La intérprete dio dos conciertos, en los que destacaron las propuestas visual y dramática
Invitó al escenario a Aída Cuevas para rendir tributo a Juan Gabriel
Cantó temas infaltables, como Balas y chocolate, Humito de copal, La llorona, Cumbia del mole y La iguana
Martes 8 de noviembre de 2016, p. a11
Por dos días, el Auditorio Nacional se transformó en el Mictlán, el lugar de los muertos, en un camposanto prehispánico, con olor a cempasúchil, la flor de las ofrendas para los que dejaron este mundo.
En los conciertos de Lila Downs, en cada respaldo de las casi 10 mil butacas se colocó una flor amarilla para crear un ambiente de velorio indígena. En el recital, la intérprete propuso más que una serie de canciones y recurrió a recursos dramáticos.
Conforme iban llegando, los asistentes se dieron cuenta de que ellos mismos eran parte de una ofrenda de Día de Muertos. El amarillo dominaba y las flores se colocaron en el pelo. Hay quienes las deshicieron, las estrujaron, las destruyeron. Otros juntaron los cientos de pétalos y los arrojaron por todos lados.
El escenario estaba dominado por una luz tenue, haces que refulgían y destacaban las calaveras de una ofrenda colocada en el centro. Fue la idea estética de Jesusa Rodríguez, quien colaboró para hacer del concierto de Lila una propuesta visual con raíces inmersas en la muerte predominantes en las culturas prehispánicas, en el sincretismo posterior dado con los españoles.
En un clímax, las figuras esqueléticas elaboradas por el caricaturista Rocha, de La Jornada, denotaron-connotaron una parábola del papel de china picado que adornaba las ofrendas. Sus calacas se movían, se contoneaban, tenían vida.
Lila hizo de cada canción del setlist una pequeña obra de teatro, con parlamentos que ilustraron la cosmogonía y la cosmología indígenas.
El Divo de Juárez, presente
En la memoria reciente deambula el espíritu de Juan Gabriel, quien canta su Noa-Noa y Amor eterno en un Limbo descontinuado por el Vaticano.
Lila rindió tributo al Divo de Juárez e interpretó, con Aída Cuevas, invitada especial, algunos éxitos del autor de Querida. Así, se escucharon Se me olvidó otra vez, Te sigo amando y la susodicha Amor eterno.
El Mictlán a lo Lila Downs comenzó con Waltz fúnebre. En adelante, Paul Cohen, saxofonista, arreglista y compañero de Lila desarrollaría el papel de Diablo, en una suerte de pastorela, didáctica, para que la gente entendiera los abismos entre el bien y el mal, y la metáfora de no hagas cosas buenas que parezcan malas. La verdad, es un diablo bueno, porque Paul no tira mala vibra ni disfrazado de diablo.
Es lo indígena y sus valores. Lila recordó que alguna vez el cacao fue moneda. Refirió que el chocolate era más que espiritual para los antepasados prehispánicos y que sus efectos eran y son casi los de una droga.
Humito de copal es una canción que huele. El humo es para una limpia, para guiar a los muertos. La cantante lució un penacho con plumas de faisán y falda con estampados de jaguar. ¿Qué dicen las calaveras esta noche? Venerar en estos días a la muerte, en que los vivos veneramos a nuestros muertos. ¿Cómo vamos a vivir? Se los pregunto y los invito a un recorrido al inframundo, como el tlacuache, el único que lleva a los muertos
.
La gente participó y aplaudió al escuchar La iguana. La muerte estaba presente en El preso número 9, La reina del inframundo, Fallaste corazón, de la que dijo antes que se la dedicaban a Donald Trump, por aquello de ... y tú que te creías el rey de todo el mundo...
Balas y chocolate, una de sus emblemáticas, hizo que el Auditorio fuera una ola. Entró el Trío Corona, huasteco. Fue una pausa. Lila regresó para emocionar con Cruz de olvido, de Záizar. La noche se alargaba, tanto como el camino al inframundo.
Otra pausa, ahora con Amílcar y su Marimba. Nuevo retorno de Lila, quien cantó La llorona, de la que hace una versión única.
Muerte a los corruptos y asesinos de mujeres, que cada tres horas matan a una en México
, señaló con énfasis.
Mezcalito y Cumbia del mole, para exaltar lo que comemos. Visitar Oaxaca implica el riesgo de engordar.
El Mictlán era el nivel inferior de la tierra de los muertos. El camino a este recinto era largo y peligroso. Tenía nueve niveles, y lo transitaban por igual nobles y plebeyos, sin distinción alguna de rango ni riquezas. La muerte, quedó claro tras los conciertos de Lila Downs, es democrática.
Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl, deidades del inframundo, siguen diciendo a las almas que ha llegado el final de los pesares. Nada que ver con el Infierno de Dante, al que al entrar se leía que había que abandonar toda esperanza.