Largas filas se forman frente a la inmensa roca que guarda las cenizas del comandante
El ron prácticamente vuela de las tiendas y los músicos sacan sus instrumentos y vuelven a tocar
Martes 6 de diciembre de 2016, p. 31
La Habana.
El Granma voló de las esquinas y las botellas de ron se esfumaron de los estantes de las tiendas. Y sí, los músicos sacaron las guitarras de sus estuches, aunque en la plaza mayor y en las entradas de los edificios permanezcan las ofrendas, veladoras y flores para el líder de la revolución cubana, Fidel Castro Ruz.
Tras nueve días de duelo oficial, la capital de Cuba comenzó a retomar su vida cotidiana, aunque los medios estatales siguieron en la incesante repetición del momento en que Raúl Castro, presidente de la República de Cuba, colocaba la urna con las cenizas de su hermano en el hueco de una roca que, dicen los santiagueros, ellos vieron pasar rumbo al cementerio de Santa Ifigenia. La trajeron del Pico Turquino
, dijo una anciana que esperaba el momento de visitar el peculiar nicho, en referencia al punto más alto de Cuba, donde, por cierto, reposan los restos de Vilma Espín, la esposa de Raúl.
El hueco fue cubierto con una losa de mármol verde y una sola palabra: Fidel.
Claro, la carga simbólica, el peso de la historia, estarían rengos si el venerado polvo no se acompañase de un trozo de discurso de Fidel. La pieza elegida es del año 2000 y es posible que millones de cubanos se la sepan de memoria, pues fue un día en que el eterno comandante
definió La Revolución.
Aunque la caravana de casi mil kilómetros y cuatro días fue transmitida en vivo, los camiones de la televisión cubana jalaron sus cables en cuanto arribó al cementerio, con el argumento de que se trataría de una ceremonia privada. A la misma, sin embargo, asistieron los invitados especiales, entre ellos varios presidentes en ejercicio y algunos ex mandatarios, como por ejemplo el dominicano Leonel Fernández, quien más que amigo se consideraba alumno de Fidel. Cuando se conocieron, el viejo zorro cubano lo sometió a examen, según confesó a la periodista Edit Filbes.
Afuera, la gente hizo largas filas (¿usted es el último?
, es una de las frases más repetidas en la isla) para contarse entre los primeros en visitar la roca. Para hacer tiempo, los cubanos discutían con los periodistas extranjeros.
Bueno, casi todos, porque el anciano profesor Hebert Noa no estaba para soportar impertinencias: Fidel dejó todo amarrado... La revolución está garantizada
, dijo el maestro, a quien le pesaba el pecho de tanta medalla ganada por sus servicios.
Otro profesor, este de ingeniería mecánica, oyó las preguntas y quiso dar su opinión: En Cuba, los cambios comenzaron mucho antes de lo que está hablando la prensa mundial
.
Para el maestro universitario de nombre José Domínguez, Cuba va a seguir siendo una fortaleza asediada
mientras persista en el socialismo, porque el otro sistema no va a permitir uno que le sea antagónico
.
Cada vez que oye la palabra cambio, una mujer a su lado corrige: Es perfeccionamiento
.
Este lunes habanero se incrementó el tráfico, la fresca embajada de Estados Unidos recibió solicitantes de visas (de hecho, nunca cerró) y crecieron las colas en las casas de cambio de moneda y los cajeros automáticos que entregan dos clases de billetes: pesos cubanos convertibles (más conocidos por las siglas CUC) y pesos normales
(si usted toma un taxi, por ejemplo, le toman un CUC a 25 pesos).
Los cubanos lo ven ya como parte del paisaje. Y tampoco encuentran contradicción alguna en ser ardorosos partidarios de Fidel y, al mismo tiempo, parte de la cada vez más extendida capa de trabajadores independientes o microempresarios.
Muy lejos de la ciudad donde viven había dos de ellos. El llanto de la mujer, Amalia González, se oía a una cuadra de distancia.
El hombre, Gerardo Soto, la consolaba con un abrazo profundo, aunque él también lagrimeaba.
Los fotógrafos extranjeros los ametrallaron.
La pareja echó a andar sin que el llanto cesara. Fueron a Santiago desde La Habana, donde radican, a puros aventones.
En el camino al cementerio les salió al paso un hombre negro, enorme. Apapachó a la mujer, sin conocerla. Y comenzaron a charlar como viejos amigos aunque se estaban conociendo apenas.
De Fidel volvieron al presente. El negro hizo notar que ya estaban barriendo la calle, apenas pasada la caravana.
Aquí hay sentido de pertenencia
, dijo, y los tres coincidieron y se quejaron de la basura en su lejana ciudad, del transporte y otros servicios.
Se despidieron como viejos amigos y entonces, de nuevo rumbo al cementerio, Gerardo contó que él se dedica a trabajar y vender todas clase de piezas de mármol, aunque estudió economía en la URSS la víspera del derrumbe. Ella, a su vez, es emprendedora en un negocio de informática.
–¿No hay riesgos con la apertura?
–Con los pequeños negocios no, porque los cubanos estamos educados en el deber y el beneficio social. No nos cuesta trabajo aportar al Estado –dice Gerardo.
–Es una opción más de empleo que tenemos acá en Cuba.
La canción oficial, composición de Raúl Torres para los homenajes a Fidel Castro, dice en unas de sus líneas: Hoy quiero gritarte padre mío/ no te sueltes de mi mano/ aún no sé andar bien sin ti
.
Gerardo y Amalia se mostraron más seguros que la canción. Volvieron a La Habana como llegaron a Santiago: a puros aventones.