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Descastados toros de Bernaldo; sosos, los de Xajay; faenas de Manzanares y Roca

Un fiasco, las dos primeras corridas de la temporada grande en la Plaza México
Foto
Andrés Roca Rey en el coso de InsurgentesFoto Cuartoscuro
 
Periódico La Jornada
Lunes 14 de noviembre de 2016, p. a47

Me encantan los positivos, los optimistas, los que saben ver el vaso medio lleno sin preocuparse de su contenido sino entusiasmados por su cercanía con el borde. Maneras de ver las cosas: o de lo perdido lo que aparezca o los verdaderos antis son los propios taurinos o profesionales que viven de esto.

De otro modo no se explica una fiesta brava en la que prevalecen la mansedumbre en el ganado; la comodidad de los que figuran; la necedad de las empresas, nuevas o viejas; el falso apoyo de comunicadores, y la franciscana paciencia de un público esperanzado que aguanta todo, absolutamente todo, sin hacerla de tos, o cuando mucho dejando de ir a la plaza.

En la corrida inaugural, un veterano diestro mexicano y dos figuras del toreo español, con trabajos hicieron un cuarto de entrada en un coso al que le caben 42 mil localidades. Esto, que en cualquier otro negocio sería preocupante, en la Plaza México es misteriosa situación de décadas.

¿Quién exigió esas reses de comprobado descastamiento? ¿Los apoderados, los veedores de los diestros importados o el que va de salida? ¿Por qué la incorregible delegación Benito Juárez permitió a la empresa anunciar carteles con dos coletas importados y un mexicano, contraviniendo el reglamento taurino? ¿Por qué la Asociación de Matadores no protestó y la Unión de Toreros sí? ¿Quién les dijo que a la gente le interesa conocer 10 carteles previos, impidiendo repetir a quien haya triunfado en uno de estos? ¿Cómo conservar la conmovedora recomendación presidencial de la buena vibra ante el añejo voluntarismo autorregulado?

Si aún andas por aquí, amable lector, y para no incurrir en las inoportunas amabilidades de los que no quieren hacerle daño a la fiesta, en una de las inauguraciones más desangeladas en la historia de la Plaza México –ni siquiera hubo arreglo floral que quitar para esperar a que entrara más gente– sucedió lo que tenía que suceder: las mesas con cuernos de Javier Bernaldo permitieron el taurotedio, pero no el lucimiento a Zotoluco –48 años y 30 de alternativa– ni a Talavante –29 años de edad y 10 de matador–, mientras que Manzanares –30 y 13– se encontró con el quinto, Contador, un cárdeno con 532 kilos que hasta provocó un tumbo, y llegó a la muleta con los suficientes arrestos para pasar y pasar, lo que aprovechó José María para recrearse en el toreo de salón por ambos lados en una faena bonita, sin la emoción de la bravura. Dejó una estocada caída, él tan buen estoqueador, que no fue obstáculo para que se le otorgara la primera oreja del temerario serial.

Al día siguiente, domingo 13, las cosas no serían muy diferentes, excepto porque mejoró la entrada –lleno en el numerado de sol y media en sombra– para ver un improvisado mano a mano entre el hidrocálido Joselito Adame –27 años y nueve de alternativa– y el limeño Andrés Roca Rey –20 y apenas 14 meses de matador–, triunfadores ambos en plazas europeas, con un escogido pero deslucido encierro de la ganadería de Xajay, bien armado y con trapío pero sin trasmisión, propiedad de Javier Sordo, nuevo empresario de la plaza junto con Alberto Bailleres.

Dios sabe por qué hace las cosas, se consuelan los creyentes, y al fracturarse la clavícula Luis David Adame, el domingo pasado, se salvó de enfrentar un lote con nulas posibilidades de emocionar. Pero en vez de ese mano a mano otro diestro nacional con trayectoria merecía la sustitución.

Joselito Adame enfrenta, entre varios problemas, que los promotores, no los públicos, ya lo hicieron la primera figura de México sin serlo, y otro, más grave, haber salido en maestrito cuando debió salir como su alternante, a montarse en su lote, no a hacer trasteos adecuados. Roca Rey –cabeza, corazón y muchos cojones– realizó lo mejor de la tarde con capote y muleta, sobre todo, un quitazo por caleserinas y una vibrante e inteligente faena a media altura, con tres cambiados por la espalda en cámara lenta al deslucido y peligroso Tonelo, de 501 kilos, que recibió un puyazo de más. Roca Rey es emoción, no diversión. El riesgo real es que pronto entrará al círculo de las figuras españolas.