ace unos días, en un raro momento de síntesis fulminante, la destituida presidenta Dilma Rousseff se refirió a su sucesor, Michel Temer, diciendo que se trata de alguien que es mucho menor que el país
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Eso queda claro a cada día: Temer carece de estatura política, ética y moral para ocupar la presidencia. No tiene otra iniciativa política que la de tratar de contemporizar con sus aliados, no tiene liderazgo alguno, no tiene otra propuesta para sacar el país de la más profunda crisis en décadas que una palabrería monótona y vacía. Frente al gigantesco tamaño de los problemas que sacuden los cimientos de sus instituciones, Brasil tiene a un pigmeo en el sillón presidencial.
Al borde de cumplir siete meses, el gobierno que Temer encabeza no logró la tan soñada y sonada legitimidad. Las manifestaciones callejeras lo comprueban, así como el ínfimo respeto de la comunidad internacional.
El equipo económico, recibido por los apoyadores del golpe institucional como la panacea para todos los males del mundo, no presentó otra propuesta que disminuir el Estado a un piso mínimo, imponer un drástico recorte en los gastos públicos y privatizar todo lo que sea privatizable. El tan anunciado retorno de las inversiones y la tan proclamada remontada de la confianza quedaron colgadas entre dos nubes: la de la mentira y la de la farsa. Lo que se registró fue una caída brutal en las inversiones y también en el consumo.
Temer, a ejemplo de su par argentino Mauricio Macri, prometía la remontada de la economía para el segundo semestre. Bueno: el segundo semestre llega a su fin dejando como legado un escenario de desolación. ¿Y qué hace ahora Temer? Anuncia que la recuperación se dará en el segundo semestre, pero del año que viene.
Una vez más, o miente o sus relaciones con la realidad están deterioradas de manera irremediable.
Por esos días fueron divulgados algunos índices oficiales de la calamitosa situación económica. En el tercer trimestre del año el PIB retrocedió 0.8 por ciento. Ni un único segmento de la economía dejó de generar resultados negativos: el agropecuario, -1.4 por ciento; la industria, -1.3 por ciento; los servicios, -0.6 por ciento. Este año la venta de vehículos bajó 21 por ciento. La de máquinas y equipos industriales, 26 por ciento.
Ya se prevé que el PIB retrocederá por lo menos 3.5 por ciento. Y las proyecciones para el año que viene bajaron a quizá –quizá– 0.5 por ciento.
Entre enero y fines de septiembre, el sector de la construcción cerró 441 mil plazas laborales. Esos datos, oficiales y asustadores, son los nuevos resultados del golpe institucional.
La inestabilidad política, el creciente rumor de que Michel Temer no se quedará por mucho tiempo en el palacio presidencial, los conflictos ahora abiertos entre Congreso y Judiciario, el avance de las investigaciones que generan denuncias que cercan al gobierno cada vez más, tienen sus reflejos inmediatos en el mercado financiero.
Uno de esos reflejos se notó este jueves, cuando el real se desvalorizó 2.5 por ciento frente al dólar, mientras la Bolsa de Valores experimentaba una caída de casi 4 por ciento. Definitivamente sobran razones para que empresariado y banca, que apoyaron el golpe financiando manifestaciones espontáneas
contra la presidenta destituida, estén cada vez más decepcionados.
En el campo de la política, Temer comprueba que es muy efectivo conspirador, pero se muestra incapaz de asumir el liderazgo siquiera de su grupo más íntimo. El pintoresco zoológico humano que ocupa el Congreso Nacional no hace más que motivar justificadas y furiosas críticas contra sus hábitos y costumbres.
Definitivamente en manos del Partido Social Demócrata de Brasil (PSDB), del derrotado candidato Aécio Neves y del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, queda cada vez más claro que Temer no conduce el gobierno. Se mantendrá atornillado al sillón presidencial mientras cumpla los designios de Cardoso y compañía.
También llama la atención el nítido abandono que dedican los medios hegemónicos de comunicación, pilar fundamental para el éxito del golpe institucional que lo condujo a la presidencia.
Cada día crece la impresión de que a Temer le reservan el mismo destino que al ex presidente de la Cámara de Diputados y ahora presidiario Eduardo Cunha. Como presidente de la cámara, él fue el instrumento esencial para que se instalara el juicio a Dilma Rousseff. Cumplida su misión, descartado por sus pares, volvió a ser nada más que un ejemplo concreto de la desenfrenada corrupción que contamina al sistema político brasileño.
Temer, como vicepresidente de Dilma Rousseff, fue figura esencial para sucederla luego del golpe. Muy rápidamente pierde utilidad. Más que nunca el todavía presidente está en manos de los artífices del golpe. ¿Hasta cuándo será útil?
Mientras esa pregunta sigue rondando los aires buscando una respuesta, Temer sigue vivo. Pero gracias a una respiración artificial.
A la vuelta de la esquina, esperando su hora, sonríe, soberbio, Fernando Henrique Cardoso. Hace días lanzó una frase fulminante. Refiriéndose al debilitado gobierno, aclaró que es frágil, pero es lo que tenemos, es lo que hay
. Faltó agregar: Por ahora
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En algunas semanas, 2017 hará su estreno formal. Pero 2016 ya llegó a su fin. Ha sido un año insano, frustrante y que termina sin haber empezado.