aminando hacia la plaza México sólo nubes negras, aire y negros presentimientos. La fiesta está salada: penas muy negras. No hubo revuelo de toreros, ni canciones rancheras. Los tacos y fritangas estaban fríos, cuajados en manteca rancia y la cerveza como sopa imbebible. El coso como se desprende de lo que escribo, estaba vacío. Las nubes contaminadas de melancolía torera, en el redondel toritos de Julio Hamdan no tan bien presentados como en las corridas anteriores.
La característica, esa sí fue similar, salidas alegres, galopantes y al llegar a la muleta parados la mayoría rodando y defendiéndose. El primero y el segundo además de débiles y descastados eran noblotes
como se les denomina hoy día. A estos bureles le cortó una oreja Juan Pablo Sánchez y dio la vuelta al ruedo Miguel Ángel Perera. Ambos con detalles de buen son pero sin poder ligar.
La fiesta maldecida por una gitana de mala leche se arrastra sobre la sangre en pena de tantas manos sucias que le meten mano. Contra ese mal fario los toreros van con la brujas gitanas a buscar conjuras. Cuántos toreros se quedan en el camino desarraigados, desplazados. Apren-dices del derechazo y el martinete robotizado no rematado que no es toreo. No aparecen en la estatua de cemento helado que esconden los tendidos el juego luciferino que es canto popular. Maleficio satánico que no han podido conjurar, ni toreros, ni ganaderos, ni aficionados, ni empresarios, ni crónicos. Lucha a muerte con el enemigo invisible que está en el exterior: en las intrigas, las bajas pasiones. Maleficio que parece escondido muy hondo cubierto por una grilla que pierde la esencia del alma.
Dígalo si no el acoso a Fermín Espinoza Armillita, el nieto del fundador de la dinastía, que fue hostilizado toda la tarde por un sector que acababa contagiando a los pocos que estaban en la plaza. Apenas iniciaba unos lances y le caían encima chiflas, abucheos etcétera. La labor del joven torero fue adecuada a las condiciones de los toros que le tocaron en suerte. Curiosamente es su segunda corrida en la plazota y consigue calentar a los aficionados en su contra. Mucho dará que hablar este Fermín que toreó muy bien y remató la faena al segundo toro dando el pecho, vació a perfección y dejó la estocada de la tarde. ¡Bravo torero! Sólo los cabales se enteraron.