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México SA

Gobierno apanicado

¿Lo peor ya pasó?

¿Socios y amigos?

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Imagen del presidente electo Donald Trump en un monitor del piso de remates de la bolsa de Nueva York, ayer miércolesFoto Ap
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ras la victoria del energúmeno Trump, tal vez las únicas oportunidades reales que tienen el gobierno mexicano y su sector empresarial (o al revés) sean las de cortar el cordón umbilical, salir de la zona de confort en la que llevan décadas instalados (todo desde, para y con Estados Unidos) y estructurar una agenda propia que permita ampliar el horizonte y reducir la espeluznante dependencia que mantienen con el vecino del norte y a la que han condenado al país.

Pero todo indica que también las van a dejar pasar, porque es notorio que la dupla de referencia no sabe qué hacer, está apanicada. Confió en el cómodo triunfo de Hillary Clinton y en que, por lo mismo, todo permanecería igual, sin importar el creciente costo para el país.

Tras el resultado electoral en Estados Unidos, el inquilino de Los Pinos aseguró que “se abre un nuevo capítulo en la relación de México y Estados Unidos, que implicará un cambio, un reto, pero también hay que decirlo, una gran oportunidad… Emplearemos nuestra creatividad y esfuerzo, la capacidad de nuestros empresarios y el talento de nuestra gente para abrir nuevos caminos de cooperación y prosperidad… Acordamos delinear una agenda de trabajo de interés común, que incorpore la seguridad, la cooperación y la prosperidad de nuestras sociedades”.

Entonces, tranquilos, que no pasa nada. ¿En serio? El energúmeno amenaza con desaparecer al país y su gente (la de aquí y allá), ¿y no pasa nada?

Alguien debió notificarle al inquilino de Los Pinos que Hillary Clinton no ganó los comicios porque el tono retórico utilizado ayer por Peña Nieto fue, precisamente, como si la doña fuera a despachar en la Casa Blanca a partir del próximo 20 de enero. “El diálogo para crear acuerdos sigue siendo el mejor camino para México (…). Mi gobierno buscará en esta nueva etapa de la relación bilateral oportunidades que beneficien a ambas sociedades; lo haremos con ánimo constructivo. El nuestro es un país unido, valioso y valiente”.

¿Así pretende ganar la confianza de Trump? Este arribará a la Casa Blanca sobradamente fuerte (con un Congreso de mayoría republicana), mientras el propio Peña Nieto se debilita cada día más y tiene la sucesión presidencial en puerta. Entonces, ¿quién escuchará y acatará las instrucciones?

El gobierno mexicano no tiene plan de contingencia; nunca lo consideró, porque su versión es que pase lo que pase, aquí nunca pasa nada. Además, EPN ya habló por teléfono con Trump y realmente cree que el energúmeno es socio y aliado de México. Y así nos irá.

Apanicados, también, los gloriosos comandantes de las sagradas finanzas nacionales, José Antonio Meade y Agustín Carstens, quienes ante la debacle del peso sólo repitieron la cantaleta: México está en una posición de fortaleza para enfrentar el nuevo entorno. Nuestro país goza de estabilidad macroeconómica, que se ha logrado a través de muchos años de la aplicación de políticas fiscal y monetaria responsables, prudentes y oportunas, de un sistema financiero bien capitalizado, solvente y sin problemas de liquidez.

¿Y el desplome del peso? Todo bien, porque el proceso electoral en Estados Unidos se ha visto reflejado en un incremento en la incertidumbre en los mercados financieros internacionales. En este contexto, las variables económicas en nuestro país han experimentado episodios de volatilidad, especialmente en la cotización del tipo de cambio. Es importante reconocer que el funcionamiento de los mercados se ha mantenido ordenado. Así se ha visto en las últimas horas. Es pertinente señalar que estos movimientos de precios se han dado en una amplia gama de monedas y activos, emitidos por una gran variedad de países, empezando por Estados Unidos mismo.

Según aumentaba el número de votos electorales favorables a Trump, la fortaleza del peso caía en picada. Ayer el billete verde se vendió hasta en 20.70 por uno, pero todo está bien, porque la volatilidad es internacional, y el resultado de la elección no implica un impacto inmediato en el marco normativo que regula el comercio de bienes y servicios, flujos financieros o la capacidad de las personas para viajar entre ambos países. Nuestro marco de finanzas públicas y la fortaleza de nuestras instituciones públicas y privadas nos permiten evitar reacciones prematuras que se adelanten a hechos que ahora desconocemos.

¿Qué medidas tomarán para evitar el huracán marca Carstens? Nada, pero eso sí, tanto Meade como el gobernador del Banco de México se comprometieron a que en la medida en que se obtenga información adicional, y estando vigilantes de nuestro entorno de mercado, se procederá a ajustar las políticas fiscal, monetaria, financiera y comercial, buscando que se preserven nuestros fundamentos macroeconómicos sólidos, lo que es esencial para anclar el valor de nuestra moneda y para poder retomar y mantenernos en la senda de crecimiento económico sostenido con estabilidad financiera. Es decir, no harán nada.

Meade lo ratificó: no hay cambios en el paquete económico, y consideró (agarraos, mexicanos crédulos) que la parte más difícil de la incertidumbre ya pasó (¿en serio?, ¡si apenas comienza!). Listo. Todo resuelto, porque “también se acelerará la implementación de las reformas estructurales con el objeto de mantener la dinámica del mercado interno y habremos de buscar, en coordinación con la Cámara de Diputados, la pronta aprobación del Presupuesto de Egresos de la Federación para 2017… México ha vivido en el pasado retos de volatilidad que hemos enfrentado en unidad, aprovechando nuestra solidez económica y tomando decisiones correctas y prudentes de política. Y ésta no habrá de ser la excepción”.

En fin, si con ese criterio el gobierno mexicano pretende convencer a propios y extraños que el huracán categoría 5 nos hizo lo que el viento a Juárez, que todo está bajo control y que Trump es socio y amigo, entonces agárrense de dónde puedan.

Las rebanadas del pastel

El problema es de grandes proporciones, pero la apanicada reacción del gobierno peñanietista ante el triunfo electoral de Donald Trump recuerda lo sucedido en Los Pinos una semana antes de que reventara la crisis de 2008, cuando el entonces genial secretario de Economía del calderonato, Gerardo Ruiz Mateos, afirmaba que no existía un plan para amortizar el golpe, por la simple razón de que tomar medidas extraordinarias sería ocioso y anticiparnos a algo que todavía no pasa. Y no sólo sucedió, sino que arrasó. Pero no aprenden.

Twitter: @cafevega