Exhiben más de cien obras de ambos artistas
Ellos colocan a las civilizaciones y culturas a la par, dice Juan Coronel Rivera a La Jornada
Martes 6 de diciembre de 2016, p. 5
Diego Rivera y Pablo Picasso se conocieron en Europa, fueron amigos, discreparon sobre el acercamiento del mexicano al cubismo –introdujo elementos del arte precolombino y popular–, se alejaron y el primero regresó a su país, donde, junto con otros artistas, desarrolló el muralismo.
Ahora se vuelven a encontrar en Picasso y Rivera: conversaciones a través del tiempo, exposición de más de 150 piezas, abierta al público el domingo pasado –habrá un acto oficial este miércoles– en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA, por sus siglas en inglés), en colaboración con el Museo del Palacio de Bellas Artes (MPBA), adonde llegará el 14 de junio de 2017.
Mientras más de un centenar de las obras, entre pintura, grabado, dibujo y escultura, son de la autoría de Picasso (1881-1973) y Rivera (1886-1957), las piezas restantes son arqueológicas, porque en uno de los cinco apartados de la muestra ambos artistas voltean hacia sus órdenes clásicos: Picasso a lo ibérico y grecorromano y Rivera a lo precolombino.
Se incluye una selección de la colección arqueológica particular de Rivera, resguardada en el Museo Anahuacalli. Se consiguió también la llamada cabeza de Osuna
, obra románica española que el artista malagueño retomó para hacerse un autorretrato.
Dialogar desde historias comunes
Para Juan Coronel Rivera, curador de Picasso y Rivera: conversaciones a través del tiempo por el MPBA, la relevancia de la mirada de los dos artistas hacia el arte antiguo radica en que colocan las civilizaciones y culturas a la par. Todavía en el mundo occidental lo precolombino no tiene la altura de un arte clásico. Tratamos de mostrar que la Coatlicue es tan importante como la Venus de Milo, que es un cambio de perspectiva absoluto
.
Resulta que Miguel Fernández Félix, director del MPBA, estaba en el trabajo de organizar una exposición sobre la relación epistolar Picasso-Rivera a raíz de la muestra Picasso revelado por David Douglas Duncan (2014), proveniente del museo parisino que lleva el nombre del artista malagueño. Luego se enteró de que el LACMA también planeaba algo en torno a estos dos artistas, de modo que decidieron unir esfuerzos.
El recinto angelino, dirigido por Michael Govan, nombró curadora a Diana Magaloni, ex directora del Museo Nacional de Antropología y actualmente directora responsable del Programa para el Arte de las Antiguas Américas en LACMA. De acuerdo con información de ese museo, aparte de Coronel, James Oles y Jennifer Stager figuran como curadores invitados.
El guión curatorial de Conversaciones…, si bien subrayó la idea inicial de LACMA, se trabajó de manera conjunta a lo largo de muchas reuniones junto con Coronel y Magaloni
, apunta Fernández Félix. En entrevista con La Jornada, recuerda que actualmente el recinto también es coproductor de la exposición Pintar la Revolución: el modernismo mexicano, 1910-1950, en el Museo de Arte de Filadelfia.
Dialogar a partir de historias comunes, eso es lo que hacen Picasso y Rivera en Conversaciones… Aunque rompieron con la academia, ambos se iniciaron en ella. “Descubrimos –acota Coronel– que tanto Rivera como Picasso compartieron el mismo sistema de enseñanza, de nombre Pillet, consistente en el copiado de grandes yesos”. Ambos asistieron a la Academia de San Fernando en Madrid y viajaron a Italia.
Según el nieto de Diego Rivera, “una de las cosas que no hemos sabido posicionar son las aportaciones que México ha logrado dentro del continente americano para que exista el arte moderno. Tenemos que traer a colación, sobre todo en esta exposición, que fueron dos mexicanos los que introdujeron el arte moderno a Nueva York. El primero fue el veracruzano Marius de Zayas, cuando abre la Modern Gallery, que exhibe los grandes artistas europeos del momento.
También es la primera galería que asocia a Rivera con el arte precolombino en una exposición de 1915. Los mexicanos hemos colaborado profusamente en el desarrollo del arte estadunidense durante más de una centuria. Los años 30 del siglo pasado serían impensables sin los muralistas mexicanos, por ejemplo.