partir de este diciembre y hasta el 29 de mayo de 2017, la Galería de la Cineteca Nacional presenta una exposición y una retrospectiva dedicadas al realizador estadunidense Stanley Kubrick. Se incluyen imágenes de cada uno de sus 13 largometrajes, sus cortometrajes y ese primer largo, el poco conocido filme bélico Miedo y deseo (1953), que el propio cineasta condenó al olvido, así como numerosos objetos, cerca de un millar, relacionados con su trabajo (piezas originales, vestuario, cámaras fotográficas y una gran variedad de lentes). Hay también una selección de las fotos que realizó desde los 16 años y que publicaron las revistas Look y Life. Quien inició su faena artística de fotógrafo (con notables clichés de Montgomery Clift o del boxeador Walter Cartier, sin olvidar la más célebre, aquella que captura la congoja de un vendedor de periódicos al día siguiente de la muerte de Franklin D. Roosevelt, en abril de 1945), elegiría de lleno, poco tiempo después, el oficio cinematográfico, explorando en su corta filmografía casi todos los géneros, renovándolos sin cesar y dinamitando en ocasiones algunas de sus convenciones.
Considérese el abanico de su diversidad creadora: sus primeras cintas (El beso del asesino/The killer’s kiss, 1955; Casta de malditos/The killing, 1956) revitalizan, con ritmo vertiginoso, tono documental y una narración vigorosa, un cine negro que parecía languidecer a mediados de los años 50. Kubrick ofrece también películas de temática bélica (La patrulla infernal/Paths of glory, 1957; Cara de guerra/Full Metal Jacket, 1987), que son comentarios muy mordaces sobre el frenesí patriótico llevado a la irracionalidad. La descripción descarnada de la violencia en el frente y las ejecuciones de los soldados franceses a finales de la Primera Guerra Mundial hicieron que la película fuera prohibida por largo tiempo en Francia. La exposición yuxtapone, al respecto, un tríptico elaborado con fotografías de La patrulla infernal, y el célebre tríptico llamado La guerra, del pintor alemán expresionista Otto Dix, algo que subraya el desencanto y pesimismo radical con que el cineasta abordó ese género popular. Viene luego la adaptación de Lolita (1962), novela de Vladimir Nabokov, quien colaboró con el director ofreciéndole un primer guión de 400 páginas, mismo que habría de suprimir finalmente el contenido de erotismo explícito en la relación de un hombre de 40 años y una ninfa de 12, situación que sería imposible de abordar, de ese modo, en el cine de estos tiempos nuestros de pánico sexual, pero que en los años 60 era ya explosiva y muy perturbadora, como lo atestiguan las cartas de protesta dirigidas a Kubrick por diversas iglesias y que son presentadas en la exposición. A pesar de ese escándalo, o por ello mismo, la película fue todo un éxito de taquilla.
Un caso curioso fue también la filmación de Dr. Insólito o cómo aprendí a no preocuparme y amar la bomba (Dr. Strangelove…, 1964), divertida sátira política realizada en plena guerra fría sobre el furor anticomunista y la carrera armamentista de las dos grandes potencias mundiales. Entre las secuencias suprimidas figura una costosísima guerra de pasteles que el director decidió eliminar por miedo a que el tono de la cinta fuera finalmente el de una farsa. Sin duda, una de las decisiones más prudentes en su carrera. Del episodio, la exposición ofrece fotografías reveladoras. Una película menos personal fue Espartaco (1960), superproducción en la que Kubrick debió remplazar a Anthony Mann por los conflictos de ese director con el protagonista, Kirk Douglas. A pesar de sus claras connotaciones políticas (guión de Dalton Trumbo, escritor perseguido por el macartismo), la cinta dejó insatisfecho a su realizador, quien sólo le aporta su solvencia técnica. Las producciones ulteriores serán emblemáticas y consagratorias: 2001, odisea en el espacio (1968), Naranja mecánica (1971), Barry Lyndon (1975), El resplandor (1979), Cara de guerra (1987) y Ojos bien cerrados (1999), todas de inventiva formal y audacia narrativa tan complejas que bien ameritan un nuevo artículo. Son las películas más conocidas de un público joven y las que seguramente abarrotarán las taquillas de la Cineteca. Cada título tiene en la exposición un complemento documental y una atractiva glosa iconográfica. Si de recomendaciones se trata, convendría apreciar este día, en pantalla grande, el cine menos difundido de Kubrick: el talento desplegado en El beso del asesino y la maestría absoluta de Casta de malditos, dos obras clave del cine negro. Y por supuesto visitar la exposición complementaria para que ese doble placer, y los que le siguen, sea casi perfecto.
Twitter: @Carlos.Bonfil1