandino Saravia Vinay y Rodrigo Plá.