a elección de Trump debería colocar en el centro de la discusión nacional la necesidad urgente de plantearnos las acciones que tienen que llevarse a cabo, para enfrentar las inminentes decisiones que la presidencia estadunidense tomará en febrero próximo. Aunque pudiera discutirse una posible diferencia entre el Trump candidato y el Trump presidente, lo que no puede negarse es que el país requiere estar preparado ante un escenario terriblemente complicado. Hay consenso en que la economía global y la estadunidense no sólo no mejorarán con Trump, sino que empeorarán.
En cuanto a nuestro país y nuestra economía, es claro que Trump cumplirá muchas de sus amenazas. Ha declarado que en su primer día en la Casa Blanca expulsará o encarcelará a 3 millones de indocumentados, muchos de ellos mexicanos. También ratificó que construirá el muro, aunque en algunas partes sea una cerca. Además, su planteo para que Estados Unidos recupere su grandeza
implica una fuerte reconsideración de los patrones comerciales vigentes desde hace 30 años. Esta reconsideración, en cada uno de sus apartados, afectará inmediatamente a la economía mexicana.
Por esta razón la declaración del secretario de Hacienda, al señalar que es incuestionable la relevancia del bloque comercial de Norteamérica, es preocupante, aunque congruente con una estrategia que se viene desarrollando en México desde 1983: una integración económica completa y profundamente subordinada a la economía estadunidense. El priísmo neoliberal apostó todo a la relación con Estados Unidos y, desafortunadamente para el país, perdió. Llegaron los panistas neoliberales y durante 12 años persistieron en la misma apuesta, y también perdieron. Fueron sustituidos por una nueva generación de neoliberales del PRI quienes, pese a la evidencia del deterioro de la supremacía estadunidense, sostuvieron la misma estrategia de integración y subordinación. La elección de Trump deja claro que los electores y el propio presidente electo rechazan esa estrategia.
El resultado electoral del martes 8 afirma que los propios estadunidenses han votado para que las empresas estadunidenses que han localizado partes sustanciales de sus procesos productivos fuera de ese país, regresen. Es un hecho que Trump intentará que la industria automotriz, entre otras muchas, relocalice enteramente su aparato productivo en Estados Unidos, lo que significará que miles de empleos de mexicanos desaparecerán. Al mismo tiempo, las inversiones productivas que estaban en proceso de concretarse en nuevas plantas en México, o en la ampliación de sus actuales instalaciones, se detendrán.
En conjunto, los impactos negativos serán muy importantes. Por ello es tiempo de modificar sustancialmente una estrategia diseñada hace más de 30 años. México tiene que diversificar rápidamente su comercio exterior y expandir aceleradamente su mercado interno. Los destinos posibles, Europa, Asia y América Latina, no están en óptimas condiciones: China ha disminuido su ritmo de crecimiento, centrándose en la expansión de su mercado interno; Europa padece un estancamiento que no tiene solución a mediano plazo; Brasil y las otras economías latinoamericanas, tras el fin del ciclo expansivo de las exportaciones de materias primas, han reducido su crecimiento o están en recesión.
La expansión del mercado interno es, en consecuencia, la única salida posible para enfrentar el peor escenario que hubiéramos podido imaginar. Un escenario en el que a los impactos económicos habrá que agregar que Trump ha desatado los demonios del odio y el racismo, que afectarán primero a los compatriotas que han emigrado a aquel país, y después a todos los mexicanos legales, independientemente de su condición social y económica.
Recuperar la noción de que es posible lograr desarrollarnos a partir de que mejore la capacidad adquisitiva de la población, particularmente de aquellos que tienen mayores desafíos, es fundamental. Aumentar los salarios es claramente posible y, además, indispensable para reconstituir el tejido social que fue desmantelado por el neoliberalismo. Reconocer el derecho de todos a un ingreso ciudadano universal es otro asunto que resulta decisivo en la nueva configuración de la sociedad mexicana. Seguir pensando que nuestro futuro está asociado a Estados Unidos no tiene ningún sentido.